EL BLOG DE TERRITORIO NEGRO

El asesinato del general Prim, un crimen sin resolver

El territorio de hoy tiene un matiz distinto de negro. Cierta pátina añeja, porque hoy hablamos de un crimen del S.XIX, un crimen apasionante: El magnicidio, el asesinato político más misterioso de nuestra historia reciente. El atentado contra el jefe de gobierno, el general Juan Prim, cometido en Madrid el 27 de diciembre de 1870. Es a nuestro país algo similar a lo que el crimen del presidente John Kennedy en 1963 fue a Estados Unidos.

ondacero.es

Madrid | 18.06.2012 19:43

Amadeo de Saboya ante el cadáver de Prim
Amadeo de Saboya ante el cadáver de Prim | Antonio Gisbert Pérez

El de Prim, como el de Kennedy, fue un crimen sin resolver, con sospechosos importantes, culpables de medio pelo y que cambió la historia. Aún hoy, la momia del general Prim sigue en su ciudad, en Reus, y el sumario de ese caso, 18.000 folios manuscritos de la época, acaba de ser rescatado por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En este Territorio Negro, contamos las claves de ese asesinato, que tuvo cronistas como el conde de Romanones, Benito Pérez Galdós o Valle Inclán.

De los casi 200 territorios negros que vamos a celebrar muy pronto, este es el más viejuno. Hacemos un viaje en el tiempo a la España de 1870, donde el general Prim era el hombre más poderoso del país, el jefe del gobierno. ¿Cómo había llegado hasta allí?

Juan Prim había nacido en Reus (Tarragona), en 1814. Fue un héroe de guerra, había luchado contra los carlistas y también en Marruecos. Y era, además, un destacado liberal, liberal al estilo norteamericano, es decir, progresista. Esos dos partidos, Liberal y Progresista, fueron los suyos durante el largo reinado de Isabel II. Conforme ese reinado corrupto se fue alargando y deteriorando, Prim participó en conspiraciones para derribar a la reina borbón. Acabó exiliado en Londres y convirtiéndose en, digamos, el mito, la esperanza del pueblo español para dirigir una revolución y cambiar las cosas. Se decía, por ejemplo, que había llegado a Reus, disfrazado, oculto dentro de una bota de vino gigante...

Pero al final Prim llegó a España, lo hizo disfrazado. Y dirigió una revolución que se llamó La Gloriosa. El 12 de septiembre de 1868, Prim viajó desde Londres hasta Gibraltar a bordo del vapor Buenaventura. Lo hizo disfrazado de criado de unos ingleses. El 3 de octubre, Prim entraba triunfante en Barcelona, donde dos días antes se había proclamado la Primera República. Y allí gritó su célebre "Abajo los Borbones". Dos días después, Prim entró en Madrid y formó parte ya del gobierno provisional. La reina Isabel II se fue al exilio.

Triunfa esa revolución, La Gloriosa, y empiezan los problemas para sus líderes, como ocurre muchas veces en la historia. En 1869 hubo elecciones, que el partido de Prim, el progresista, ganó con claridad. Lo nombran entonces jefe de gobierno y aparta del poder al todopoderoso general Serrano, conocido por el pueblo como El general bonito. Serrano había sido hombre para todo, y decimos para todo, de la reina Isabel II. Y, poco después, Prim decepciona a otro grupo de sus partidarios, los republicanos y federalistas, muchos de ellos catalanes, porque decide apostar por una monarquía parlamentaria.

Aquella famosa frase de Prim a sus paisanos: "catalanes, quereis correr demasiado. No corrais tanto que podríais tropezaros". Valle Inclán escribiría luego sobre el general catalán: "hombre teatral y autoritario, de mucha cautela y cortas verdades. A pesar de sus jactancias revolucionarias, era cínicamente reaccionario". Lo cierto es que, durante aquel sexenio revolucionario, sobre todo en Madrid y Barcelona, folletos y hojas volanderas de todo tipo, periódicos más o menos serios, animaban a tal o cual pretendiente contra otros. Estaban pagados por políticos, empresarios y banqueros, interesados, claro. En eso hemos cambiado, nadie duda que los medios de comunicación somos mucho más independientes ahora.

