Comenzamos el que probablemente sea el último fin de semana veraniego que vamos a tener. Y lo hacemos reflexionando sobre cómo no debemos caer en el err or de considerar que hablar claro es hablar alto. El ruido frente a las palabras justas y ajustadas y eso que hablar con transparencia se ha convertido en un ejercicio arriesgado por esa pulsión canceladora del hiperventilado de turno.
También hablar claro puede resultar extraordinariamente atractivo cuando consideras que el de enfrente ha llegado hasta donde tú no te has atrevido verbalizando casi calcando aquello que piensas y que no ha cruzado los límites de tu pensamiento, de lo que tienes en mente en ese momento.
Es tan complicado. Medimos tanto las palabras en estos tiempos.