JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: La muerte sin justicia de Sheila Barrero

La justicia, desgraciadamente, a veces no comparece, no llega, no cumple con las víctimas. Los habituales de Territorio Negro lo saben bien y lo van a volver a comprobar. Luis Rendueles y Manu Marlasca nos van a hablar de un crimen ocurrido hace dieciséis años que sigue impune.

Luis Rendueles | Manu Marlasca

Madrid | 11.02.2020 17:05

La víctima se llamaba Sheila Barrero, tenía veintidós años y fue asesinada de un disparo en la cabeza cuando regresaba de su trabajo. Recientemente, la Justicia ha archivado, una vez más, el caso, pese a que la Guardia Civil está convencida de que Borja, la ex pareja de Sheila, es el autor del disparo que acabó con la vida de la joven.

Nos situamos en el mes de enero de 2004. ¿Quién era Sheila Barrero y cómo fueron las circunstancias de su muerte?

Sheila, de 22 años, residía en Cerredo, una parroquia del concejo de Degaña, en el límite entre Asturias y León. La joven, tras diplomarse en Turismo, había conseguido un trabajo en una agencia de viajes de Gijón, donde vivía entre semana, pero los viernes y los sábados se sacaba un dinero extra sirviendo copas en el pub Joe Team de Villablino, a unos quince o veinte minutos de su casa.

La noche del 24 de enero de 2004, Shiela entró a trabajar a medianoche en el pub. Fue una jornada normal de sábado noche, sin broncas, sin peleas, sin nada reseñable. Al cerrar el local, se fue al pub Guey, donde se juntó con unos amigos, abrió una botella que había traído desde la República Dominicana y un poco antes de las ocho de la mañana, anunció que se iba a su casa a descansar, que andaba agotada después de la noche de trabajo.

Dos amigos de Sheila la acompañaron a recoger su coche y le dijeron que irían juntos hasta el punto en el que ellos, con su coche, se desviarían. Así lo hicieron. Incluso le mandaron un mensaje al teléfono móvil advirtiéndole de que tenía un piloto roto y pidiéndole que al llegar a casa les hiciese una llamada perdida para que se quedasen tranquilos. A la altura del puente de Cabollaes, los amigos de Sheila se desviaron y ella siguió camino, hacia el alto de la Collada, en dirección a su casa de Degaña. Había bastante niebla y lloviznaba en la zona. Eran las 8.09 de la mañana del 25 de enero de 2004. Y nadie volvió a ver a la joven con vida.

En un principio, Julia y Elías, los padres de Sheila, no se preocuparon, porque pensaron que su hija se había quedado a dormir en Villablino, en casa de su hermano Elías, como había hecho en otras ocasiones. Pero a la hora de comer, como todos los domingos, Elías apareció en casa de sus padres y lo hizo solo, sin Sheila, de la que dijo no saber nada. Y en ese momento recordó algo que le llamó la atención durante el recorrido que hizo desde Villablino a Degaña, el mismo que tenía que haber hecho su hermana esa misma mañana: en el alto de la Collada, en un área recreativa, junto a una caseta, vio un coche blanco, parecido al que usaba habitualmente Sheila.

El hermano de la chica salió hacia el alto y comprobó que el coche que había visto fugazmente entre la niebla era el Peugeot 206 blanco de su hermana. Dentro del vehículo, en el asiento del conductor, estaba el cuerpo sin vida de Sheila. El asesino le disparó un único tiro en la parte posterior de la cabeza, posiblemente desde los asientos traseros. Parecía una ejecución, la obra de un profesional. El arma empleada en el crimen era una pistola de pequeño calibre -6.35-, pero letal a tan corta distancia. El cuerpo no presentaba más señales de violencia, salvo cuatro hematomas de presión sobre el muslo derecho y unos pequeños desgarros en las medias. No había ningún indicio de agresión sexual.

