Los días antes de la desaparición de los niños de Córdoba
La pasada semana dejábamos este Territorio Negro desmenuzando la operación Resplandor, las investigaciones sobre la desaparición en Córdoba de los niños Ruth y José Bretón, de la que está acusado su padre. Hoy, vamos a concluir contando cómo fueron los que ojalá no hayan sido los últimos días de esos niños.
ondacero.es
Madrid | 28.05.2012 18:44
Vamos a remontarnos a lo que ocurrió ese último mes, las últimas semanas que existe la seguridad de que esos niños estaban vivos. Empezamos por el 12 de septiembre.
La madre de los niños, Ruth Ortiz, había pedido ayuda al Instituto Andaluz de la Mujer y ese día visitó a un psicólogo. Ruth no podía más y aseguró en la consulta que su marido la había anulado: “me ha hecho odiar Huelva, me ha cerrado el círculo de mis amistades, mis raíces, tiene celos de todo lo que me rodea”. José Bretón y su esposa vivían en Huelva, donde Ruth trabaja como veterinaria, y su marido, que quería regresar a Córdoba, tenía prohibido que la familia de Ruth viera a los niños desde las navidades del año 2009.
La Nochebuena de 2009, Bretón denunció que una familiar de su mujer trató de envenenar a su hija metiendo sal y ajo en su biberón. Lo cierto es que la niña se intoxicó y estuvo a punto de morir. Nadie supo nunca quién mezcló esas sustancias en el bote de leche en polvo de la pequeña Ruth. Todavía hoy no se sabe. Bretón acusó a la familia de su esposa, a los que también echó en cara que le habían rayado el coche, y le prohibió a Ruth que se acercaran a ellos.
Bien, por esa y otras cosas la madre de los niños decide separarse. El 15 de septiembre Ruth le anunció a José Bretón que quería separarse. Él le dijo que se iba a poner en tratamiento para superar sus “manías” y ofreció que sus familiares pudieran volver a ver a los niños. También la reprochó: “¿Cómo me haces esto?, es la segunda vez que me pasa”. Su mujer no cedió y dejó la casa de El Portil, a unos 15 kilómetros de Huelva. Volvió con sus hijos a casa de la abuela materna, Obdulia.
"La segunda vez que le pasaba". Recuerden que en 1997, cuando le dejó su otra pareja, con la que no tuvo hijos, Bretón intentó suicidarse. Esta vez, trató de convencer a Ruth para que volviese con él. El día 17 de septiembre, ya separados de hecho, Bretón escribió a su mujer: “dime por lo menos que lo vas a pensar hasta diciembre, para que viva con ilusión. Porque si no os tengo, para qué quiero la vida”. Su mujer se mantuvo firme y le contestó con otro mensaje: “Siempre vas a ser el padre de mis hijos. Nuestra relación a partir de ahora va a cambiar, pero seguiremos viéndonos. Formas parte de mi vida, pero no puedo vivir contigo”.
Dos días después, Ruth Ortiz acudió llorando a la pediatra que trataba a sus dos hijos en el centro de salud de Huelva. La madre llegó a la consulta angustiada, según contó la doctora a la policía. Le dijo que su hija Ruth, le había comentado: “si papito se muere, mejor”, y no sabía de dónde ha sacado esas ideas, supone que de su propio padre. La pediatra vio “actitudes raras” en la niña. Cinco días después, el 22 de septiembre, hizo exámenes de los dos hijos de Ruth por si hubieran sido víctimas de abusos sexuales, lo que quedó descartado.
Y en esos días, Bretón, que había vuelto a casa de sus padres en Córdoba, también acudió al médico. El 23 y 24 de septiembre José Bretón estuvo con sus hijos en Córdoba. El día 27, Bretón, acudió a dos psicólogos y a un psiquiatra. Al primero fue para que le aconsejara sobre sus manías, en efecto, pero al segundo le pidió consejo sobre el SAP, el síndrome de alienación parental. Dicho mal y pronto, sobre si una madre puede manipular a sus hijos contra el padre en procesos de divorcio. Y el tercero es un psiquiatra, el mismo al que visitó tras su intento de suicidio en 1997, y al que esta vez convenció para que le recete tranquilizantes.
