OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ni a Puigdemont ni a Rufián les ha inquietado que siete cuarentones de Sabadell planearan asaltar el Parlament"

Ni a Puigdemont ni a Rufián, los dos famosos tuiteros, les ha inquietado lo más mínimo que siete cuarentones de Sabadell, defraudados con los CDR porque los ven blanditos, hayan estado manejando termita y otras sustancias (sin que conste que ninguno de ellos sea pirotécnico o soldador) o planearan asaltar el Parlamento de Cataluña y montar allí una gorda para hacer ruido.

Carlos Alsina

Madrid | 30.09.2019 08:11

A los dos famosos tuiteros, Rufián y el de Waterloo, les ha inquietado enormemente –-sin embargo— que un grupo de militares que regresaba de unas maniobras en Francia e iba camino de Ronda se detuviera un momento en Vilafranca para que los conductores descansaran y se sentara en una terraza a tomar una cerveza.

Qué momento tan sobrecogedor: los militares, en la terraza, hablando de sus cosas con los fusiles en el suelo. Los famosos tuiteros vieron la foto y se escandalizaron como sólo un líder independentista sabe escandalizarse (cuando hay un militares españoles de por medio). ¿A qué esperan los partidos políticos españoles para decir algo?, se preguntó Puigdemont fingiendo rasgarse las vestiduras mientras se servía él mismo –qué digo yo— una cerveza en el sofá de Waterloo.

Observemos la diferencia:

· A la foto de los militares con la cerveza y los fusiles ha respondido el gobierno central anunciando una investigación, explicando que lo habitual es que las armas se queden en los autocares con un retén de vigilancia y aclarando, en todo caso, que los fusiles estaban descargados. Los legionarios podrían recibir una sanción por saltarse el protocolo. Incluso aunque no se haya producido situación de riesgo ni daño alguno.

· A la detención de siete individuos talluditos (de entre cuarenta y cincuenta años), uno de los cuales ya fue acusado por la Generalitat de desórdenes públicos, otro de los cuales se encargaba de comprar sustancias inflamables, otro tenía quemaduras en las manos, otro había publicado en Twitter mensajes contra la policía –-pim pam pum, que no quede ni uno— o en favor de Terra Lliure –-pueblo armado, pueblo respetado— ha respondido el gobierno de Cataluña negando que haya nada de lo que preocuparse y acusando al Estado de estar desviando la atención. Aquí el sagaz analista de inteligencia Joaquim Torra.

No le pidan al presidente de los catalanes que comente siquiera la detención de estos siete tipos porque es natural que no quiera hacerlo. Primero, porque eso arruinaría su discurso flower power de ayer, este canto a la alegría de la parroquia in-depe.

Más alegría no cabe. Tiene a su líder espiritual expatriado, tiene a medio gobierno anterior en puertas (casi seguro) de una condena por delitos graves (Junqueras y los que no se fugaron), la República Independiente de Cataluña no se la toma en serio ni el ministro de Asuntos Sociales de Camboya y las manifestaciones multitudinarias van siendo cada vez menos multitudinarias. Ah, y siete companys del president –-compañeros de causa, compañeros—están imputados por planear sabotajes y desórdenes recurriendo a la violencia. Más alegría no cabe.

El segundo motivo por el que nadie puede esperar que Torra diga ni media sobre los siete del comando maduro es que existe la sospecha de que ejercieron de enlace, de correo, entre el de Waterloo y el propio Torra. Se vieron con una de las hermanas de Puigdemont para ensayar una forma de pasarse papeles fuera del radar, de los mails y de los móviles. Ellos se ocuparían de hacer de mensajeros entre el de Waterloo y su muñeco.

Lo cual obliga a preguntar a Torra, aunque él no quiera responderlo: ahora que ya han trascendido los nombres y las circunstancias personales de estos siete, ¿le suenan a usted los nombres, acaso los conoce, sabía que ellos contaban de usted que había dado el visto bueno a tomar el Parlament unos días? ¿Qué le habría parecido que lo hicieran?

Sostiene Sánchez en el diario La Razón que no cabe excluir nuevos momentos de tensión provocados por unos líderes independentistas conscientes de su derrota, cada vez más solos y cuya desesperación aumenta.

Es a la desesperación a lo que atribuye el presidente que sigan inflamando a los jóvenes más impulsivos (el entrecomillado es suyo). Y aporta como prueba del fracaso que han interiorizado que después de prometer que no volverían al Parlamento español (esto va por Rufián) se han puesto los primeros en la cola para volver a presentarse y hasta concurre ahora la CUP, a la que el presidente llama los más radicales.

Debe de ser porque ahora considera también radicales a los que no son la CUP, es decir, los puigdemones y los de Esquerra Republicana. Es decir, los dos grupos políticos con los que estuvo negociando una salida política al conflicto.

Bueno, conflicto es como lo llamaba el gobierno cuando quería hacerse el empático con Torra y compañía. Ahora que ya no está en empatizar, ahora que ya no se cita Adriana Lastra con Rufián para glosar lo de izquierdas que son los dos y lo constructiva que esta relación tan hermosa que mantenían, deja de llamarse conflicto para llamarse: ojo que te aplico el 155.