No son las etiquetas, no. Ningún otro partido tuvo tantas como Ciudadanos. De la necesidad de un partido liberal que sirva de moderador de las bajas pulsiones del bipartidismo no duda nadie. La cuestión es que lo vote alguien y ahí es donde Ciudadanos se topa ahora mismo con un problema esencial. Cuando las extremidades tienen más fuerza que el tronco es que el riesgo de autolesión es grande.
Todo su poder es periférico. Quiero decir, lo que nos llega de Ciudadanos es una supernova, el brillo extinguido de las autonómicas y municipales del 26M. Andalucía, Castilla y León, Madrid Ayuntamiento, centros de poder muy importantes, ojo, también Estrasburgo y Bruselas, donde el grupo de Ciudadanos está haciendo un trabajo encomiable.
Allí donde están lo hacen bien pero su gestión es para beneficio ajeno. Los gobiernos de coalición con el PP funcionan, funcionan bien y así se lo reconocen los votantes… al PP… revertir esa tendencia ya es tarea difícil cuando una parte del electorado de Ciudadanos ha sido adiestrado por un antisanchismo insobornable, que hoy tiene muy difícil satisfacer.
Sería algo menos complicado si al menos todos colaboraran y esto, claro, va por la gran elipsis de la convención de este fin de semana. Hubo alguna vez un líder llamado Albert Rivera, al que los Ciudadanos que permanecen leales jamás mencionan y al que los que desertan, casi sin excepción, invocan como fuente de toda autoridad.
Concluyo que Rivera no ha tenido ni un solo gesto solidario con sus camaradas o ex camaradas desde que se fuera de la política. Ni un mínimo gesto. Y este silencio es un clamor. Había algo aun peor que la certidumbre de que Rivera podría participar en la próxima convención del PP y era la certeza de que no participaría en la de Ciudadanos. Bien, tema resuelto, ¿no?