La carta de Ónega a Albert Rivera: "Acaba de descubrir que hay vida más allá de la política"
Buenas noches, don Albert Rivera. Me alegró mucho ver que sigue manteniendo gran capacidad de convocatoria, porque había más cámaras en su rueda de prensa que en una comunicación del coronavirus.
Madrid |
Y me alegró, sobre todo, verle tan contento esta mañana: padre próximo, y hasta con ganas de cambiar muchos pañales, ya se enterará. Padre también de un libro de próxima publicación, que entretuvo sus ocios desde su dimisión como diputado y presidente de Ciudadanos. Empleo de estreno, supongo que bien remunerado y muy lucido en su tarjeta de presentación: presidente ejecutivo de un importante despacho de abogados.
Y, si usted ha sido medianamente sincero, lo que más me sorprendió: con poca nostalgia de la política. Incluso descarta regresar, porque acaba de descubrir que hay vida más allá de la política. Está usted, lo dijo así, "más feliz en su nueva vida".
Le felicito, don Albert. Y créame que lo entiendo. La política es estimulante cuando los resultados la acompañan, pero es deprimente cuando los resultados le dan la espalda. Y es muy sacrificada cuando se tiene la responsabilidad que usted tuvo.
Hay que levantarse cada mañana buscando el titular que tanto le costó fabricar y encontrarse con una crítica que siempre será injusta o mal informada. Hay que estar siempre ocurrente, por no decir genial, cuando se tiene un micrófono delante. Hay que compararse con el otro, que siempre tuvo la idea más brillante para destacar en este periodismo declarativo. Y hay que vivir siempre en la cuerda floja de las elecciones que, al revés de los caminos, son cómodas cuando se sube, son infernales cuando se baja.
A usted le pasó, qué le voy a contar. Ahora pasa usted a vida de mayor sosiego. Tiene que mantener y aumentar clientes, no votantes. Sus discursos ya no son para ganar titulares y echar carnaza a la jauría, sino para convencer a jueces. Ya no tendrá que acudir a la Banca a pedir créditos de difícil retorno, sino que la Banca acudirá a usted, que para eso es presidente ejecutivo. Y a final de mes, don Albert, podrá decir aquello que decía Jovellanos: "Se quejan mis clientes / de que pierden sus pleitos, pero en vano. / Y a mí, ¿qué más me da, si siempre gano?