Tranquilizantes que Bretón dice que no tomó y que no han sido encontrados, recuerden, solo las recetas. Vemos que ponía una vela en cada sitio: un psicólogo para curarse y volver con Ruth y otro para acusarla de manipular a sus hijos. En fin. Llega el 2 de octubre y la pequeña Ruth cumple 6 años. Lo celebra en Huelva, su ciudad, y allí acude su padre, pese a todo.
Un informe de la UDEV, la unidad policial que lleva el caso, reconstruye lo que ocurrió. Los agentes hablaron con madres y padres de otros niños que compartieron la fiesta. Pilar, la madre de uno de esos niños, contó a la policía que Bretón le anunció que iba a hacer lo imposible por lograr la custodia de los niños.
Otros padres señalan que les dijo, por ejemplo, que su esposa tenía un lío con otro hombre, que su suegra, abuela de los niños, era una borracha. Y comentó también que no se iba de este mundo, sin cargarse a alguien, aunque fuera a la cárcel.
La madre tenía miedo por sus hijos, de hecho, tenía miedo especialmente al siguiente fin de semana, el del 7 y 8 de octubre –que resultó fatídico–. Así se lo comentó a su amiga Teresa. Y trató de ganar tiempo. Un amigo de Bretón se casaba en Córdoba ese fin de semana y ella le ofreció: "me quedo yo con los niños y tú vas tranquilo a la boda, el próximo fin de semana te los llevas al bautizo de tu sobrino Daniel". Pero Bretón contestó: "para bodas estoy yo". La madre, pese a todo, no se fió, y le pidió a su cuñada, Leticia, esposa del hermano de Bretón, que estuviese pendiente de los niños el fin de semana, que no se fiaba de José.
Y llegamos al jueves, 6 de octubre. Al día siguiente, Bretón iba a ir a Huelva para recoger a sus hijos. Cuenta su cuñado, José Ortega que ese día, dos sobrinos de Bretón, dos niños de edades casi iguales a los suyos, no tienen quién los lleve al colegio, su cuidadora se ha lesionado una costilla. Bretón accedió a llevarlos, pero los niños contaron luego a su padre una historia extraña. El tío José les dejó en un banco del centro de Córdoba, solos, y les dijo que iba a casa a por unas gafas de sol que había olvidado, que no se moviesen.
Se escondió muy cerca para observar qué hacían dos niños pequeños si se perdían, si se quedaban solos. Al policía sombra, del que hablamos aquí la semana pasada, Bretón le dijo: "Les dije que no se movieran, doblé la esquina y los estuve observando".
Todo indica que es un ensayo de qué hacen dos niños pequeños si se les deja solos, si se pierden. Y también es un ensayo de cuánto tardan los adultos en darse cuenta de que hay dos niños perdidos en una calle de una ciudad. El día 6, Bretón posiblemente aprendió que no podía perder a sus hijos en una calle céntrica: una mujer mayor se acercó muy pronto a los niños y les preguntó si estaban solos. "Y ahí se jodió la historia", recordó Bretón, que tuvo que salir de su escondite y decirle a aquella mujer que esos eran sus sobrinos.
El 7 de octubre, Bretón fue a Huelva para recoger a sus hijos. Quedó con su todavía esposa, Ruth, y le dio una carta de cinco folios. También, por primera vez en diez años de matrimonio, le entregó un ramo de flores. Le pidió que la leyese, que pensase sobre lo que le decía en ella y le anunció que la llamaría desde Córdoba, adonde fue con los niños.
En la carta digamos que le dice cosas muy bonitas: "tú vales mucho y te lo mereces todo", "eres romántica, especial, tierna", "quiero darte paz, cariño, comprensión porque tú te lo mereces todo". Luego hay también anuncios para el futuro. Por ejemplo: "Mi propósito de enmienda es total y no se va a volver a repetir", "te propongo que hagas una lista en la que pongas todas las cosas malas que ves en mí y yo te digo que puedo cambiar. Si a tan solo una te dijera que no, desaparecería de tu vida, no de la de los niños".
