Llevo más de una mañana y de dos centrifugando el fútbol con sus miserias. Y me encantaría disimularlas y aromatizar estas palabras solo con grandezas y gestas y nombres ilustres. Las campeonas del mundo son futbolistas únicas, de una generación irrepetible. Y lo que les ha pasado después, no se lo merece nadie.
Dicho esto, la cuerda de la que tiran tiene una tensión insoportable. Que hay que cambiar muchas estructuras del deporte, lo sabemos. Qué ahora con el foco es buen momento, también. Pero los bombazos y las decapitaciones y los órdagos inmisericordes… a mí no me gustan. La Federación está en modo beta. Y ese estado transitorio creo que en sus reivindicaciones, no lo tienen en cuenta. Cuidado con las venganzas, con los pulsos, con las inhabilitaciones o las posibles multas. Ojalá que se medie, que se negocie y que se acuerde.
Y del conflicto del fútbol femenino a lo de Negreira Junior. Amenaza con ser youtuber para aclarar las cosas. ¿Perdón? ¿Aclarar? ¿Los trinques? ¿Los informes de pega? ¿Los paseos en su coche? ¿Las sesiones de coaching a 1000 euros? Por favor, que la justicia lo agilice todo que el universo lo necesita.
Menos mal que llega la Champions, palabras mayores, y con 5 equipos de nuestra liga en un listón tan alto como el de Duplantis. Se emperró el chico en la plusmarca de 6,23 y ya la tiene. Esta vez le costó algo más al sueco.
Y cierro con el aplauso desdoblado a un talento emergente como el de Carlos Sainz (carrerón ayer en Singapur pensando y ejecutando a 250 km/h) y el talentazo de Pepe, un trovador inigualable que dejó una huella imperecedera. El tipo que consiguió que te apeteciera comprarte una motosierra y un tractor el mismo día. ¡Aunque vivieras en un 4º!