Entrecorcheas con Irene Ortega 06/10/20

Programa nº 25: "Viaje Marítimo, Op.49" de Joaquín Turina

Irene Ortega, músico violoncellista regresa con su sección Entrecorcheas y lo hace con el Viaje Marítmo, Op.49 del sevillano Joaquín Turina.

Julián Vigara

Murcia | 06.10.2020 14:38

Joaquín Turina Pérez (Sevilla, 9 de diciembre de 1882-Madrid, 14 de enero de 1949) fue un célebre compositor español, músico y musicólogo destacado representante del nacionalismo musical en la primera mitad del siglo XX. Junto a Manuel de Falla e Isaac Albéniz produjo las obras más relevantes del impresionismo musical en España. Sus obras más importantes son Danzas fantásticas y La procesión del Rocío.

Joaquín Turina nació en Sevilla el 9 de diciembre de 1882.​ Su padre, Joaquín Turina y Areal, era un pintor costumbrista, y su madre, Concepción Pérez, era hermana de la Divina Pastora de Cantillana y cantaba en el coro de mujeres de su hermandad.​

Desde pequeño fue conocido como un niño prodigio. Con tan solo cuatro años improvisaba virtuosamente en el acordeón que le había regalado una de sus criadas. Tuvo la oportunidad de recibir sus primeras clases de música en el Colegio del Santo Ángel y era el encargado de acompañar al coro de niñas.

En el colegio de San Ramón cursó el bachillerato y empezó los estudios de piano con Enrique Rodríguez. Evaristo García Torres, maestro de capilla de la Catedral de Sevilla, fue quien le enseñó gran parte de los conocimientos de armonía y contrapunto que el compositor puso en práctica en sus obras artísticas.​

Fue el 14 de marzo de 1897 cuando, en la sala Piazza de Sevilla, Turina se presentó oficialmente ante el público. La presentación se dio en un recital organizado por la Sociedad de Cuartetos. Interpretó una Fantasía sobre el Moisés de Rossini de Segismundo Thalberg. Ese acontecimiento tuvo muy buena crítica por parte de la prensa local, las cuales reconocieron y destacaron el éxito y la superación virtuosa de la obra. Debido a la gran acogida del público y de la prensa, un mes después, tuvo lugar en el mismo sitio otra actuación del compositor sevillano. Esta vez experimentó con la composición para teclado y conjuntos de cámara. Su primera obra orquestal es Coplas al Señor de la Pasión, escrita para la Hermandad de Pasión y estrenada en la Iglesia del Salvador con una orquestita de veinte músicos, coro de hombres, tenor y barítono, dirigidos por el autor. El gran interés que sentía por la música clásica le impulsó a crear con quince años su primera ópera, La Sulamita, basada en un libro de Pedro Balgañón. Tenía un gran afán de superación y cada vez quería crear obras de más categoría.

Turina empezó estudios de medicina, pero decidió retirarse y dedicarse profesionalmente a la música con su maestro, ya mencionado, García Torres. Este le advierte la necesidad de trasladarse a Madrid. Su padre le apoyó en todo momento, incluso financiando sus estudios y declarando en su testamento el deseo de que su hijo dispusiera de su dinero para seguir con su carrera artística.

Finalmente, en 1902, se traslada a Madrid e inicia sus estudios con José Tragó. Turina, tras llegar a la capital española, acude al Teatro Real para escuchar un concierto sinfónico sobre la Quinta Sinfonía de Chaikovski. Los conciertos orquestales eran los que más apasionaban al compositor. Incluso por encima de la ópera y la zarzuela. El padre de Turina, muy volcado con la carrera artística de su hijo, intenta mover hilos para que se pueda estrenar la ópera de su hijo, La Sulamita, en el Teatro Real. Pero no tuvo éxito y nunca pudo estrenar su ópera. El 14 de marzo de 1903 se presenta ante el público madrileño en el Ateneo, con obras de Scarlatti, Beethoven, Schumann, Wagner y tres obras propias hoy desaparecidas: La danza de los elfos, Variaciones sobre cantos populares y Gran polacca. En Madrid no impartió clases de composición, pero si que perfeccionó su nivel pianístico.

