OPINIÓN

Monólogo de Alsina, sobre el pequeño Gabriel: "La pena de los padres sin hijo es una pena que no cesa nunca"

Ocurrió la mañana del doce de marzo de 2018, en este programa. Patricia Ramírez, la madre de Gabriel Cruz, pidió intervenir para hacer llegar un mensaje.

Carlos Alsina

Madrid | 09.09.2019 08:12

Unas pocas horas antes, sólo unas pocas horas, la policía había encontrado el cuerpo de su hijo, Gabriel, ocho años, en el maletero del coche de Ana Julia, la novia de Ángel, ex marido de Patricia y padre de Gabriel. Usted conoce la historia.

Aquel día, abortada la esperanza de encontrarle sano, empezó la nueva historia de estos padres. Su nueva condición de 'padres sin hijo'. Tiene escrito Sergio del Molino que los padres que han de pasar por el trance de firmar los papeles de los funerales de los hijos siguen siendo padres por siempre.

'Padres de un fantasma que no crece', dice, 'que no se hace mayor, al que nunca vamos a recoger al colegio, que no conocerá jamás a una chica, que no irá a la universidad, que nunca nos dará un disgusto y no se marchará de casa. Nuestros relojes no están parados, pero marcan la misma hora una y otra vez'.

La historia de Gabriel Cruz es la historia de Ángel y Patricia, los padres golpeados, atropellados, por el asesinato de un hijo. No sé si hay diferencia entre el dolor de quien pierde al hijo fruto de la enfermedad y quien lo pierde porque le ha sido arrebatado de una forma violenta. En el segundo caso, y junto al duelo, está la confianza en que esa otra persona que quebró la vida de Gabriel rompiendo, para siempre, las vidas de sus padres pague, en justicia, por lo que hizo. 'Esa mujer pagará lo que tenga que pagar con la Justicia', nos dijo Patricia hace un año y medio.

Hoy, en la Audiencia Provincial de Almería, empieza el juicio. En esto consiste hacer justicia. Hacer justicia conforme a las leyes que rigen para un crimen como éste y dejando en manos del tribunal establecer cuál es el justo castigo. Y sabiendo también —lo saben los padres— que el hijo ya no volverá y que nada —ni siquiera hacer justicia— revocará la gigantesca injusticia que ellos han padecido, y padecen, y padecerán. No es justo que a unos padres les arranquen la vida de su hijo.

Es revelador que en nuestro idioma al dolor fruto de la tristeza se le llame igual que al castigo que un tribunal impone: en ambos casos se dice 'pena'. La pena de los padres sin hijo es una pena que no cesa. Nunca cesa.

Vuelvo a Sergio del Molino, su libro 'La hora violeta' y termino:

"Lo peor no es la pena. Lo peor, hijo, es que no quiero que deje de dolerme nunca. Cultivaré esta pena, la cuidaré y la alimentaré como hice contigo. He domesticado la pena pero su intensidad es idéntica a la del día de tu muerte. Sólo me he acostumbrado a ella. La pena y yo hemos firmado un acuerdo de convivencia. Mi pena te invoca y te reconoce, hijo. Yo soy mi pena. Mi pena eres tú".

En el convento de las Salesas de Madrid, sede del Tribunal Supremo, la cúpula del poder judicial asiste hoy a la apertura del curso. Asiste el Rey, como cada año, y asiste, en calidad de presidente del Poder Judicial, Carlos Lesmes. Casi seis años en el cargo, y ahora mismo prorrogado ante la falta de acuerdo político para renovar el Consejo.

Igual usted se acuerda de lo que sucedió en noviembre: se habían puesto de acuerdo Sánchez y Casado para el reparto de los sillones y para hacer presidente a Manuel Marchena. Pero el asunto trascendió, incluido el WhatsApp aquel de Cosidó, portavoz del PP en el Senado, y Marchena, temiendo ver su reputación arruinada por el pasteleo político, se quitó de en medio —pase de mí este cáliz—. Consecuencia de aquello es que Marchena ha presidido el tribunal que juzgó a Junqueras y los demás y está terminando estos días de redactar la sentencia. Hoy cuenta La Razón que la intención del Supremo es publicarla a primeros de octubre. Antes de que se cumplan los dos años de prisión preventiva y tratando de que no haya votos particulares, es decir, ningún juez del tribunal que discrepe sobre la tipificación de los hechos: que si rebelión, que si conspiración para, que si sedición, que si ya veremos.

Los vocales del Consejo General del Poder Judicial los eligen las Cortes. Por eso la renovación de cargos —un clásico de nuestra vida pública— depende de la voluntad de los grupos políticos para pactar una lista de nombres. Igual se quedó usted con la copla de que el PSOE está por la labor de meter en esa lista algún nombre que le guste a Podemos para agradar a Iglesias y que se rinda al acuerdo. Sin disimulo lo admitió aquí el ministro Ábalos la semana pasada.

Tenemos aquí el CGPJ, con sus veinte sillones, y lo metemos en el bombo de la subasta. Como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Consejo de Seguridad Nuclear, Red Eléctrica Española, el CIS y Radio Televisión Española. Intersante manera de despolitizar todos estas instituciones y empresas públicas para que no parezca, ¿verdad?, que es Sánchez quien lo maneja todo. Ay quien maneja mi barca, quién.

En Radio Televisión Española todo el mundo tiene claro que el aterrizaje de Enric Hernández, profesional de largo recorrido en la prensa escrita, a la Dirección de Información y Actualidad —traducido, a mandar en los informativos— viene de donde viene, o sea, del gobierno. En eso tiene razón Pablo Iglesias: mientras sea Moncloa quien maneja esa barca, por lo menos que no presuman de ser distintos de quienes les precedieron. Es verdad que Pablo lo que querría es que la dirección de Informativos la ejerciera Monedero.

En un alarde de anticipación previsora, RTVE ha sacado a concurso la fabricación del plató para las elecciones del diez de noviembre. Dices: pero si aún no se sabe si va a haber. Bueno, pues por si acaso. Para que no les pille el toro. En Podemos se han llevado las manos a la cabeza —ay, este Sánchez, que juega con nosotros mientras prepara la jornada electoral—, porque hasta ahora se ve que no habían reparado en que todo lo que viene haciendo Sánchez conduce a un mismo destino: hacer probar a Iglesias el cáliz de las urnas en la confianza de acabar con él para siempre.

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