El Huesca, que repitió el equipo que había empatado ante el Levante, tuvo un comienzo entusiasta. Salió al partido con más ritmo que el Celta. Dominó el primer cuarto de hora. Primero avisó Alex Gallar con un tiro flojo; poco después, en la mejor ocasión del primer tiempo, Rivera cabeceó fuera un centro de Moi Gómez, un fallo increíble, con el atacante solo ante el portero en el momento del remate; el acoso visitante cerró con un peligroso contragolpe que no culminaron Moi Gómez y Ferreiro.
Balaídos silbó la dejadez de su equipo. No estuvo cómodo el conjunto de Miguel Cardoso. Tuvo problemas para ejecutar el plan del entrenador, que considera primordial la salida en corto desde el portero. Refugiado en los regates y desbordes de Boufal, pero con
Aspas y Maxi Gómez poco atareados, el Celta fue estirándose poco a poco. Disfrutó de aproximaciones sin demasiado peligro: un par de intentos de Boufal y algún lanzamiento blando de Maxi Gómez.
El equilibrio del partido, interrumpido a veces por el descontento de la grada, se rompió en los minutos finales del primer tiempo con un gol de Aspas: el delantero solo tuvo que empujar en la línea de portería un centro de Hugo Mallo, un gran desenlace para una estupenda jugada de Brais y Hugo Mallo por la banda derecha. Francisco retocó el equipo en el descanso con Aguilera y Gürler.
Quiso el Huesca marcar el ritmo. Inquietó a Rubén con un cabezazo de Etxeita a la salida de un córner. Tuvo la pelota pero no soluciones para los metros finales.
Su pequeño empuje le concedió más espacios al Celta, que combinó con más velocidad, aunque tampoco estuvo lúcido para culminar sus contraataques. De hecho, y más allá de varias acciones anuladas por fuera de juego de Maxi Gómez, su único tiro hasta mediada la segunda parte fue un centro chut de Juncá.
El Huesca apretó pero se sintió inútil para finalizar sus ataques. El Celta, cómodo en el guión de ida y de vuelta, fue más letal. Brais aprovechó un desajuste defensivo para plantarse ante Jovanovic, que despejó el disparo; minutos más tarde, un envío largo de Hjulsager por el que corrieron Aspas y Akapo concluyó con una genialidad del delantero de Moaña, más rápido que el defensa, más pillo, con el oficio suficiente para ganar la posición en ataque y resolver, con una bicicleta en el regate, su mano a mano ante el portero.