Me rebrinco mucho cuando oigo que hay que "centrarse" en lo importante como si el ser humano no fuese capaz de explotar su multifunción. El mundo, el clima, las guerras, de todo hay que ocuparse, incluyendo las cosas del comer y los precios.
Esta semana economistas del Banco Central Europeo han publicado estudio donde detallan que la cesta de la compra de los países de la Unión se ha encarecido un 33% de media desde la Covid. En España en concreto un 34%.
Hablan de la crisis sanitaria, del conflicto en Ucrania, de los costes energéticos, una larga lista justificativa que nos suena pero que no resuelve lo de hoy: ¿por qué nunca se contraen los precios? ¿Por qué cuando las causas que provocan el aumento cesan no hay un poquito de retraimiento?
Seguro que los expertos podrían hacer otro estudio justificando ese nuevo orden establecido, pero desde mi conciencia de ciudadano de a pie, me sale pensar que los hechos consumados son los que nos mueven a quedarnos con lo que nos favorece aunque no haya razones para ello.
¿O acaso alguien explicó en algún momento en el 2001 lo de 1 euro por 100 pesetas y santas pascuas con el redondeo? A la economía no le mola bajar precios, pero debería. Somos demasiado buenos y demasiado silenciosos.
