con javier cancho

Historia de un balón de fútbol rumbo al espacio y una tragedia

Lo único que quedó intacto en la tragedia del Challenger -lo único- fue un balón de fútbol.

Javier Cancho

Madrid | 27.05.2020 11:12

Habían pasado 73 segundos desde el final de la cuenta atrás. Fue en ese momento fatídico cuando la nave explotó. Fue una desintegración en directo que cambió para siempre la exploración espacial.

Aquella misión tenía algunos objetivos relacionados con el cometa Halley que unos días después del lanzamiento alcanzaría en su trayectoria el punto más cercano de su órbita alrededor del Sol. Pero, en el Challenger hubo lo que se llamó un fallo catastrófico. La comisión Rogers que investigó cada parte del proceso del lanzamiento llegó a unas cuantas conclusiones. La principal es que hubo mucha prisa, mucha presión política, y poca seguridad. Hubo lo que en España se conoce como una chapuza. Pero, además de la conclusión principal también se supo que la cabina de la tripulación había salido despedida en el momento de la explosión, quedando intacta. Los astronautas no murieron por el estallido si no muy probablemente por la pérdida de presión dentro la cabina. Por eso, desde entonces, los tripulantes llevan trajes presurizados, los vistosos trajes naranja que desde aquello se hicieron obligatorios. Esa peripecia de la cabina que les acabamos de contar explica que el balón de fútbol que iba a bordo no sufriera ni medio rasguño.

El balón apareció intacto en el océano. Era un balón de fútbol que se había entregado a los astronautas en un colegio ubicado cerca del Centro Espacial Johnson de la NASA, en Houston, Texas. A ese colegio iba la hija de uno de los siete tripulantes del transbordador que estalló en el despegue. Aquel balón lo llevaba consigo el astronauta Ellison Onizuka. La idea consistía en dejar el esférico en el espacio exterior. Pero, el balón en vez quedar mecido en el espacio, al final, quedó flotando en el océano.

Subió y bajo. Y fue recuperado en el agua entre los restos de la tragedia. Varias décadas después alguien planteó la idea de volver a meter aquel balón histórico en una nave espacial para que esta vez sí llegase al espacio exterior. Sería una manera de darle un sentido poético al recuerdo del Challenger y de quienes iban a bordo.

Treinta años después del fiasco del Challenger, un día -de buena mañana- el comandante Kimbrough de la Expedición número 50 a la Estación Espacial Internacional fue -antes de partir al espacio- fue -de visita- al colegio de su hijo, cerca del Centro Espacial Johnson de la NASA, en Houston, Texas. Sí, era la misma escuela donde estudió la hija del astronauta Onizuka, uno de los siete que murieron en el accidente 30 años antes. En aquella visita, el astronauta, el comandante Kimbrough preguntó a los estudiantes si deseaban enviar algún recuerdo al espacio en nombre de la escuela.

Y el balón de fútbol que subió más que ningún otro balón en la historia de la humanidad y bajó hasta quedar flotando en el océano… aquel balón conservado -entonces- en una vitrina del colegio cogiendo polvo fue el objeto elegido por la escuela. Y fue así como pudimos ver un balón histórico dentro de la Estación Espacial Internacional viajando por el espacio. Y ese balón que en el 86 iba a quedar vagando por el espacio, más de 30 años después volvió a subir y después de pasar unos cuantos días en la estación fue devuelto al planeta Tierra, a la escuela de Houston. Porque ese objeto esférico ya forma parte de la historia de la humanidad en su intento de explorar el espacio exterior.