OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La Academia alborota el gallinero"

Se ha alborotado el gallinero. Como señaló Vargas. Vargas es Vargas Llosa. Que antes de ser carne de “Diez Minutos” y de “Lecturas” por un amor otoñal —-que viene a ser lo contrario al amor de verano que cantaba el Dúo Dinámico—- era carne de reputación literaria y controversia política a partes iguales, indiscutida la primera y saludablemente alimentada de discusión la segunda.

ondacero.es
  Madrid | 14/03/2016

A Vargas, o sea, Vargas Llosa, le correspondió dar la bienvenida al nuevo habitante de la casa. Casas de hermandad siempre hubo en España, mucho antes de que la televisión pervirtiera la palabra dada —la casa— dotándole de la connotación de encierro voluntario, transmisión en streaming las veinticuatro horas y gente nominada. Los habitantes de esta casa que se hace llamar Real Academia tienen a bien reunirse, cuando procede, para festejar la llegada de un nuevo habitante cuyos méritos se glosan públicamente no antes sino después de que él —envestido de su nueva condición y en vestidura de frac— los demuestre en un discurso de su propia autoría.

Entiéndame, estimados oyentes. Madrugadores encarando un nuevo día de rutina en sus vidas atareadas que se sabe cómo empieza pero no como termina. Sé que ustedes estarían esperando que les contara que cumplimos no sé cuántos días desde la jornada electoral pretérita y que restan otros no sé cuántos para la jornada electoral próxima. Sé que están intersados —tal vez no— en saber si se esconde alguna clave en esto que dijo Rajoy“me moriré dentro de muchos años”, he aquí un hombre urgido de aclarar su condición de ser vivo—, o en esto otro que dijo Sánchez“no me cierro a un gobierno de coalición”, he aquí un hombre que requiere, para vivir, de estar abierto a lo que sea las veinticuatro hode saber cuál de las encuestas publicadas aras del día—-. Sé que les consume el deseo yer está en lo cierto, si aquella que proclama que Rivera está cada vez más fuerte por su adicción a negociar o aquella otra que lo da por desahuciado porque se pasa el día pasteleando.

Lo sé, y por eso me disculpo. Porque en medio de este bosque de banderines que convierte la crónica política en un bla bla bla diario del que se alimentan las marmotas, yo he pensado en hablarles de la Real Academia. De esa casa que recibió a su nuevo habitante, Félix de Azúa, a quien dio la bienvenida Vargas Llosa —me rindo, el novio cocoon de Isabel Preysler— celebrando que se alborote el gallinero e incluso demandándole que siembre la consternación y el pánico entre las gallinas. Al lado de tanto discurso previsible, mortecino, y previsiblemente mortecino como inunda cada día nuestra vida pública, desperdiciemos tres minutos —ya haré penitencia luego— escuchando frases bien construidas, buenas frases, que nos inviten a pensar en medio del atasco (sugiérale a los críos que bajen la voz, incluso que enmudezcan hasta llegar al cole). “Es difícil”, dijo Vargas, “es difícil ser independiente en esta época en la que ya casi no hay ilusiones; quien todavía las tiene suele ser considerado un ingenuo en el mejor de los casos o, en el peor, un tonto. Quienes te conocemos, Félix, esperamos que perseveres en tu independencia. Te traslado el pedido traducido a un español castizo: «Desaletárganos, por favor».

Este Azúa que desde ayer ocupa el sillón H mayúscula de la Academia es un contador de cuentos, es decir, poeta-novelista-y-ensayista, que empezó de joven comunista cuando las ideas comunistas ya habían fracasado en todas partes y cuando Katyn o el gulag eran ya suficientemente conocidos; se desilusionó con los mayos del 68 cuando los adoquines bajo los que estaba la playa se disolvieron revelando que no era playa sino cloacas lo que había debajo; y aprendió a cultivar, desde su perspectiva de izquierdas (o algo así, no cabe llevar mucho más allá el etiquetado porque se le resbala) un pesimismo constructivo y batallador a base de pasiones y de fobias y en pugna permanente contra la imposición, la impostura, el autoritarismo camuflado y los nacionalismos exhibicionistas (con perdón por la redundancia).

Este Azúa, bestia negra del independentismo vasco y catalán al que Rufián tiene, seguro, en su cabeza cuando llama miserables a quienes denuncian la prostitución de la enseñanza convertida en adoctrinamiento, sotiene ——sostiene el nuevo académico— que en España “la gente se calla demasiado”. Que usted mismo, ahora que va callado, camino del trabajo, se calla demasiado. Que hemos hecho nuestro “el silencio heredado de siglos de dictaduras religiosas, militares y oligárquicas". Que preferimos callar cuando hablar puede traer tormenta. El silencio hace la convivencia más agradable, pero permite que los abusones, los chulos, los canallas, llenen el aire de soflamas sin que nadie proteste.

Quien más truena, quien más vocea, quién más brama, más espacio ocupa y más probabilidad tiene de conseguir que su bramido parezca la posición mayoritaria. El debate político en España ha adolecido los últimos veinte años de voceo, de consignas, de papagallos, de berridos. El gallinero se alborota cada vez que alguien descubre una idea original y se atreve a dejarla crecer. Hoy el hereje es el que rompe los lugares comunes, tengan éstos el color que tengan. El que se niega a ser llamado “gente” y a creer que Rajoy y Sánchez e Iglesias y Rivera saben lo que está queriendo la gente, aunque cada uno de ellos predique, sobre esa misma gente, deseos contradictorios, incompatibles. La “gente” es como el sentido común, quién la invoca es para darse la razón a sí mismo.

Señores académicos —flamante nuevo habitante de la casa— creen ustedes un observatorio de ésos que tanta fortuna hicieron en los gobiernos autonómicos de antes de la crisis para someter a examen el uso que nuestros próceres (y también nosotros, la soldadesca) hacemos de las palabras que constituyen nuestro idioma. Eríjanse ustedes en defensores de la palabra y de los conceptos. No callen ante la tergiversación diaria de los términos. Defiendan, ustedes que pueden, la semántica. Será la primera batalla de la guerra por la independencia.