CON JAVIER CANCHO

La inteligencia vegetal

Se dice que nadie ha pisado la zona muerta en los últimos 30 años.

Javier Cancho

Madrid | 26.06.2019 12:04 (Publicado 26.06.2019 11:51)

La zona muerta es el epicentro del área de exclusión de Chernóbil, es el núcleo de un perímetro de 30 kilómetros cuadrados. Después del accidente, los pinos cercanos al reactor nuclear empezaron a tomar un color marrón rojizo hasta acabar muriendo. Ese espacio fue llamado el bosque rojo. Y algo similar le sucedió a toda la flora y la fauna entorno a la central nuclear. Pero, eso sucedió hace 30 años. Después, y sin la presencia del ser humano, allí ha sucedido algo muy sorprendente, algo que ni los expertos logran explicarse: la zona muerta se ha llenado de vida hasta poder ser considerado uno de los territorios con mayor biodiversidad de toda Europa. Lo ocurrido roza lo increíble, lo ha dicho, en una entrevista en La Vanguardia, el neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso. Han crecido las plantas, ha crecido los árboles, han vuelto los osos, los lobos, los caballos, los alces, los zorros; ha vuelto a escucharse el sonido de los pájaros. Y ha regresado la lluvia.

Dice Stefano Mancuso que los hechos demuestran que el ser humano es mucho más peligroso para el planeta que la radiación nuclear. La naturaleza ha obrado un milagro porque ha absorbido toda la radiactividad. Aunque ese virtuosismo de la vegetación entraña un riesgo: un incendio en aquellos bosques devolvería toda esa radiactividad a la atmósfera. Y el mayor peligro de incendio es el ser humano. En cambio, las plantas demuestran un interés máximo en la supervivencia de la naturaleza y lo hacen con mecanismos biológicos exquisitos.

Las plantas pueden sentir. Tienen una capacidad perceptiva mucho más sofisticada que los animales. Esto es una certeza…que en las escuelas no se enseña lo suficiente: desde la infancia, deberíamos entender que nuestra propia existencia, la vida, depende directamente de las plantas.

Lo que comemos, lo que respiramos, todo el planeta depende de ellas. Sin las plantas, la Tierra sería como Marte. Las plantas son la divina providencia. En cambio, la actitud de los humanos hacia la vegetación es de absoluta superioridad. Recuerda Stefano Mancuso que cuando te sientes superior se termina estableciendo la explotación de lo considerado inferior. Y así hemos terminado considerando cosas a la mayoría de las criaturas vivas, y hemos llegado a catalogar como extremadamente valiosas cosas como el dinero. Estamos devorando el planeta, recuerda Mancuso. Y añade que nuestra extinción parece inexorable porque nos comportamos con mucha menos inteligencia que el resto de seres vivos.

Tanto se habla de la inteligencia artificial, que se dice muy poco de la inteligencia vegetal. Nos resulta muy difícil comprender lo que es una planta porque son demasiado diferentes a los animales. Pero, las plantas son capaces de memorizar, son capaces de aprender. Esa es una novedosa revelación. Pero además son capaces de convivir y representan una posibilidad para la salvación. Porque el principal problema de la emergencia climática es el aumento del anhídrido carbónico en la atmósfera. Por eso, sería urgente cubrir todas las ciudades del mundo con vegetación. No basta con parques y jardines. Se trata de cubrirlo todo con plantas. Tengan en cuenta que el 70% del CO2 se genera en las ciudades, y con las plantas podríamos eliminarlo. Para afrontar el gran reto, el mayor al que se haya medido el ser humano: es imprescindible un cambio cultural. Dice Stefano Mancuso que el futuro depende de que seamos capaces de comprender a las plantas. La fórmula es barata, es sencilla y es posible.