OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Y cuando los del Spartak ya estaban controlados, llegaron los de Herri Norte. ¿Qué hacemos con los ultras del fútbol?"

Bilbao, alrededores de San Mamés, anoche.

Antes del partido del Athletic con el Spartak. Este equipo ruso que allá por donde pasa deja el rastro, y el recuerdo, de la violencia. No era exagerado el temor a que en Bilbao se repitieras las escenas de noviembre en Sevilla. No era exagerado el despliegue policial. No era infundada la sospecha de que acabaría habiendo incidentes. Y no eran los rusos los únicos con ganas de bronca.

A lo largo de la tarde la policía vasca estuvo registrando a los aficionados ultras que iban a San Mamés. No sólo a los del Spartak. También a los de Herri Norte. Fue a estos, a los de Herri Norte, a los que se les requisaron barras de hierro y puños americanos.

Incidentes entre ultras, hubo. Empezaron cuando un ultra del Spartak lanzó una botella a un grupo de aficionados bilbaínos. Después los golpes, las patadas; después cada vez más personas involucradas en la algarada. Después la intervención de la ertzaintza.

Y cuando los del Spartak ya estaban controlados, tomaron el relevo los fanáticos estos de Herri Norte. Fue en la actuación contra estos energúmenos cuando se produjo la fatalidad del infarto que acabó con la vida de Inocencio Arias García, ertzaina de 50 años. Padre de dos hijos. Un hombre bonachón, bonachón, dice el reportero de El Correo que estuvo cubriendo ayer los incidentes entre ultras y que conocía a Inocencio porque ambos son de Ermua. "Lo que tenía de grande lo tenía de bellísima persona". Aficionado al ciclismo y futbolero. Del Athletic.

El agente fallecido anoche es Inocencio Arias García, cincuenta años, y vecino de Ermua. El infarto, es verdad, podría haberlo sufrido en cualquier otra circunstancia. Pero eso no quita para que sea eso, las circunstancias que se produjeron ayer en Bilbao, lo que exija algunas respuestas que a esta ahora nadie ha dado.

• ¿Qué se hace con un grupo de hinchas del Athletic que llevan puños americanos y barras de hierro? Herri Norte.

¿Qué se hace con los ultras que acompañan al Spartak allá donde vaya?

Qué tendrá que ver toda esta basura con el fútbol.

Bilbao había sido por la mañana la ciudad que mayor número de pensionistas tuvo en la calle, 35.000 según los convocantes, protestando por la pérdida de poder adquisitivo.

La multitudinaria, y muy sonada, movilización de pensionistas en ciudades de todo el país reclamando que se les suba la pensión tanto, al menos, como suben los precios. Y recordando muchos de losmanifestantes lo relevante que es este colectivo, los jubilados, a la hora de ganar o perder unas elecciones.

No es verdad uno de los gritos que se escuchó en las concentraciones: los políticos no están robándoles las pensiones. Ni los que gobiernan, ni los que gobernaron, ni los que quieren alguna vez gobernar. Sí es verdad que la pensión media de jubilación en nuestro país —la de jubilación, no las otras— oscila entre los setecientos euros de Galicia o Extremadura y los mil y poco del País Vasco o Madrid. A salarios históricamente más bajos se corresponden jubilaciones también más bajas. Y es verdad, sobre todo, que este año pierden poder adquisitivo porque los precios suben más de ese 0,25 % testimonial que suben las jubilaciones.

Cuando el gobierno de ahora, después de la congelación del gobierno anterior, modificó el sistema para garantizar que todos los años subirían (aunque fuera ese mínimo del 0,25) ya se dijo que mientras los precios siguieran bajando (consecuencia de la crisis) la subida sería real, pero que el día que los precios subieran más que ese 0,25 sería falso llamarle a eso subida. Y en esa situación estamos ahora.

Lo que tiene que decidir el Parlamento son dos cosas:

• Cuánto se suben las pensiones en los nuevos Presupuestos del Estado.

• Y cómo se garantiza que a medio plazo el sistema aguante, habiendo cada vez más jubilados y viviendo (felizmente) cada vez más años, y habiendo menos trabajadores que se incorporan al mercado (y a la cotizacion) y con salarios más precarios.

En esa tarea está el Parlamento. Pero nadie le está robando la pensión a nadie.

Es verdad que la pensión media de jubilación está en torno a esos mil euros mensuales (la media), pero no es mucho mayor el salario medio en nuestro país.

Hay ocho millones de pensionistas en nuestro país. Quien cobra su pensión de 700 euros mensuales tiene que hacer milagros para poder vivir sólo con eso. Cómo no va a protestar y a reclamar que se le suba de verdad. Pero la obligación de quien hace las cuentas, y de quienes cuentan a los demás cuáles son los problemas que tenemos, es tener presente que como ese pensionista hay otros ocho millones. Cada subida individual hay que multiplicarla por ocho millones y por catorce pagas. Cuatro de cada diez euros del Presupuesto del Estado son ya para pensiones. Por eso al dirigente político hay que reclamarle que además de prometer pensiones dignas, y para siempre, haga las números y los explique.

Y en efecto, los van a tener que hacer. Porque los pensionistas han empezado a hacer oír sus voces. Que son las voces de ocho millones de votantes.

Éste es un país raro. En el que cuando todo el mundo cumple con su tarea, nos da la risa.

• La tarea de un cómico que se disfraza de personajes conocidos es disfrazarse.

• La tarea de un ciudadano que cree ver a un prófugo de la Justicia es avisar a la policía.

• La tarea de la policía es atender al ciudadano que avisa y verificar a quién ha visto. En caso de que sea el prófugo, proceder a su detención. En caso de que no lo sea, desearle una buena tarde.

Todo eso es lo que sucedió ayer en Torrejón de Ardoz.

El cómico, Joaquín Reyes, se disfrazó de fantasma de Flandes para grabar un sketch de 'El intermedio'. Se disfrazó tan bien que un vecino que pasaba por allí creyó que se trataba, en verdad, del huido de la justicia. Como el vecino cree en la ley y cree que hay que denunciar a las autoridades la presencia de quien está buscado por la justicia, eso hizo. 'Oiga, que aquí un tipo que yo creo que es el que se fugó'. La policía fue para allá, vio que era una grabación de humor, le deseó suerte a Reyes y se volvió a la comisaría.

Y ya está.

Todo el mundo hizo lo que debía. Y eso ha dado mucha risa.

• Ha dado para decir que si Mortadelo y Filemón, que si qué país, que hay que ver qué ojo tuvo el viejo torrejonero.

• Ha dado para que los medios independentistas afines al prófugo se hayan choteado del despliegue policial para echarle el guante a un Puigdemont falso.

Hombre, motivo de risa habría sido que de verdad fuera Puigdemont y se hubiera plantado en Torrejón sin que nadie antes le hubiera detectado. En ultraligero, como diría Zoido, o en el maletero.

La moraleja de este episodio tan entretenido como perfectamente irrelevante es otra:

Un cómico grabando un sketch es lo más parecido que existe a Puigdemont grabando uno de sus vídeos de Flandes. Es natural la confusión del vecino de Torrejón porque el de Waterloo hace tiempo que es una parodia de sí mismo y porque nada tan propio de él como agarrar la bandera, la bufanda amarilla, a Matamala y al escolta y grabarse una declaración solemne desde cualquier parque.

Joaquín Reyes, en su caricatura, era más Puigdemont que el mismísimo Puigdemont. Con la diferencia de que Reyes nunca ha aspirado a hacer de la caricatura un problema de Estado.