"Siempre íbamos juntos. En el barrio cuando nos veían, nos decían que ya iban los enamorados por ahí. Siempre íbamos de la mano o del brazo, riendo y explicándonos cosas. No nos hacía falta nadie más", así comienza Pilar la historia de su vida junto a su marido, con el que pasó 40 años y que falleció dejándola completamente sola.
"Enfermó mucho, sufrió bastante y yo con él. Se me fue un día y yo me quedé sola. No tenía amistades ni hijos, así que me derrumbé. Estaba tan destrozada que cogí una depresión, incluso, enfermé del corazón". En España, 4,8 millones de personas viven solas, de las cuales, casi dos millones son mayores de 65 años. Una cifra muy reveladora es que el 10% de los españoles manifiesta haberse sentido alguna vez solo sin desearlo.
La soledad no es una, sino muchas
En Por fin no es lunes, hablamos con Matilde Fernández, la primera ministra de Asuntos Sociales de la democracia y actualmente presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, un organismo creado para conocer, generar conocimiento, difundir y compartir entre todos la realidad de la soledad en España y cómo poder combatirla.
Pensamos que las personas que realmente están solas son los ancianos o discapacitados, o incluso aquellos que desgraciadamente viven en la calle, pero no, la soledad afecta a muchas personas y tiene un denominador común: la pérdida. "La soledad hay que asociarla a pérdidas, ya sea de personas, sociales, económicas o de salud", explica Matilde para poner de ejemplo los hombres que se jubilan después de toda una vida trabajando y cultivando sus relaciones sociales tantas horas a la semana para descubrirse solos, sin esa red social que tenían cada día que iban a trabajar y que les obliga a repensar todo su tiempo.
"Los hombres verbalizan que sienten un vacío cuando dejan el trabajo. Se rompen lazos con compañeros de trabajo. El no compartir momentos con la gente con la que lo habían hecho siempre supone una gran pérdida para ellos", asegura.
"Quiero vivir en mi casa, no en una residencia"
Durante la última década, en las encuestas que el Imserso hace para organizar sus memorias anuales, el 87% de la población mayor, cuando le preguntan dónde quiere vivir, dice que en su casa. Y cuando se les dice que a su casa le faltan los acomodos necesarios, como ascensor, dicen que que "en otra casa, pero en el mismo entorno": "La gente dice que quiere ir al mismo parque de siempre a pasear o que les corte el pelo el mismo peluquero, no quieren ir a residencias. Más tras la pandemia y las muertes que ha habido y cómo se han detectado los fallos en el funcionamiento de las residencias".
¿Hay solución para la soledad?
Según Matilde Fernández, sí. Pero no es sólo labor de los poderes públicos, sino también de las organizaciones sociales, del voluntariado y de la comunidad: "Hay que cuidar esa comunidad" porque una encuesta dice que hay más de un 60% de personas que aseguran que en su barrio sí les gustaría contribuir a reducir la soledad de sus vecinos: "Esos recursos humanos hay que potenciarlos, empoderarlo y desarrollarlos, pero no sólo desde los poderes públicos porque ellos no pueden ni saben resolverlo todo".
De hecho, la historia de Pilar termina con final "feliz". Tiempo después de enviudar y enfermar, contactó con ella una de estas asociaciones para darle la opción de enviar a su casa todas las semanas a una persona que estuviera con ella haciéndole compañía: "Me han dado la alegría que me faltaba, el cariño, la comprensión, el sentirme querida, que eso es muy importante para todas las personas, pero para las mayores más. A mí me ha ido estupendamente bien, mejor que una medicina, me han dado ganas de vivir, me han renovado la vida, como si me hubieran resucitado", son las palabras de Pilar.