Y la carta acaba, pidiendo a su esposa que vuelva, casi suplicando. Pero con algo más. Por supuesto que Bretón pide a su esposa "empecemos de nuevo, no pienso defraudarte", "intentemos darle una vida ideal a los niños", "déjame este domingo, cuando vuelva con los niños, quedarme con vosotros, con tu madre, le pediré mil perdones de rodillas, se puede intentar, merece la pena".
Hay algunas cosas inquietantes. Por ejemplo, a veces hay casi un tono de exigencia. Le escribe: "¿tanta repelencia te produzco?" o "quiero ver tu aroma, aunque tengas espinas, como rosa que eres". Y, sobre todo, y algo insólito en una persona tan celosa, Bretón escribe de un hombre que él cree que es el amante de su esposa. Y se muestra hasta dispuesto a entenderlo: "Nombro tanto a ese hombre porque es muy importante en tu vida y por lo tanto en la mía", "voy a luchar por mi familia como tú has hecho a lo largo de tu vida por él", "tú y él sois muy importantes el uno para el otro, lo acepto y lo admito" o, más increíble aún: "yo no puedo ni quiero que renuncies a él, siéntelo y vive".
Parece más bien que diría cualquier cosa con tal de volver con su esposa. Y recuerden, lo contamos aquí, que mientras todo esto ocurría, incluso después de perder a sus hijos, Bretón llamó a una antigua novia, tonteó con ella y hasta le pidió una cita.
La llamó la tarde antes de la desaparición de los niños y coqueteó con ella... En cuanto a sus sentimientos por su esposa, Bretón le confesó al policía sombra, y así consta en el sumario que puso en la carta cosas que "no pensaba, pero que sabía que a Ruth le gustarían". De hecho, Bretón ensayó durante días el texto de esa carta.
La policía encontró en casa de los padres de José Bretón varios manuscritos de su hijo. Uno de ellos era el borrador de esa carta de amor. Ahí ya escribió cosas parecidas a las que hemos leído, pero también otras, que luego desechó y no entregó a Ruth, como "Ruth no existe", "soy mala persona" o "envenéname y tírame al río, por lo menos moriré feliz".
Muchas más cosas. Hay hojas que demuestran que Bretón consultó a un abogado sobre la custodia. Escribe: "¿Cuánto me puede pedir?", de pensión, se entiende. Añade "denunciar sería como declarar la guerra", y otras expresiones sobre si su esposa puede quedarse con el piso, si pueden obligar a sus padres a pagar parte de la pensión para los niños...Y hasta sobre Ruth, digamos ya sin careta: "no sé que es lo que quiere, si quiere renovar, hacer el master, estar con su querido..."
El querido, como escribe Bretón no existe. Que no sería ningún pecado, pero no existe. Es un antiguo amigo al que su esposa hace más de diez años que no ve. En fin, que este tipo recoge a los niños, le deja la carta a su mujer y se va a Córdoba, donde los niños llegan sanos y salvos y duermen con sus abuelos.
Llegamos al 8 de octubre. Ruth escribe a dos amigas: "Tengo miedo por mí y por los niños". "Es maniático, machista, celoso, obsesivo...". Todavía no sabía lo que iba a ocurrir. La mañana del día 8, Bretón contó que se quedó con sus hijos y sus sobrinos en casa de su hermana Catalina mientras ella se iba a hacer la compra al Carrefour. Hacia la una y veinte de la tarde, fue a casa de los abuelos, de donde salió rapidísimo porque había quedado para comer con unos amigos. La abuela le reprendió por no dar de comer a sus hijos, pero se fueron los tres, Bretón y sus dos niños. Esa tarde, hacia las seis, Bretón acudió con sus hijos, dice, al parque Cruz Conde de Córdoba. Los niños iban andando (el pequeño casi no sabe caminar), él iba detrás, dice que estaba cansado y que se sentó en un banco de ejercicios, miró hacia un lado y luego, al volver la vista, ya no vio a sus niños.
