PUNTA NORTE

En busca del barco perdido

Javier Cancho nos cuenta en 'Por fin no es lunes'que un día como hoy hace 200 años fue la fecha en la que empezó a comunicarse que se daba por muertos a los 644 soldados españoles que habían partido de su país a bordo del San Telmo.

ondacero.es

Madrid | 08.05.2022 12:11

La División del Mar del Sur fue una expedición de 4 buques, con 1.400 hombres a bordo. Los cuatro barcos, dos navíos, una fragata de guerra y un mercante, partieron desde la bahía de Cádiz. En la mañana del día 11 de mayo de 1819, con viento fresco del este, zarpó la División a excepción del navío Alejandro que demoró un día su salida por una avería de última hora en el cabestrante mayor.

Fernando VII y sus asesores habían decidido una misión que tenía trazas de resultar imposible. Tenían que sofocar la ya imparable independencia de las colonias americanas. Por eso, los cuatro navíos de la División del Sur se dirigían al Perú. Se había fijado como destino el puerto del Callao. Pero, la precariedad de la Armada española en tiempos de Fernando VII era conocida, sobre todo por quienes formaron parte de una misión sin visos de éxito. Había tan pocas certezas que el brigadier Rosendo Porlier le dijo a su íntimo amigo el Capitán de Fragata don Francisco Espelius: “Adiós, Francisquito, probablemente hasta la eternidad”.

Esta era la sensación de quien debía comandar el rumbo de la División del Sur. Un brigadier correspondía entonces a la categoría militar que hoy tienen en España el general de brigada o el contraalmirante. Ni siquiera hubo voluntarios para comandar la misión, de modo que -tras varias negativas le fue asignada al resignado brigadier Rosendo Porlier.

Y hay que recordar que Porlier era un destacado marino que había participado en la batalla de Trafalgar. Los buques eran de una navegabilidad muy compleja, y alguno había zarpado de Cádiz en unas condiciones penosas. Uno de los barcos, el Alejandro I, debió regresar a puerto nada más cruzar el Trópico de Cáncer. Las averías abrieron varias vías de agua.

Al frente de la expedición continuó el San Telmo. El San Telmo era un buque de guerra, de dos puentes y 74 cañones que fue construido en los Reales Astilleros de Esteiro en Ferrol. Tenía una dotación de 644 marineros, soldados e infantes de marina.

Tres meses y dos días después de haber zarpado, Porlier y los otros 643 hombres a bordo del San Telmo desaparecieron tratando de doblar el cabo de Hornos. Tratando de bordearlo, acabaron en la Antártida sin pretenderlo. Muy probablemente pusieron pie en tierra en ese continente, por accidente, pero no vivieron para contarlo. El barco fue visto por última vez en el Mar de Hoces, en el también conocido como Paso de Drake. Esos dos nombres se utilizan para la misma zona marítima que es la que hay entre la parte más meridional de Sudamérica y la Antártida, entre el Cabo de Hornos, al sur del continente, y las Islas Shetland, en territorio antártico.

En la cartografía española se reseña ese tramo marítimo como el Mar de Hoces, como reconocimiento al navegante español Francisco de Hoces que, en 1526, cruzó por primera vez esa parte del globo donde confluyen las corrientes de los dos océanos más potentes del planeta. Y al mando de la carabela San Lesmes, hace casi 500 años, Francisco de Hoces participó en la expedición que tenía como misión explorar y colonizar las islas Molucas. Al alcanzar el temido Cabo de Hornos, un temporal les sorprendió, y al ver que era imposible retornar, llegó hasta los 55 grados de latitud sur, lugar donde nadie había estado antes. Y sí alguien había estado no había quedado constancia de él. De ese modo fortuito, de Hoces descubrió un paso al sur del Cabo de Hornos. Cincuenta años después, el corsario Francis Drake surcaría aquellas aguas, con el Golden Hind. Los ingleses, entonces, pusieron el nombre de Paso de Drake al mar de Hoces y para la mayoría ese es el topónimo de referencia para el tramo marítimo que hay entre Sudamérica y la Antártida. Y fue allí donde el San Telmo fue visto por última vez.

El San Telmo desapareció en el punto de 62º de latitud sur y 70º de latitud oeste. Una tempestad de las que acostumbra a haber en el paso de Drake, una tempestad dejó el navío sin gobierno, sin que hubiera manera de dirigirlo. Doblar el Cabo de Hornos es una labor siempre comprometida. En aquel confín del mundo hace siempre un viento del carajo, unos vendavales endemoniados. Navegar por allí es uno de los retos más comprometidos que existen.

