La gran novedad de las últimas horas, asómbrense, es que el PSOE ha incluido al PP en su cartilla de baile. Hasta ahora Sánchez —Pedro I el depuesto— no veía necesario negociar nada con el primer partido del Parlamento y ahora —recalculando— dice que sí, que dado que pretende reformar la Constitución sería bueno contar con los populares. Esto ya lo sabía antes, por supuesto, lo sabe desde el primer día. Pero mantener la expectativa de un gobierno socialista tiene que alimentar una negociación de algún tipo, aunque sea con Rajoy y aunque sea para que no apatrezca ahora el presidente como un hombre más dialogante que él. La insoportable levedad de este concurso diario de apariencias.
Las crónicas del día lo destacan mucho: el PSOE incluye al PP en la negociación. Suenen al unísono los campanarios de los pueblos de España. Hombre, la memoria es débil pero no tanto. Una ronda de contactos socialista en la que estuvo incluido el PP ya hubo. Ustedes mismos seguro que se acuerdan de aquella reunión. Porque fue aquélla en la que Rajoy le hizo la cobra a Sánchez. Iba el candidato socialista, con esa cara de malestar que le sale cuando tiene enfrente a Rajoy, de gastroenteritis, a estrecharle la mano al presidente y se echó Rajoy así, hacia atrás, para abrocharse la chaqueta. Mariano la Cobra, el desquite. Porque el día que fue Sánchez a la Moncloa nada más cruzar la puerta de palacio le dijo Pedro al presidente: “No te pienso apoyar, que lo sepas”. “Pero bueno, hombre, vamos a hablar de ello”. “No es no y es no, ¿qué parte de ‘no’ es la que no entiendes?” (Qué parte de “no”, que es una palabra de dos letras). Claro, con esa actitud muy fructíferas no podían ser ni una reunión ni la otra.
Cuando se vieron en el Congreso Sánchez no le entregó a Rajoy su propuesta para el pacto, qué desconsiderado. Y Rajoy, que sí le entregó la suya (este par de folios con cinco puntos tan genéricos como la mitad de los medicamentos que fabrican ustedes aquí) se marchó de vacío y disgustado. Ahora volverán a intentarlo. A iniciativa de Ciudadanos, que es quien ha empujado al PSOE para que levante el veto, aunque sin la menor expectativa de que salga de ahí algo.
Lo novedoso no es que el PSOE cuente con el PP, sino que ahora las decisiones para negociar las toman los hermanos Sánchez-Rivera de común acuerdo. No es Sánchez quien marca el paso, sino Sánchez con Rivera puesto que es el programa de gobierno común el que se ofrece a los demás partidos para que negocien. Y en la carta remitida ayer al PP, a Podemos, a Compromís, a IU, no se dice que el presidente del gobierno resultante haya de ser Pedro Sánchez.
Igual escucharon los que nos pasó por la mañana, en este programa. Miren qué pregunta más simplona le hice al portavoz del PSOE en el Senado: ¿en qué hoja del documento pactado entre ustedes y C’s se dice que el presidente tenga que ser Sánchez? Es verdad que me puse pesado, se la repetí hasta cuatro veces. O cinco, o tal vez siete.
El acuerdo es para hacer presidente a Sánchez. Clarísimo, ¿verdad? Pues no, de claro nada. Como luego estaba Albert Rivera en el plató de Susanna Griso —-y a veces nos conchabamos— le envié un recado a Susanna para que le preguntara a Rivera. Por lo del candidato.
Puede parecer una anécdota, una cosa menor. Igual hasta lo es. Pero tal como está el patio, tendremos que agarrarnos a estas pequeñas cosas para darle emoción al relato. Rivera tiene un pacto firme con el PSOE, sobre lo que hay que hacer en España. No sobre qué presidente lo tiene que hacer. Ojo, antes de que Rajoy se haga ilusiones, esto es lo que dijo ayer el casco azul naranja: que con Rajoy no se puede ir a ningún lado; que si el PP quiere mejorar España tiene que sacrificar a Rajoy; y que los análisis que hace Rajoy sobre el matrimonio PSOE-Ciudadanos —-esto de que deberían presentarse juntos a las elecciones— son chorradas.
Chorrada, infantil, engaño. El joven Rivera se ha propuesto liquidar a Rajoy, el veterano. A esta paso se le va a indigestar al presidente incluso más que Pedro Sánchez. Y el día que al final se reúnan en lugar de hacerle la cobra va a tratar el presidente a Albert como a un hijo. Como a su propio hijo. Toma colleja, niño, toma colleja. Por hablar más de la cuenta.
Hoy les saludamos desde las instalaciones de una compañía española con ochenta años de historia, de experiencia en investigación y distribución de medicamentos, líder en el sector de los genéricos y con una apuesta decidida por la innovación. Normon, que seguro que a usted ya le suena porque está presente cada día en este programa con consejos de salud, que es cien por cien española y que está celebrando el décimo aniversario de estas instalaciones en Tres Cantos, ochenta y seis metros cuadrados, oiga, de producción y de investigación en nuevos productos. Abra usted el armarito de los medicamentos que tiene en casa y seguro que va a encontrar impreso en alguna caja el nombre de esta casa, Normon, a quien agradecemos su invitación. Sobre todo Juan Ramón Lucas, que sabiendo que hoy veníamos aquí se puso malo a propósito para poder sanar con Normon a la vista de todos ustedes.