Manu Marlasca y Luis Rendueles

Daniel Sancho no es el único: los otros criminales españoles encarcelados en Tailandia

Manu Marlasca y Luis Rendueles nos hablan de los otros dos españoles encarcelados en Tailandia y acusados de asesinato.

Todas las claves del caso Daniel Sancho: cronología y fechas clave del asesinato de Edwin Arrieta

ondacero.es

Madrid | 18.09.2023 18:16

Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho, ha sido el triste protagonista del verano. Está acusado de asesinar y descuartizar en Tailandia a Edwin Arrieta, un médico colombiano. Él mismo ha confesado su crimen y espera a que acabe la instrucción judicial en una cárcel de aquel país. Allí no es el único español acusado de asesinato. Hay otros dos en prisiones de Tailandia, de los que hoy nos van a hablar en su Territorio Negro Luis Rendueles y Manu Marlasca.

Empecemos por Empecemos por recordar la actual situación de Daniel Sancho, ese joven aspirante a cocinero convertido en asesino aún no se sabe por qué razones.

Y no sabemos si algún día lo llegaremos a saber. Lo cierto es que Daniel Sancho, de veintinueve años, fue detenido el pasado 5 de agosto, cuando confesó el asesinato y descuartizamiento de Arrieta, que tuvo lugar tres días antes en la isla turística de Koh Phangan, al sur de Tailandia. Daniel confesó haber desmembrado en diecisiete partes el cuerpo del colombiano. Repartió los fragmentos del cadáver en maletas y bolsas de basura, que dejó por todo Koh Phanghan. Sancho confesó a la policía que las partes más grandes no le cabían, de ahí que optara por tirarlas en otra parte, incluyendo el mar. De hecho, aún no se han recuperado algunas partes fundamentales, como el tórax de la víctima.

¿Qué futuro le espera a Daniel en Tailandia?

De momento, permanece ingresado como preventivo en la cárcel de Koh Samui. Allí espera a que la Policía y los forenses finalicen la investigación sobre el crimen del cirujano plástico Edwin Arrieta. Después, se enfrentará a un juicio en el que podría ser condenado a cadena perpetua, ya que la pena capital, aún vigente en Tailandia está en claro retroceso: desde el año 2009 solo se ha ejecutado a dos personas, ambas tailandesas. En caso de ser condenado a cadena perpetua, podría solicitar la aplicación de un acuerdo existente entre España y el país asiático para acabar su condena –que sería de prisión permanente revisable– en nuestro país. Eso sí, debe pasar un mínimo de ocho años encarcelado allí.

Los otros dos españoles acusados de asesinato en Tailandia

Y allí, en Tailandia, hay otros dos españoles que están entre rejas acusados de asesinatos. El primer caso del que nos vais a hablar guarda bastantes similitudes con el de Daniel Sancho. Se trata de Artur Segarra. ¿Quién es este hombre?

Segarra, que ahora tiene cuarenta y tres años, se había instalado en Tailandia huyendo de la justicia española. Los Mossos lo consideraban uno de los líderes de un grupo que estafó en Cataluña a un centenar de ancianos, con contratos abusivos de compraventa de sus casas a cambio de una renta vitalicia que nunca llegaba.

Segarra y un notario hacían creer a los ancianos que firmaban hipotecas inversas, a cambio de una renta vitalicia, pero en realidad eran contratos de compraventa, con cláusulas abusivas. Además, los compradores eran testaferros que pedían créditos sobre esas viviendas y desaparecían, condenando a los ancianos a ser desahuciados. Segarra estaba acusado de pertenencia a organización criminal, estafa, falsificación documental y blanqueo.

Y en el año 2016, este prófugo catalán es detenido en Tailandia acusado del crimen de un compatriota, David Bernat.

Bernat, que trabajaba como consultor de telecomunicaciones en Tailandia desde cinco años antes de su muerte, y Segarra se conocían previamente y a veces coincidían de fiesta por Bangkok. La víctima, con negocios fuera del país, y su asesino quedaron el 19 de enero de 2016 en Bangkok, noche en la que Segarra secuestró a Bernat y lo retuvo durante siete días en el apartamento que tenía alquilado en Bangkok. En ese tiempo, según la investigación, lo torturó con el objetivo de acceder a sus cuentas bancarias. Los investigadores detectaron movimientos de grandes cantidades de dinero –más de novecientos mil euros– desde las cuentas de Bernat hacia bancos españoles, y también constan transferencias a cuentas de Segarra. Además, el detenido fue grabado retirando grandes sumas de cajeros automáticos en Bangkok después de la desaparición de Bernat.

