DÍMELO BIEN

Cómo las preposiciones vencieron a las declinaciones

¿Qué tenía el español que el latín no tenía? ¿Qué ha desarrollado nuestra lengua? En Por fin no es lunes nuestra filóloga de cabecera, Judith González, nos habla de las preposiciones.

ondacero.es

Madrid | 15.04.2023 12:37

Hoy en Por fin no es lunes nuestra filóloga de cabecera, Judith González, se pregunta qué tiene el español que el latín no tenía o no usaba de la misma manera. Qué es lo que ha desarrollado el español. Una primera respuesta podría ser que el español tiene palabras distintas, tenemos préstamos del inglés, del alemán, etc.; pero vamos a intentar llegar a cambios más profundos. Podríamos pensar, por ejemplo, que la ñ, el latín no la tenía. Pero hay otra gran diferencia, que se percibe con mucha facilidad: las declinaciones.

Sabemos que en latín las palabras iban variando su terminación rosa, rosae, rosam y que esa variación final servía para indicar qué función sintáctica tenía esa palabra dentro de la oración. Estas desinencias nos dicen que en rosa bella est, ‘la rosa es bonita’, rosa es el sujeto o que en rosam dono, 'regalo una rosa', la rosa es el complemento. Diferentes terminaciones para diferentes funciones sintácticas. Así era la cosa en latín y en castellano no.

Ahora bien, ¿nos hemos parado a pensar qué significa para una lengua perder sus declinaciones? ¿Qué cosas hay que reajustar en ese sistema lingüístico para que el conjunto siga teniendo sentido, para que los hablantes puedan usarlo y entenderse? En otras palabras, cuando ese castellano incipiente perdió las declinaciones del latín, ¿qué tuvo que desarrollar para suplirlas?, ¿qué ganó a cambio?

El español tiene un orden oracional más fijo (incluso cuando hablamos telegráficamente Juan amar María, entendemos que la persona, la palabra, que primero aparece es el sujeto, Juan, y que María, que aparece al final, es el objeto gramatical, el ser amado). Un primer peaje de perder las declinaciones es tener un orden oracional algo más estricto y encorsetado. El latín era muchísimo más flexible en esto.

El español perdió las declinaciones, pero explotó las preposiciones. El latín ya tenía algunas, pero ni eran tantas ni les sacaba, ni de lejos, el partido que les saca el español. Es la historia de David contra Goliat. El relato de cómo ese limitado conjunto de las palabras más pequeñas y parece que insignificantes que tenemos en español, las preposiciones, fueron las que tumbaron a un rasgo tan medular, tan capital de la gramática latina como son las declinaciones.