A la hora de cerrar el balance de la campaña recién terminada hay que valorar muchos aspectos que condiciona el desenlace. Ha sido un año extraño, de Pandemia, sin publico, sin pretemporada, aunque eso es igual para todos. Un año convulso en lo institucional con la salida de Bartomeu y las elecciones a su sucesor. Un año de crisis económica y de llegada de un nuevo entrenador Ronald Koeman con pocos fichajes.
Con toda esa mezcla el Barcelona logró alzar brillantemente en la Final de La Copa del Rey el que sería, a la postre, el único título de la temporada.
La temporada ha sido especialmente irregular. Muchos altibajos, subidas y bajadas que convirtieron el equipo en algo imprevisible. Mal arranque, estabilización, recuperación y línea ascendente, título de Copa y ... zas. Caída libre final en la liga de manera inesperada y despedida del título. Aquí es donde llegó la mayor decepción. Se podía entender el día malo en Europa ante el PSG, el orgullo sacado a la vuelta que casi les mete en la eliminatoria, pero una vez llegados a la lucha final y dependiendo de ti mismo, desde el choque de Granada fue incomprensible ver como se cayó el equipo que terminó a siete puntos Del campeón, el Atlético cuando en esos momentos pasó a convertirse a los ojos de casi todos en el gran favorito para ganar el torneo de la regularidad.
Ese decepcionante final cambia la percepción de la temporada, por mucho que la tildaran de transición o de que se haya ganado un título. Eso empañó y emborronó el año y las sensaciones.
La temporada por tanto no pasa de discreta pues estamos hablando de un club con un potencial económico y una plantilla con un coste altísimo. No sirve poner paños calientes, es la realidad. Si me apuran con todos los problemas podemos darle un aprobado al año deportivo pero creo que con el nivel de exigencia que tiene o debe tener esta institución y por la calidad de la plantilla, no se debe ser ni condescendiente ni benévolo en el análisis. Toca mejorar y mucho.