con javier cancho

Historia de la profesora de danza

Un día, una profesora de danza quiso probar. Decidió juntar en el mismo aula, a las alumnas a las que da clase en el barrio más pobre de Lima, con las alumnas del barrio más rico.

Javier Cancho

Madrid | 23.01.2020 11:13

El vals de las flores, de Tchaikovsky, suena en un aula sencilla pero con espejos y barras de madera colocados con más voluntariedad que acierto. Es una escuela pública de Perú. Es una escuela donde el horizonte no se ve por las ventanas; allí, el horizonte depende de los profesores. Perú es un país con vistas al Pacífico donde la danza es mucho menos que una prioridad. La escuela con el aula de espejos rudimentarios queda lejos del distrito de Miraflores, en Lima. Miraflores mira por el oeste directamente al océano más grande del mundo, en una porción de litoral conocida como la costa Verde de Perú. En Miraflores sí hay alguna escuela de danza con las barras y los suelos de madera y los espejos meticulosamente limpios y ubicados en el espacio para poder detener el tiempo del movimiento de la danza.

María del Carmen Silva es maestra de ballet en Perú y es la protagonista de esta historia. María del Carmen es la precursora de una idea formidable: integra en una misma compañía de aprendizaje de la danza a las alumnas del barrio periférico y pobre con las de otro taller que da en una de las zonas más ricas de Lima. Está convencida de que es una experiencia enriquecedora para todos. María del Carmen perteneció durante más de una década al Ballet Nacional de su país. Ella cuenta que hacer danza en Perú es muy inaccesible. Hay que comprar mallas, leotardos, zapatillas de punta que se importan del extranjero. Eso es demasiado dinero para una familia de ingresos medios en Perú.

Es la voz de María del Carmen, la mujer que da clases gratis a las niñas de la periferia. Para esas chiquillas, esas clases, son el acontecimiento de su semana. Pero también lo es para sus familias. Varias madres acuden desde sus casas de cartón en las colinas pedregosas para ver ensayar a sus hijas. Es un espectáculo único, emocionante, en un país con un promedio de inversión educativa que está entre los más bajos de Sudamérica. Perú es un lugar en la tierra donde 7 millones de pobres viven con menos de cien euros al mes.

Se llama Elcira Ruiz, es una mujer que lleva a sus dos hijas a la clase de María del Carmen Silva. El marido de Elcira se está quedando ciego. Pero, ha podido atisbar los movimientos de sus hijas en los vídeos que se graban de las actuaciones de las niñas. El marido de Elcira se acerca mucho el móvil a los ojos, y justito después se le saltan las lágrimas. Desde aquí, podemos hacernos una idea de lo que supone poder hacer algo distinto a lo que no quedaba más remedio que no hacer. La profesora está convencida de que tanto la danza como la música clásica resultan transformadoras de los proyectos de vida, para la vida personas sin oportunidades.

Las alumnas del colegio público se desplazan desde el suburbio hasta el taller privado del barrio residencial de Miraflores, donde practican con sus compañeras que las reciben con los brazos abiertos. Las niñas pobres y las niñas ricas en el mismo espacio, al mismo tiempo, incumbidas por la misma pasión. María Cielo Cárdenas sale de su casa en una colina llena de polvo. Necesita dos horas para llegar puntual. Dos horas para bailar durante 60 minutos, para volar, para sentirse ella misma. Esto está siendo posible gracias a la pasión y la generosidad de una antigua bailarina. María del Carmen mostrando plié está cambiando destinos predestinados.