¿Cómo se descubrió este crimen?

Los primeros restos del cadáver descuartizado de Bernat fueron encontrados el 30 de enero en el río Chao Phraya, que atraviesa Bangkok, y seis días después la Policía identificó a Segarra como el principal sospechoso. El cadáver había sido desmembrado en siete partes. Al igual que Sancho, Segarra fue captado por varias cámaras de seguridad mientras compraba las herramientas con las que descuartizó a Bernat.

La Policía también encontró imágenes de Segarra saliendo de su piso en Bangkok en motocicleta y cargado con grandes bolsas y cajas, para regresar horas después sin los bultos. En el apartamento del asesino además se encontraron rastros de sangre en las cañerías, cuyo análisis posterior determinó que eran de la víctima.

¿Y fue detenido con tanta rapidez como Daniel Sancho?

No, cuando sintió los pasos de la Policía cerca de él, Segarra huyó a Camboya y allí una pareja que cenaba en un restaurante español vio su imagen en la televisión, le reconoció y avisó a las autoridades camboyanas, que lo detuvieron y lo entregaron a Tailandia en muy poco tiempo. El 8 de febrero ya estaba en una prisión tailandesa y comenzó un proceso que judicial que ya ha acabado, al menos allí.

¿Qué dijo la justicia tailandesa sobre este crimen?

A su llegada a Bangkok, en febrero de 2016, Segarra ingresó en prisión provisional mientras la policía continuó con las pesquisas, en las que no contó, a diferencia de en el caso de Sancho, con la colaboración del detenido, que mantuvo su inocencia durante todo el proceso, pese a las abrumadoras pruebas que había contra él. El 21 de abril de 2017, un tribunal de justicia en Bangkok admitió todas las pruebas presentadas por las autoridades y condenó al español a la pena de muerte, una sentencia que mantuvo el tribunal de apelaciones el 13 de junio de 2018 y dejó en firme el Supremo el 20 de noviembre de 2019.

El español también fue culpado de otros doce delitos además del crimen, entre ellos secuestro y tortura, motivados según la sentencia, para robar el dinero que la víctima tenía en una cuenta corriente en Singapur. Segarra confesó por primera vez ser el autor del crimen en una carta, fechada el 23 de diciembre de 2019, con el objetivo de pedir clemencia al rey de Tailandia y evitar su ejecución. El asesino admitió en la carta que la noche del 19 de enero de 2016 mató a Bernat al reaccionar de manera violenta durante una abrupta pelea con la víctima, aunque no dijo nada sobre lo que sucedió después del asesinato. El 17 de agosto de 2020, el rey de Tailandia concedió un perdón real con motivo de su 68 cumpleaños del que se benefició Segarra, quien vio reducida su condena a la cadena perpetua, lo que le abrió la puerta a un traslado a una cárcel española.

Hay otro español en las cárceles tailandesas. Concretamente en la misma en la que está ingresado Daniel Sancho.

Así es. Se trata de Carlos Alcañiz Morales, nacido en Terrasa (Barcelona), curiosamente la misma ciudad de origen de Artur Segarra. Alcañiz tiene ahora treinta y siete años y lleva encarcelado en Tailandia desde mayo del año 2020, acusado de haber matado a cuchilladas al chileno René Patricio Guzmán en Ben Tai, al sur de Tailandia. Alcañzi también estaba en el país asiático después de haber tenido problemas con la justicia española.

¿También era un prófugo, como Segarra?

No exactamente. Cuando Carlos tenía dieciocho años entró con su coche a toda velocidad en un paso de peatones de una céntrica avenida de Terrasa y atropelló a una anciana, que murió a consecuencia de las heridas. Alcañiz se dio a la fuga, pero finalmente fue detenido. Alegó haberse puesto nervioso y lo cierto es que nunca llegó a cumplir condena por este homicidio impudente.