Prim controla el Parlamento y el gobierno. Y decide traer un rey extranjero para España. El 15 de noviembre de 1870, las Cortes eligen a Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Y según ese sumario que ahora rescatamos, ya entonces hubo planes para matar  a Prim.

La causa del asesinato de Prim, la número 306/1870, recoge dos planes frustrados para matar al presidente en octubre y noviembre de 1870. Se detuvo a varias personas y el sumario recoge sus interrogatorios, que dejaron algunas cosas muy claras: a varios de ellos les iban a pagar diez pesetas diarias mientras estuvieran dedicados al plan criminal y cinco mil duros más cuando hubieran matado al presidente Prim.

Uno de los asesinos frustrados, apellidado Ciprés, declaró en el sumario que el dinero se lo entregó "al llegar a la estación, don José María Pastor". Otro de los sicarios, José López, declaró desde prisión que el que financiaba todo el plan era don Felipe Solís y Campuzano. En los dos casos, eran nombres importantes, palabras mayores.

¿Quienes eran los señores Pastor y Solís, que supuestamente, –porque 142 años después aun no lo sabemos–, contrataban sicarios para atentar contra el presidente Prim?…

Don José María Pastor era lo que hoy llamaríamos jefe de seguridad personal del duque de la Torre, el general Francisco Serrano. El general bonito, el que había sido jefe y amante de la reina Isabel II y al que Prim había apartado del poder.

Le había hecho Regente, un cargo simbólico. Y el segundo pagador del crimen, don Felipe Solís y Campuzano, era el secretario personal del duque de Montpensier, don Antonio de Orleans.

El duque, cuyo nombre era Antonio de Orleans, era hijo del destronado rey Luis Felipe de Francia. Se había instalado en España y casado con Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel II. Pese a esos lazos familiares, Montpensier colaboró para echar del país a su cuñada y a la familia de su esposa, los Borbones. Luego, trató de que Prim y las Cortes le apoyaran para ser rey, sin conseguirlo.

Hay un plan para matar al presidente Prim, que fracasa, en noviembre de 1870, justo antes de que el Parlamento eligiera rey a Amadeo de Saboya. Y llegamos al 27 de diciembre, cuatro días antes de que el nuevo rey llegue a España. Esa tarde, cayendo la noche y la nieve en Madrid, el general Prim sale del Congreso de los Diputados y se va en carruaje hacia su domicilio, junto a la plaza de Cibeles.

Lo mejor es leer lo que escribió el gobernador de Madrid al juez tres cuartos de hora después del ataque, aquel 27 de diciembre de 1870: "En este momento acaba de perpetrarse un horrible atentado. Al retirarse el señor Presidente del Consejo de Ministros del  Palacio de Congreso en unión de sus ayudantes, los señores Moya y González Nandín, los tres en el carruaje del primero, en la calle del Turco esquina a la de Alcalá recibieron una descarga de arma de fuego hecha por cuatro asesinos que salieron de otros tantos carruajes de alquiler

Con los cuales y para dar el golpe sobre seguro interceptaron el paso al coche del señor Presidente, que está herido, como también su ayudante el señor Nandín. Me apresuro a ponerlo en conocimiento de Vuestra Señoría para los efectos oportunos".

Estamos leyendo lo que escribió el gobernador de Madrid, Rojo Arias, al primer juez encargado del caso, que se llamaba Francisco García Franco. Antes mencionamos que había dos personas muy importantes que podrían haber encargado el crimen.

Las investigaciones por este atentado duraron diez años y en ellas participaron hasta 13 jueces y varios fiscales. El primero, Joaquín Velando, fue muy combativo, y se atrevió a encarcelar al jefe de escoltas del General Serrano y a imputar y procesar al secretario del duque de Montpensier y al propio duque, que se escondió durante un tiempo en Francia. Sería algo así como acusar hoy a dos de los políticos más importantes y al cuñado de la reina de España. Y lo que ocurrió, y las comparaciones con el presente quizá sean odiosas, es que los jueces y el fiscal que se atrevieron a hacerlo fueron destituidos.

