opinión

El emotivo recuerdo de Carlos Alsina en su monólogo a David Gistau: "En estos tiempos de militancias y banderías demostró siempre su libertad"

Quién hablará ahora de Norman Mailer, de la aerotransportada, de las guerras, de Martin Scorsese, de la mafia, del Madrid, de Garci, de Torres Dulce y de Medardo Fraile. Y de política claro. Y de política argentina.

Carlos Alsina

Madrid | 10.02.2020 08:14

Ha muerto David Gistau. Periodista, escritor, lector, animador. Libre entre los libres. Si algo demostró siempre, en estos tiempos de militancias y banderías, fue su libertad de criterio y su soberana independencia.

A ustedes no hace falta que les cuente quién era Gistau porque formó parte de nuestro pequeño mundo radiofónico durante muchos años. Desde aquella brújulas primeras de 2005 cuando éramos todos muy pequeños, salvo él (que ya era enorme) hasta este mismo programa, Más de uno, en cuyo nacimiento estuvo presente, pasando por esa criatura que aún hoy suena cada noche de viernes y que responde al nombre de La Cultureta de la que fue socio fundador (con Jabois y con Amón).

Componentes de La Cultureta en sus inicios. De izquierda a derecha: JF León, Rubén Amón, Manuel Jabois, David Gistau y Carlos Alsina
Componentes de La Cultureta en sus inicios. De izquierda a derecha: JF León, Rubén Amón, Manuel Jabois, David Gistau y Carlos Alsina | MMG| ondacero.es

Cuando fallece alguien a quien conocimos la tentación es hablar no de quien se ha ido sino del trato que, con él, tuvimos. Gistau formaba parte de la vida cotidiana de los lectores del diario El Mundo, de los oyentes de la cadena Cope (el programa de Carlos) y de un montón de personas que constituían su universo personal, afectivo, vital. Y a todos ellos hacemos llegar hoy, desde ésta que también fue su casa, y su mundo y su programa, nuestro pésame y nuestro aliento.

Lunes, 10 de febrero de 2020. Bienvenidos a una nueva mañana en la radio.

Pasaron ocho horas juntos en los Quintos de Mora y ahora ya es otra cosa, eh. Ahora ya se percibe que el gobierno de Sánchez está perfectamente engrasado.

Qué vistosas las imágenes de las ministras y los ministros en vaqueros y con botas de ir al campo, la kedada rural del gobierno en pandilla, haciendo lo que más les gusta a algunos de ellos, que es grabarse declaraciones autoelogiosas para subirlas a las redes y hacerse autopropaganda sin tener que aguantar a periodistas pesados. Donde esté un operario de la Moncloa con un iPhone, que se quite toda la prensa.

Más allá de las opiniones, plurales, sobre la estética de los ministros abrigaos, lo importante es que por fin han encontrado tiempo para intercambiar opiniones sobre los proyectos que tienen (esto los martes en el consejo de ministros no lo hacen) hablar de las políticas transversales, como dice Iglesias, o conocerse mejor unos a otros.

Sólo con mirarse, dice la portavoz.

Como ya han afinado sus instrumentos y tocan todos con extraordinaria armonía, como el gobierno tiene una sola palabra y una única postura, hay que entender que en la mesa de negociación ésta que ha concedido Sánchez a Esquerra Republicana no habrá cuotas de partidos, ¿o sí? Empecemos con las preguntas.

En la mesa de billar de Oriol y Pedro, con Torra de invitado molesto, ¿cuántas sillas va a haber? ¿Cuántas sillas hacen falta para que un gobierno nacional y un gobierno autonómico diseñen el fabuloso mapa del encauzacimiento de las aguas revueltas? Dirá usted: pues dos, como el jueves pasado en el Palau, una silla para Sánchez, una para Torra. No, hombre, no. Sánchez sólo irá a cortar la cinta de la tabla, la inauguración formal. Luego ya se ocuparán otros. Otros que serán ¿quiénes y cuántos?

El avatar de Junqueras fuera de prisión, que es Pere Aragonés, ya explicó ayer que él quiere silla propia. Que como el gobierno catalán lo forman dos partidos, pues dos partidos deben estar allí sentados.

Cada uno con su sillita. O con su taco para meter las bolas (del billar). Eso sí, pregonando todo el tiempo que la meta es sólo una: repitan conmigo, autodeterminación y amnistía.