La vida de Sheila se puso bajo el microscopio de la investigación, sin dejar zonas de sombra. Los investigadores

averiguaron que la víctima había mantenido una relación sentimental estable con un chico hasta el verano de 2003. Pese a la ruptura, los dos se llevaban bien e incluso el día que Sheila fue asesinada, habían quedado a tomar café y planeaban un viaje a Tenerife para el mes siguiente. En esta búsqueda de parejas más o menos fijas y de relaciones esporádicas, pronto apareció Borja. El joven había tenido un rollo, tal y como lo definió él mismo, con Sheila entre octubre y noviembre de 2003. Era una relación esporádica, que se limitaba a los fines de semana y a la que él mismo puso fin porque, según dijo, quería regresar con su antigua novia, de la que seguía enamorado.

Borja se convirtió pronto en sospechoso. ¿Llegó a ser detenido?

Sí, llegó a estar detenido y permaneció un tiempo como investigado. En las primeras horas de la investigación, la Guardia Civil realizó las pruebas de residuos de disparo a seis varones que, de una forma u otra, habían tenido relación con Shelila Barrero. Uno de ellos, al primero al que se hizo la prueba para ver si en sus manos o en sus ropas habían quedado sustancias químicas procedentes de una detonación, fue Borja. Eso sí, el advirtió a los agentes de que unos días atrás había estado de caza, por lo que no sería extraño que hallasen residuos de disparo, tal y como ocurrió. Una prueba que reforzó aún más las sospechas sobre él.

Los padres de Borja le dieron una magnífica coartada: aseguraron que la mañana del crimen no salió de casa. Además, no tenía carné de conducir –pese a que sí había conducido algunos coches- y nadie pudo demostrar que tuviese a su disposición un arma de fuego. El hecho de que en su mano se encontrasen residuos de disparo era compatible con su versión de que había estado cazando días antes. Con estos mimbres, el caso se archivó el 22 de octubre de 2007, por falta de autor conocido.

En el caso de Sheila, la Guardia Civil continuó con la investigación pese a que desde 2008 el caso estaba archivado judicialmente. ¿Qué hizo la Guardia Civil?

El crimen de Sheila ocurrió en 2004. Desde entonces, las técnicas de análisis químico y biológico han avanzado mucho. Así que en abril de 2015, es decir, siete años después de que la justicia archivase la causa, la UCO pidió al juzgado de Cangas de Narcea que reabriese la causa y decretase el secreto de las actuaciones. La razón en la que fundó la petición fue el avance de las técnicas forenses, que permitirían un nuevo análisis de las muestras de ADN recogidas en la escena del crimen y en el cuerpo de Sheila. Pero, además, la Guardia Civil aprovechó esta reapertura para hacer muchos más análisis y diligencias, que no se limitaron al ADN.

El caso se ha vuelto a archivar. ¿Con qué argumentos?

El principal es que no se ha podido situar a Borja en el coche de Sheila, es decir, en la escena del crimen, la mañana de los hechos. Para la juez, por ejemplo, el hecho de que haya en el coche una fibra de su chaqueta solo quiere decir que pudo estar allí en otras ocasiones, tal y como él mismo reconoció. También coincide con el fiscal en que no hay ningún testigo que lo sitúe fuera del domicilio familiar en el momento en el que sucedieron los hechos e incide en que no hay un solo resto biológico de Borja en el cuerpo de la víctima ni el vehículo. Respecto a la partícula de residuos de disparo encontrada en la mano derecha del sospechoso, la juez sostiene que no es concluyente.

Así que, una vez más, caso archivado. ¿Para siempre?

No, para siempre, no. Pero solo se podrá reabrir si hay algún indicio o alguna pista nueva concluyente. Hay una parte buena en todo esto y es que Borja no ha llegado a ser juzgado, a diferencia, por ejemplo, de Javier Medina, el hombre que fue absuelto por el doble crimen de Almonte. A él no se le puede volver a juzgar por esos hechos, pero Borja sí puede volver a ser acusado.