En ese enclave ha habido cientos de naufragios conocidos y documentados a lo largo de la Historia. En días de tormenta, la mar embravecida parece una batidora con el agua cambiando de brusquedad y de color, del añil al gris metálico, según la luz que le pegue; el viento -además- pulverizada la espuma formando pequeños arcoiris. Y mientras, como si nada, ves albatros y petreles de considerable envergadura siguiendo la estela del barco sin esfuerzo aparente, planeando sobre los riscos de agua brusca.

Se da un efecto embudo, por el pasaje de Drake entre los Andes y la Península Antártica. Allí, la inexistencia casi absoluta de tierra a la vista impone excepcionales condiciones a la navegación. Los vientos que soplan de oeste a este son conocidos como los cuarenta rugientes, seguidos por los cincuenta furiosos y los aún más violentos llamados los sesenta aulladores.

Y allí en aquellas circunstancias, tratando de doblar el Cabo de Hornos estuvo el San Telmo, hasta que desapareció. Al comienzo los tres buques consiguieron mantenerse juntos y penetrar en el paso de Drake. Pronto la suerte comienza a resultarles desfavorable; los fuertes vientos del poniente hacen que la Escuadra se mueva hacia el sur, donde supuestamente podían encontrar mejores vientos, pero la tempestad se puso inclemente causando graves daños al San Telmo y dispersando los tres buques. Sólo las dos fragatas consiguen por separado dar noticia al puerto de destino. El día 2 de octubre lo hace la Prueba y siete días después la Mariana. Son los marineros de la Mariana los que informan de la deriva del San Telmo, describiendo averías en el timón, tajamar y verga mayor. La cercanía del San Telmo a la Antártida hace pensar que el buque debió de quedar encallado en las Shetland del Sur, en la Antártida. Sus ocupantes, probablemente, acabaron pereciendo de hambre y frío.

Apenas un mes y medio después de la pérdida, en octubre de 1819, el capitán mercante británico William Smith desembarcó en el continente antártico y pasó a la historia como su descubridor. En una nueva expedición meses después, llegó a la parte norte de la hoy conocida como isla de Livingston y encontró restos de un navío español y de animales muertos por mano del hombre. Ese era el rastro. Era con casi toda seguridad el rastro de los supervivientes del san Telmo. Smith guardó silencio, pero otro capitán que le acompañaba, Robert Fildes, sí dejó constancia de ello. También lo dejó escrito el explorador inglés James Weddell. Lo dejó escrito en el libro Un viaje hacia el Polo Sur, un libro que empezó a escribir hace 200 años. En sus páginas, Weddell explica cómo encontró vestigios de un buque y escribe textualmente "un buque de 74 cañones". Probablemente pertenezcan a los restos de un buque de guerra español perdido en 1819, cuando hacía tránsito hacia Lima. A partir de ahí, la historia del San Telmo se hizo legendaria.

Hay relatos de viajeros que décadas después desembarcaron en la zona y supuestamente descubrieron restos congelados de parte de una tripulación. La revista Marina Española refiere esos testimonios en 1867. Pío Baroja escribe sobre los ecos del navío en 1934, en el relato El final del navío 'San Telmo'. En cada nueva versión, cambian los supuestos actores que descubrieron el barco y el relato de lo que vieron. Algunos hablan de cadáveres apilados, otros de un tripulante fallecido junto a su fiel perro. Lo único constatado es la expedición que, entre 1993 y 1995, dirigió la Universidad de Zaragoza junto a investigadores chilenos en el cabo Shireff. Allí, el catedrático Manuel Martín Bueno localizó restos de suelas y maderas datados en fechas coincidentes con el tiempo en el que el San Telmo desapareció.

En marzo fueron encontrados, casi a 3000 metros de profundidad los restos del Endurance. La embarcación de Ernest Shackleton se hundió en 1915 propiciando uno de los relatos más grandiosos de supervivencia en la historia de la exploración.

Quién sabe si con los medios adecuados algún día se podrá hacer el hallazgo de aquel navío oscuro de 74 cañones, que debe estar en alguna de las profundidades antárticas. De los 644 tripulantes nada más se sabe. 200 años se cumplen estos días de la firma de la Real Orden de mayo de 1822 por la que se reconoce la muerte de toda la dotación. Era lo que las viudas pedían para poder acceder a sus pensiones. Con todo, solo las viudas de los oficiales —sólo algo más de una decena— pudieron acceder al dinero compensatorio. El resto de los fallecidos no tuvieron ni derecho a la memoria. No se saben ni sus nombres. No se sabe quienes fueron. La Historia y los gobiernos acostumbran a ser ingratos.