¿Lo entendéis mejor ahora? Lo que nos dice Carmen Calvo, aplicada a sí misma, por cierto, es que la categoría institucional sobrentiende una nueva identidad, una catarsis personal, un borrado de memoria del disco duro, para explicarlo de una manera más prosaica.
El presidente de Gobierno no se responsabiliza de lo que hizo Sánchez antes de convertirse en presidente del Gobierno. Es más, lo rectifica en asuntos tan capitales como la crisis soberanista, la economía, la política exterior, la injerencia en la justicia -ya habéis visto la chapuza del Consejo General del Poder Judicial- y las ambiciones del cargo.
Recordaréis que Pedro Sánchez se comprometió a convocar elecciones en cuanto sustituyera a Mariano Rajoy en la Moncloa, pero entonces no era presidente del Gobierno. Y ahora que lo es parece haber convertido la rectificación en una manera de hacer política, hasta el extremo de abjurar de las ideas y promesas del propio Pedro Sánchez.
Se ha apropiado de él. Y viceversa, porque no vamos a negarle a Sánchez el placer y disfrute con que se observa a sí mismo en Moncloa. Es un fenómeno del tipo dopplegänger, un desdoblamiento de la persona y de la personalidad que a veces incurre en el ridículo, pero que implica al mismo tiempo un ejercicio de supervivencia.
Tanto Pedro Sánchez puede responsabilizar al presidente del Gobierno de sus incoherencias, tanto el presidente del Gobierno puede responsabilizar a Sánchez de las suyas, porque el objetivo final no es otro que encastillarse en la Moncloa a expensas de la esquzofrenia política.