El año 1903 mueren sus padres y, siguiendo el consejo de su profesor, se traslada a estudiar a París. Joaquín Nin, un buen amigo suyo y gran conocedor de la vida musical parisina, le aconseja que imparta clases con el maestro alemán Moritz Moszkowski. Pero parece ser que las clases no convencen a Turina, ya que él mismo le escribió a su novia diciéndole: «Aparte de avanzar algo en la técnica de la digitación de las escalas, poco más aprendí».

A partir de esta situación inicia sus estudios de composición con Vincent D’Indy, en la Schola Cantorum, los cuales alternaba con sus actuaciones como intérprete de sus propias obras. El 29 de abril de 1907 se presentó al público parisino de la Sala Aeolian. Se presentó en solitario con su Poema de las estaciones. Tuvo muy buena acogida y al cabo de una semana, en la misma sala, estrena su Quintento en sol menor con el Cuarteto Parent. La obra tuvo tanto éxito que fue premiada en el Salón de Otoño de 1907.56​ Una anécdota sobre este acontecimiento es que, el propio Turina, confiesa que la conversación que tuvo con Albéniz y con Falla ese mismo día fue realmente el premio que obtuvo. Describe la conversación con los dos genios españoles como “la metamorfósis más completa de su vida”. En esa conversación, Albéniz le aconsejó que no escribiera más música con influencia francesa y que se dedicara por completo al canto popular español y andaluz

En 1914 estrena la comedia lírica Margot, op.11, con libreto del matrimonio formado por Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, que serían sus colaboradores habituales para las obras teatrales: Navidad (1916), La adúltera penitente (1917) y Jardín de Oriente (1923). En 1919 formó parte como pianista del Cuarteto Francés, y más tarde en el Quinteto de Madrid. Trabajó como director de orquesta, donde obtuvo grandes éxitos, llegando a dirigir las representaciones de los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev (1918). En 1929 firmó un acuerdo con la editorial Unión Musical Española para la composición de obras de piano.

En enero del año siguiente, en el Ateneo de Madrid, tiene lugar un concierto de jóvenes músicos españoles. Los protagonistas son Falla y Turina. Su repertorio se centró en la música sinfónica, de cámara, canciones y sobre todo, obras para piano, que dentro de su producción artística son los que más abundan. Lo contrataron como maestro concertador en el Teatro Real en las mismas fechas que, como compositor, estrenaba las Danzas fantásticas, la Sinfonía sevillana, Sanlúcar de Barrameda, Jardín de Oriente, La oración del torero y el Trío n.º 1.

Durante este periodo también se dedica a la enseñanza. Imparte clases de composición a nivel particular y posteriormente en el Conservatorio de Madrid.

Durante la Guerra Civil Española, que comienza en 1936, estuvo protegido por el cónsul británico, declarando a Turina como personal administrativo del consulado. En la Navidad del 1937, Turina le dedica al cónsul el manuscrito incompleto de la obra El Cortijo. Más tarde se lo completó, recibiendo el agradecimiento del cónsul.

En 1935 fue nombrado académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, en 1941, comisario de la Música. Los homenajes, reconocimientos y viajes se sucedieron sin cesar. Publicó en 1917 la Enciclopedia abreviada de la Música y en 1946 el Tratado de composición, además fue autor de numerosos artículos, críticas y conferencias. La última obra de su catálogo es la pieza pianística titulada Desde mi terraza que lleva el número de opus 104 y está fechada en 1947.

En los últimos años de su vida explotó su faceta como crítico musical. Participó en el periódico El Debate, el periódico Ya y también en el semanario Dígame.

La continua enfermedad que acabó con su vida hizo que su producción musical disminuyera mucho, pudiendo componer únicamente trece obras en sus últimos años de vida.7​ Después de varias semanas ingresado en el sanatorio del doctor López Ibor, Turina falleció en su domicilio a causa de una bronconeumonía en Madrid el 14 de enero de 1949.8

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