Entonces, si el gobierno catalán tendrá varias sillas a repartir entre sus dos partidos, ¿el gobierno de España cuántas tendrá? Porque la Moncloa también es compartida. Están los de Pedro y están los de Pablo. ¿Tiene Podemos reservada también su propia silla, o sillas? ¿El gobierno habla con un voz o con una principal y otra que susurra a los caballos?

¿Es una mesa entre gobiernos o es una mesa de partidos camuflada? Camuflada como tantas otras cosas que se han ido camuflando. ¿El gobierno de Sánchez o forman dos partidos o lo forman tres? ¿El PSC cuenta como partido, ya que tiene ministro cuota en la persona de Salvador Illa? ¿Tendrá su propia silla el PSC en la mesa de billar?

El líder del PSC, Miquel Iceta, se hizo ayer en público una de esas preguntas trampa (trampa para los demás, no para quien la hace) que constituyen el día a día de la política catalana. Veamos: hay un conflicto político, ya lo sabe usted. Un conflicto tremendo que no hay manera de que nos cuenten quién lo ha provocado (todos en general, como se empeña en sugerir Sánchez, nadie puede sentirse orgulloso, toda esa salmodia). Hay un conflicto. ¿Qué es lo que hay que preguntarse, según Iceta? Si la pena de cárcel de Junqueras lo soluciona.

No, claro que no. Pero es que nadie que dijo que el encarcelamiento de Junqueras solucionara nada... salvo la impunidad de dejar sin castigo a quien abusa del poder que tiene. Junqueras no está en prisión porque eso solucionara el encaje de Cataluña en España y la lista de agravios que exhibe siempre el independentismo. Los problemas políticos se solucionan, claro, por múltiples vías, ninguna de las cuales pasa por cometer delitos. O errores, como prefiere decir Iceta. Error siempre suena mejor que delito. Porque errores los cometemos todos pero delitos no. Los delitos los cometen los delicuentes.

Jordi Évole emitió anoche su entrevista a Junqueras en prisión. Habla el presidente condenado de Esquerra como si fuera el delegado de una ONG que acude a la cárcel a enseñar cosas a los demás reclusos, con un cierto paternalismo a quienes están allí porque salta a la vista que no se ve a sí mismo como uno de ellos.

Cuesta fiarse de nada de lo que diga alguien que reacciona con una carcajada cuando se le dice que la gobernalibilidad de España depende de él.

Son sus propios subordinados quienes admiten que no toman decisión alguna sin consultarle antes al jefe, que es él, pero Junqueras, que es todo humildad y amor, lo niega. Tal como niega lo evidencia de los números: Évole le recordó que siguieron adelante con el procés pese a no tener la mayoría de los votos en las urnas, es decir, en flagrante contradicción con esto que ahora dice Rufián de que no se puede hacer la independencia con media Cataluña en contra.

No es cierto, no, pero le da igual. Porque la única cosa que soluciona para él el problema es que España trague con la autodeterminación y el referéndum.

Puede seguir haciéndose Iceta preguntas a medida que vayan llegando las elecciones autonómicas. ¿Soluciona el problema que Puigdemont esté reclamado por la justicia?

El error de no cumplir la ley. Como si hubiera sido un descuido. Fíjese que no me di cuenta de que estaba levantando las instituciones catalanas contra el resto del Estado y contra mis propios ciudadanos. Qué despiste, eh, en qué estaría yo pensando.

¿Soluciona algo que se conceda su suplicatorio en el Parlamento Europeo?

¿Soluciona algo que la Audiencia Nacional emita sentencia sobre la actuación de la cúpula de los mossos de esquadra?

Puedes repetir la pregunta las veces que quieras y con el tema que te apetezca y siempre valdrá la misma respuesta. ¿Soluciona el problema del independentismo en Cataluña un aumento de las inversiones, una financiación más favorable, cambiarle el nombre al aeropuerto?

Lo único que soluciona el problema, el conflicto, es que los dirigentes de los partidos independentistas asuman que la autodeterminación no es un derecho y que si quieren que alguna vez sea reconocido como tal tienen que ganarse antes la voluntad mayoritaria del conjunto de España por cauces democráticos. Y mientras tanto, cumplir las normas que rigen para todos, no abusar de su poder, no utilizar las instituciones catalanas contra el resto de España y no arrogarse una representación que no les corresponde. ¿Soluciona el problema el raca raca éste de cada día?