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La memoria ecoica: ¿Por qué lo grabamos todo en vez de vivirlo?

Mario Viciosa en 'Por fin no es lunes' habla sobre la capacidad que tenemos para almacenar los recuerdos en relación con los diferentes sonidos: hablamos de memoria ecoica.

ondacero.es

Madrid | 09.04.2023 13:13

¿Es más evocador el sonido de una procesión o el olor a incienso que la recorre? Hay varios trabajos experimentales que demuestran que, cuando la experiencia pasa, nuestros recuerdos son más vivos si lo aderezamos con sonido pese a que la memoria sonora resulta que es la más frágil. Eso dice la teoría pero no la práctica, porque hay un tipo de memoria, que sí, que es efímera, y sin embargo tiene un poder de evocación muy potente. Es la llamada 'memoria ecoica'.

La memoria ecoica es una especie de almacén temporal de recuerdos. Esto se lleva estudiando desde mediados del siglo XX cuando ya se intuía que somos capaces de observar más de lo que recordamos tanto a nivel visual como sonoro o táctil, solo que, a priori, es más duradero el recuerdo de la visión. Esto lo demostró un señor llamado Sperling en los años sesenta. La memoria sensorial alarga la vida de los estímulos, la información dura más de lo que dura el estímulo físicoy lo que entra por nuestros ojos se mantiene en la memoria sensorial unos 500 milisegundos para luego decaer. Con los sonidos parece que ocurre algo parecido.

Esa memoria sensorial es como un primer cajón de paso, como la RAM de los ordenadores, de gran capacidad y corto alcance, pero Sperling pudo demostrar que hay otra de capacidad más limitada pero de mayor duración. Si lo que entra por nuestros sentidos no se procesa, se desvanecerá para siempre, no pasa del primer cajón, pero si lo hace, pasa a una memoria a corto plazo. A raíz de esto, experimentos posteriores demostraron que cuando se combinan, sonidos, imágenes, sensaciones táctiles, el recuerdo se guarda "mejor" y eso tiene que ver con que imagen y sonido van por sitios distintos de nuestra memoria.

Recordar más o mejor

No es lo mismo recordar más que mejor o, dicho más precisamente, no es lo mismo recordar que evocar. Al rememorar sonidos, nuestro cerebro nos tiende una pequeña trampa emocional. Si lo recordamos peor, es posible que nos resulte 'más nuevo', más impactante, nos traslada a un momento que vivimos con algo más de intensidad porque es como vivirlo otra vez.

Si hacemos una foto de algo durante nuestros viajes y grabamos el sonido asociado a la misma cosa, la imagen nos resultará más familiar cuando la volvamos a mirar en nuestros teléfonos, mientras que el sonido nos parecerá más fresco, incluso ese efecto puede notarse más cuando imagen y sonido van por separado. Por lo tanto, puede ser más evocador un audio que un vídeo con su imagen y sonido inseparables.

A raíz de esto, en 1966 se hizo en Japón para los turistas con el proyecto 100 Soundscapes of Japan: Preserving Our Heritage. Otras ideas de este tipo pueden ser los discos con centenares de sonidos enviados al cosmos, llamados 'Murmullos de la Tierra', para que los extraterrestres se hagan una idea de lo que somos si es que un día se topan con esos discos, a bordo de las sondas Voyager, y son capaces de escucharlos.

La música en la memoria ecoica

En la música hay mecanismos culturales más complejos, no es tan sencillo como en los sonidos porque tiene sus propios códigos.

La memoria implícita se puede formar escuchando música de fondo de manera pasiva. A la gente suele gustarle más lo que le resulta familiar, y la reproducción frecuente es la clave para el éxito de la música, eso lo saben bien en las productoras y en Tiktok. Cuando una pieza musical se combina con un evento muy emocional, puede ser una señal eficaz para recuperar la fuerte emoción que se sintió en ese momento. De hecho, algunos experimentos apuntan a que la música que escuchamos cuando tenemos entre 10 y 29 años nos marca más porque es el periodo en que experimentamos más cosas por primera vez.

Aún así, esto tiene mucho de cultural pero también de neuronal. Hay experimentos experimentos muy preliminares que nos hacen pensar que hay algunos tipos de canciones que sincronizan nuestros impulsos de las neuronas, los que provocan ondas cerebrales, de modo que nos activan o despiertan, o nos aplacan, y no son necesariamente las canciones que llamamos melancólicas o alegres.