Volvamos a finales de 1870. El presidente del gobierno agoniza de sus heridas y muere tres días después. Mientras, la investigación avanza, al menos en principio. La recuperación del sumario permite que buceemos en lo que ocurrió. Varios testigos señalan que los sicarios que mataron a Prim hicieron tiempo en una taberna y que alguno se refugió después dentro del palacio del general Serrano. Una mendiga habitual de la zona llamada Josefa a la que la policía toma declaración, señala también a don José María Pastor, jefe de escoltas de Serrano, dice que estaba en el lugar y el momento del crimen y  que no lo olvidaba porque le dio una peseta de limosna cuando le salió al paso tras el atentado.

En el sumario consta también que el ayudante de Prim, González Nandín, que fue herido pero sobrevivió al atentado, asegura que los asesinos fueron unas doce personas y entre ellos identifica la voz de un conocido periodista republicano, José Paúl y Angulo.

Varias pruebas apuntan a que el crimen lo financiaron elementos monárquicos, absolutistas, como el general Serrano y el tal Montpensier.  Pero se preguntarán ¿qué pinta aquí un republicano radical? ¿Quién era José Paúl y Angulo?

Paúl y Angulo era periodista y dirigía un panfleto llamado El Combate cuyo lema de cabecera era "Viva la República Democrática Federal". El Combate tenía una sola hoja y el último número salió el día antes del asesinato. Paúl y Angulo estaba muy decepcionado con Prim por no traer la República y escribió cosas como: "llegará el día de vuestra expiación", "se acerca el momento" o "iremos a la revolución violenta y justiciera". Algunos comparan el papel de ese periódico, como mínimo, con el que tuvo el diario ultra El Alcázar y aquel Colectivo Almendros en el golpe de estado del 23F de Tejero

Es difícil hablar de pruebas como las entendemos hoy. Pero sí hay testimonios en el sumario que aseguran que Paúl y Angulo habría organizado el crimen porque alguien importante le pagó para ello 70 mil duros que iba a utilizar para financiar su periodico y su causa republicana.

Lo cierto es que uno de los sicarios, al que llamaban El Membrilla, era de su misma facción republicana, y que Paúl y Angulo huyó de España el día del atentado. Fue condenado a muerte en rebeldía y ya no volvió. Desde Francia escribió un libro defendiendo su inocencia y culpando del plan criminal al general Serrano.

Se habló de cuatro asesinos, luego de seis... El principal hallazgo del sumario es un documento con los nombres de los que habrían sido los doce hombres que acribillaron a Prim. Fueron, además del periodista Paúl y Angulo, los llamados trabucaires, asesinos a sueldo que tiraban de trabuco: Benito Rodríguez, N.Camacho, Ramón Arnella, Luis Villanueva, Francisco Villanueva –alias Pacorro–, José Martínez, José Maza, Juan Monferrer, Adrián Ubillos, José Montesinos y Francisco Huertas, alias El Carnicero.

Doce supuestos asesinos y todos se escaparon, algunos como este Carnicero, huyeron cuando estaban acorralados en un conocido café de Madrid. En fin, todo muy sospechoso.

Prim, ya lo hemos dicho, murió tres días después. Ahora los expertos de Criminología de la Camilo José Cela van a examinar su momia, que está en Reus, para tratar de averiguar si fue así, porque en esos tres días de agonía de Prim, el juez no pudo verlo ni una sola vez. Valle Inclán denunciaría años después: "no declararon ni la víctima ni el dueño de la tasca donde estuvieron reunidos los asesinos en acecho del momento oportuno".

Al día siguiente de la muerte de Prim, y ya sin su valedor, llegó a España el que sería Amadeo I, que duraría apenas tres años antes de dar paso a la Primera República. Las investigaciones siguieron abiertas, incluso tras saberse que el asesino llamado El Carnicero era amigo del jefe de seguridad del general Serrano. Así lo reconoció este.

