Va a tener usted razón cuando dice que el coronavirus no distingue fronteras, pero sí clases sociales. En su caso se cumple: a muchos ciudadanos los detienen y los multan por saltarse las normas que limitan la libertad de movimiento. A usted se le permite saltarse la cuarentena. Una vez, porque dice que se lo pidió don Pedro Sánchez, y debe ser un caso de obediencia debida. Esta mañana, porque necesitaba dar también su discurso a la nación. Por eso le felicito igualmente: ha entrado usted en la guerra de los discursos. Si Pedro Sánchez soltó los que quiso, si el propio rey dijo anoche el suyo, usted no podía faltar en el escaparate por su categoría, por su responsabilidad en el gobierno y qué diablos: porque tiene mensaje.
Pablo Iglesias o el mensaje social. Pablo Iglesias, cabeza visible de la política social de la coalición. Que nadie le quite esa bandera, tan trabajosamente ganada. Hay quien dice que con esa disculpa convirtió el Palacio de La Moncloa en el escenario de un mitin, pero a ver qué político con un micrófono y público delante no cae en la tentación del mitin. Yo le defiendo, vicepresidente, porque además lo tengo publicado y dicho en esta emisora: han enterrado ustedes el austericidio y hacen bien en predicarlo. Acompañan las medidas sanitarias con un escudo social y me parece justo. Haga usted sus alabanzas, que nadie las hace mejor. Y le felicito también por el éxito que en algunas ciudades tuvo la cacerolada contra el rey. Ahí sí que demostró cintura. Como gobierno que es, autoriza los mensajes reales y a lo mejor los sugiere para patearlos después. Como dirigente de Podemos, manda sonar cacerolas contra él. Como vicepresidente prometió lealtad al rey. Como activista republicano, se emociona con su partido al escuchar las cacerolas que entonan el “corona ciao”. ¡Dios qué cantidad de caras en un solo hombre, don Pablo! Gobernante y agitador. Ministro de la Monarquía y empujando el derribo de la Corona. Me quedo preguntando cuál es el Pablo Iglesias de verdad.