Esa es la versión de José Bretón, que mantiene en lo básico, en lo principal, aunque ha cambiado en algunas cosas. Ha cambiado según la policía iba descubriendo cosas. Por ejemplo, no fue a comer con nadie, sino que se llevó a sus hijos a la finca familiar, donde una cámara de seguridad cercana grabó su coche llegando poco antes de las dos de la tarde, y saliendo hacia las cinco y media. Además, el juez cree que los niños no llegaron al famoso parque. Una cámara de seguridad de la zona muestra el coche de Bretón circulando hacia allí a las seis menos dos minutos. Y un estudio de la Universidad de Valencia afirma que en la parte de atrás del coche no va nadie (es decir, que Bretón va solo hacia el parque). Se hicieron además dos reconstrucciones con el coche, una con muñecos y otra con dos niños del tamaño de Ruth y José y esa misma cámara, con las mismas condiciones de luz, tráfico y visión, captaba solo su imagen.
Esa grabación y otros datos, por ejemplo, nadie y había más de 300 personas, vio a los niños en el parque Cruz Conde. Y hasta allí fue su esposa, Ruth Ortiz.
Ruth había denunciado malos tratos la misma noche de la desaparición, después de que su marido le dijera: "me ha tocado perder a los niños, te podía haber pasado a ti". El día 17 de octubre, nueve días después, Bretón la llamó y le dijo: "los niños siempre estarán y ya está, hay que tirar para adelante, es la ventaja que tenemos". Ella, tres días antes, le había dicho, gritado incluso por teléfono: "Tú te los llevaste y tú me los tienes que traer, tú te los llevaste y tú me los tienes que traer"
Y llegamos al 28 de diciembre. Bretón lleva más de dos meses en prisión. Y su esposa acude a verle para tratar de recuperar a sus hijos. Una escena tremenda. La mujer tuvo que fingir que estaba dispuesta a volver con él y hasta hacer un resumen escrito de lo que ocurrió.
"Todo es posible José, todo se puede hablar cuando aparezcan los niños", le dijo Ruth, lo que tuvo que ser un triunfo para su marido. En el resumen que hace Ruth, se lee como Bretón critica a la policía y aprovecha para intentar saber algo de la investigación: "no está haciendo nada, mi hermano llama mucho y nunca le cuentan nada, ¿a ti te cuentan algo?". Luego añade: "solo están pendientes de mí, todo se centra en mí. Si a mí me pasara algo, qué ocurre, me voy con el secreto a la tumba, ¿tu lo ves lógico?. Y llega el momento en que su marido le pregunta: ¿tú que piensas? y ella responde: "que no los has perdido, José".
Esta madre le recuerda que su hijo pequeño va agarrado, que no sabe casi caminar. Y escuchen la respuesta de este hombre… Le contestó: "hace poco ha salido una noticia de una niña de tres años que los padres se despistaron un segundo y apareció en la piscina". Bretón además quiere seguir adelante con ella, no parece preocupado por los niños: "nos pasó lo de las latas (se refiere a aquel envenenamiento) y ahora nos ha pasado esto. Tenemos que ser fuertes y sobrellevarlo. Si ahora me echan la culpa, no me parece bien, pero lo asumo."
Si los niños no aparecen, puede ser condenado a un máximo de 24 años por dos delitos de detención ilegal. Si aparecieran muertos, y se le acusara de asesinato, casi el doble.
En fin, ojalá que la policía culmine ese intenso trabajo. Y que el culpable esté mucho tiempo en prisión. Y terminamos con un diálogo en la cárcel entre la madre de los niños y el padre y acusado de su desaparición. Ruth le pregunta a José Bretón, "la niña quería la casa de muñecas de Las Barriguitas para Reyes, ¿voy a poder comprársela? y este hombre contesta: "tú cómprala, no te voy a quitar ese deseo".