La comparecencia del presidente de la Real Federación Española de Fútbol ha sido todo un intento vano de justificar lo injustificable con todo tipo de triquiñuelas argumentales. Admite que recibió un dinero por organizar la Supercopa en Arabia pero que no podemos llamarla comisión porque esas sólo las cobró la empresa de Piqué que graciosamente hizo el reparto.
Algo debía olerles mal a ellos mismos cuando aceptaron una cláusula de confidencialidad del contrato. Rubiales no dimite ni piensa hacerlo. Porque para él, dinero a cambio de competiciones, compadrear con Pique en lo económico y en lo deportivo o haber lanzado sospechas sobre si llegaron a la final los que lo merecían o los que convenían, no son motivos suficientes. Las poltronas tienen imán.