Solís y Campuzano huyó a Londres, y luego regresó a Villafranca de los Barrios, en Badajoz, donde fue detenido. Acusado, había publicado cartas en un periódico de su cuerda, llamado La Época, donde defendía su inocencia. Al estilo de lo que hoy harían suponemos en algunos programas de televisión, los acusados, incluso los encarcelados, financiaban hojas volanderas o folletos con su versión de los hechos que eran repartidos por las calles. Así, un sicario escribe en un folleto: "señor don Felipe Solís, ¿qué partido político estrecha la mano de un comprador de reyes a costa de asesinatos?".

El jefe de Solís, el duque, también fue acusado. Había contra él varios testimonios, por ejemplo el de un trabucaire, José López, que dijo haberse reunido en casa del duque donde le propusieron el crimen. Además, varios de los sicarios que habían tratado de matar a Prim sin conseguirlo, entregaron luego al juez una tarjeta en forma de triángulo. Unidas las tres, formaban el escudo del duque de Montpensier.

Mientras ese sumario avanza a trompicones, en el país ocurren cosas constantemente, es una época convulsa, y en 1873 llega el golpe de estado del general Pavía, que derriba la República.

Con Pavía vuelve al poder el general Serrano y un año después, se decide que los Borbones vuelvan al trono de España, justo lo que Prim prometió que no sucedería jamás, jamás, jamás. Eso sí, no vuelve al trono Isabel II, sino su hijo, Alfonso XII, y eso hiere de muerte las pesquisas.

Primero porque seguramente quienes mandaron matar a Prim ayudaron luego a traer a España a Alfonso XII. Y segundo, porque la esposa de Alfonso, la reina María Mercedes era hija del duque de Montpensier, uno de los supuestos cerebros del asesinato de Prim. Así que tanto el padre de la reina, Montpensier, como su secretario, Solís y Campuzano, y el jefe de escoltas de Serrano, Pastor, fueron liberados de toda culpa y el sumario Prim quedó sepultado ante las dudas de las personas más notables de la época.

Primero el conde de Romanones, que fue presidente del gobierno con Alfonso XII, digamos que avaló la versión oficial, el cierre de todo el asunto y la culpabilidad principal de aquel periodista republicano. Valle Inclán, que siempre defendió a Paúl y Angulo, escribiría: "el conde de Romanones sabe tantas cosas que se asusta solo de pensar en ellas y le tiemblan las carnes con el temor de que algún día no pueda vencer la tentación de poner paño al púlpito".

Valle Inclán conocía el talante violento de Paúl y Angulo, pero creía que era poco mordedor digamos. O como lo dijo él, con mucha más brillantez: "puesto en el trance de cumplir todas sus amenazas de muerte, hubiera necesitado un cementerio para sus víctimas, como don Juan Tenorio".

Pero un cronista mucho más imparcial y libre, y con más talento, que el conde de Romanones también avaló la versión oficial. Nada menos que don Benito Pérez Galdós en uno de sus episodios nacionales.

Y por mucho que nos moleste, que somos grandes seguidores de Galdós, Valle Inclán –que le odiaba y le llamaba don Benito el garbancero por su gran productividad que diríamos hoy– quizá tuviera razón en que Galdós no se atreviera a contar la verdad. Hay un texto de Julio Caro Baroja en el que cuenta como su tío, el enorme Pío Baroja, le explicó que Galdós le contó "ce por be" toda la conspiración para matar a Prim, pero que luego cuando leyó el episodio nacional, vio que "don Benito había escamoteado casi todo. Aun de viejo se lamentaba Baroja de no haber escrito la conversación".

El sumario lo recuperó de los archivos judiciales el jurista Pedrol Rius a finales de los años cincuenta, en pleno franquismo. Pedrol, según algunos testimonios avisó de que allí había una bomba (no olvidemos que Franco finalmente optó también por un Borbón) y ahora, cuando los criminólogos de la Camilo José Cela han tratado de acceder al sumario, han visto que faltan casi la mitad de los folios, por ejemplo un tomo entero, el número 42 y mucha información sobre los poderosos de la época. Toda la verdad ya no se sabrá. Aunque mucha de ella puede intuirse.