Alcañiz viajó varias veces a Tailandia desde entonces. Alternaba sus visitas allí con estancias en España, hasta que en 2015 se instaló definitivamente en el sur del país asiático, donde, según sus redes, que continúan abiertas, llevaba una vida plácida. Aseguraba haber hecho mucho dinero en el sector turístico, en el que estaba trabajando cono profesor de pádel. Decía, incluso, haber adquirido un hotel y practicaba las artes marciales. Y algo no debía andar bien en su cabeza, porque se hacía llamar el elegido.

¿El elegido? ¿El elegido para qué?

Antes de ser detenido, Alcañiz estaba impulsando una especie de ONG con la que decía estar recaudando dinero

para los habitantes de Tailandia más necesitados. En sus redes aseguraba haber invertido tres mil euros en el proyecto y estaba dispuesto “a donar mi Playstation 4, mis instrumentos musicales y todo lo que haga falta para conseguir comida. Mi proyecto es increíble, quiero pagar gente por ayudarme a construir. Cada uno con materiales naturales”, según escribió en Twitter dos días antes de ser detenido.

En esa ONG, los Elegidos, también se encontraba René Patricio Guzmán, un consultor informático y veterinario nacido en Santiago de Chile, que vivía en una isla del sur de Tailandia. Tocaba la guitarra, practicaba el surf y se relacionaba con otros españoles e hispanoamericanos como Carlos Alcañiz, que le hizo partícipe de su proyecto y de su círculo social más íntimo. A él y a una joven de nacionalidad china que aparentemente era pareja del chileno.

Ese chileno llamado René acabó siendo la víctima de Alcañiz.

Así fue. El 10 de mayo de 2020, el chileno René Guzman y su novia china estaban descansando en la casa que el sudamericano tenía alquilada en el municipio de Ban Tai, una zona poco habitada de la isla, con vegetación muy frondosa y pocos vecinos a los que pedir ayuda. Carlos Alcañiz, por motivos que nunca se han sabido, saltó la valla,

apuñaló hasta la muerte a su amigo chileno con un machete de grandes dimensiones y luego se dio a la fuga con una motocicleta. La policía lo interceptó a los pocos kilómetros, cuando la moto cayó en una zanja, lo redujo y lo detuvo. Allí se grabó un vídeo que se hizo muy popular en Tailandia en el que Carlos, sin camiseta y ensangrentado tras haber sido reducido por los agentes, se dirigía a la cámara preguntando en inglés si podía decirle algo a los espectadores.

¿Dio alguna explicación sobre el crimen cuando fue detenido?

Tras ser interrogado en la estación de policía de Koh Phangan, Carlos Alcañiz hizo una declaración confusa sobre una persona que quería asesinarlo. Tras buscar en sus archivos, la policía tailandesa encontró que el hombre había robado con anterioridad al menos tres motocicletas, por lo que quedó detenido bajo cargos de homicidio premeditado, tenencia de armas y robo. Sus familiares, que no han aparecido en los medios de comunicación, sostienen que Carlos actuó en medio de una crisis de esquizofrenia agravada por el consumo de drogas.

El día a día en una cárcel de Tailandia

De momento, Alcañiz y Sancho están en una situación parecida, a la espera de juicio y en la misma cárcel del sur de Tailandia. ¿Qué se sabe de esa prisión? ¿Qué vida llevan allí los internos? Me imagino que será muy diferente a un centro penitenciario español.

Sancho está ahora en la enfermería, aquejado de una hernia discal, así que comparte una celda con cinco internos. Cuando acabe su estancia allí y pase a los módulos convencionales, convivirá con entre veinte y cuarenta reclusos, que duermen en colchones en el suelo de las celdas. Aún así, Koh Samui no es una de las prisiones más hostiles de Tailandia ya que aún cuenta con más de un centenar de plazas libres, gran diferencia con respecto a otros penales que están sobresaturados y con un nivel de hacinamiento y falta de higiene. A los internos se les corta el pelo y la barba nada más llegar, cuentan con solo diez minutos para su aseo personal y subsisten a base de raciones de arroz con huesos de pollo. El día comienza a las seis de la mañana, cuando un funcionario despierta a los internos con un silbato. Se lleva a cabo el primero de los múltiples recuentos de la jornada. En ellos cada preso debe decir su nombre en alto y en idioma thai. Los preventivos lucen un uniforme marrón y los condenados, uno azul. Todos están obligados a dormir con las luces encendidas.