OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Igual a Pablo Iglesias ya no le interesa tanto que haya nuevas elecciones"

Han castigado a Pablo por no haber cumplido su compromís. Le prometió grupo parlamentario propio a Mónica Oltra, baronesa de la nueva izquierda valenciana, e incapaz él de cumplir con la promesa ha sido ella quien ha dado un portazo. Sus cuatro oltra-diputados se amotinan contra coleta morada y abandonan el barco. Se queda el grupo de Iglesias en sesenta y cinco escaños y los cuatro de Compromís acabarán probablemente en el mixto.

Carlos Alsina

Madrid | 20.01.2016 08:11

No es que salgan ganando con el cambio —-el mixto se reparte el tiempo de intervención en los plenos como se lo tendrán que repartir las diversas marcas podémicas en el suyo—. Se trata, sólo, de que suene alto el portazo. Que le quede claro a todo el mundo que Iglesias lidera su partido, no Compromís, no Cataluña en Colau (en común), no las mareas.

A Íñigo Errejón le tocó salir a hacerse la víctima. Encajando la derrota en su obstinación de tener más de un grupo y poniendo como un trapo a los otros grupos más numerosos del Congreso, PP, PSOE y Ciudadanos. Son los demás, siempre, los que se equivocan, los que traicionan la voluntad popular, los que no comprenden lo que la sociedad ha votado. Son los demás los que tienen motivos bastardos para querer aplicar el reglamento, los que siempre tienen miedo a Podemos, los que están en el inmovilismo y en el búnker (250 diputados de una cámara de 350). Podemos, sin embargo, siempre tiene la verdad de su parte, la intepretación leal y democrática del reglamento, siempre son encomiables sus motivos y siempre encuentra razones para rasgarse la vestiduras cuando se les recuerda que tener cuatro grupos es cobrar cuatro veces la subvención y tener cuatro veces más tiempo. La muy manida y muy viejuna táctica victimista cuando has perdido el pulso. Hacer de la necesidad virtud, o las uvas están verdes pero porque estos recalcitrantes no dejan que maduren.

¿Y la investidura qué? ¿Esto en qué afecta a la operación "Pedro for president" que lidera Pedro, o sea Sánchez? Pues de entrada, en que va a tener que multiplicarse para hablar con todos, porque donde hasta ahora parecía que le bastaba hablar con uno, Iglesias, ahora tiene que hablar con cuatro. El señor Expósito, del partido de Colau, estuvo en La Brújula y fue claro: en nombre de los diputados de Cataluña en Común habla Cataluña en Común. O sea, Ada Colau.

En segundo lugar, y consecuencia de esto, en que a Pablo Iglesias igual ya no le interesa tanto que haya elecciones de nuevo. Hasta ahora parecía muy claro que volver a las urnas beneficiaba a Podemos a costa del Partido Socialista, pero ahora que sus marcas aliadas (un tercio de sus apoyos electorales) están decepcionadas con el papel que les ha quedado, hay que poner en cuarentena ese diagnóstico. Cada día que pasa Podemos echa más agua a sus exigencias categóricas de primera hora y se muestra más manso y predispuesto al pacto.

Pedro Sánchez se siente fuerte para completar su arriesgado recorrido hacia Moncloa. Tampoco se ha escuchado, en realidad aún, a un solo grupo decir abiertamente que le vayan a votar a él. Hasta ahora lo que sabemos es que Sánchez provoca menos rechazo entre sus posibles novios que Rajoy y que éste da signos cada vez más claros de haber arrojado la toalla. Del gobierno de gran coalición que Sánchez le ha rehusado ya habla Rajoy en pasado.

Con el PSOE cerrado en banda a negociar acuerdo de ningún tipo —-incluyendo ese tuit tan grosero que eructó Odón Elorza, lo de “deja de dar el coñazo Rajoy con la gran coalición porque no va haber, ¿te queda claro?”, que exhibición de talante y cortersía del ex alcalde ya amortizado—-, con el PSOE negándose a hablar con el PP, Rajoy transmite la impresión de haberse quedado sin opciones, resignado a ver cómo naufraga su investidura y abrazado a la esperanza de que Sanchez fracase también en la suya.

Cunde en el PP el pesimismo porque esperaban que Susana y su legendario batallón de barones les hiciera, a los populares, el trabajo (de pararle los pies a Sánchez y disuadirle de hacer manitas con independentistas y euroescépticos). Esperábamos más cuajo de Susana, dijo ayer Maíllo, entre el abatimiento y la impotencia. Lo más duro que ha tenido que escuchar Sánchez en su casa es a García Page alertando de que no se puede depender, en el día a día del gobierno, de lo que digan los independentistas. Y sugerir que el secretario general de su partido, al fingir que no hay contrapartidas, toma a los ciudadanos por tontos.

Y hasta aquí puede leer, como Mayra. Porque de ahí a censurarle al secretario general Sánchez su comportamiento va un trecho que ni Page ni Susana Díaz van a recorrer. En público. En el tensiómetro de la política de cada día, Sánchez parece hoy más vivo que Rajoy, más por decaimiento del segundo que por garantías del primero.

Si al final fuera ése el desenlace —-que gobernara el PSOE cuatro años después, sólo cuatro, de que Zapatero fuera desterrado—- en el Partido Popular, esta vez sí, iba a empezar a pasar cosas serias. Si Sánchez consigue gobernar, sólo quedarán marianistas entre los muy devotos de la virgen.