OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Cinco años del 155"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el estado actual del movimiento independentista catalán cuando se cumplen cinco años de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, con el que se disolvió el Parlament.

Carlos Alsina

Madrid | 27.10.2022 08:32

Ciento cincuenta y cinco. Hubo un tiempo en que decir este número en España era mentar lo prohibido. Incurrir en anatema. Ser, por tanto, anatemizado.

Se cumplen cinco años del día en que todo cambió

Hubo un tiempo en que ‘155’ significaba ‘botón nuclear’. Así se referían a él las crónicas periodísticas y los políticos que hacían confidencias a calzón quitado. Apretar el botón nuclear. Hubo un tiempo en que ‘activar el 155’ era visto como sinónimo de abrir las puertas del infierno, un camino sin retorno, el día de la bestia y el apocalipsis autonómico.

Hasta que se activó. Hasta que se apretó el botón nuclear. Y no hubo infierno, ni apocalipsis, ni nada. Hoy se cumplen cinco años del día en que todo cambió.

Rajoy destituyó al gobierno catalán y disolvió el Parlament

No es verdad que el Senado sólo tenga notoriedad ahora que Sánchez y Feijóo celebran allí sus debates del estado de la nación mensuales. Fue en el Senado donde ocurrió lo más relevante de un día como éste de 2017. Veinsiete de octubre. La aplicación del artículo 155 de la Constitución. Previo requerimiento al presidente Puigdemont, que éste ignoró, y a iniciativa del Gobierno de la nación, el Senado debatió y aprobó que se obligara a la comunidad autónoma catalana a cumplir la ley para proteger el interés general.

Rajoy destituyó al gobierno catalán, desmanteló las minas independentistas de que habían sembrado la administración la pareja Puigdemont-Junqueras y disolvió el Parlament.

No ardió Cataluña ni se desmoronó el Estado de las autonomías

Aquello que nunca antes había sucedido, sucedió. Con el respaldo de la abrumadora mayoría del Senado encarnada en el PP, el PSOE y Ciudadanos. Y no ardió Cataluña. Ni se desmoronó el estado de las autonomías. Ni se atrincheró el president en la plaza de Sant Jaume y la señora Forcadell en la Ciudadela.

Sí ocurrió que de la votación del Senado se borró el senador Montilla alegando que un ex president de la Generalitat no podía contribuir a la suspensión de las instituciones catalanas. En realidad, al borrarse estaba contribuyendo, afortunadamente sin éxito, al secuestro independentista de la Generalitat catalana para emplearla como arma de destrucción de la Constitución española.

La Generalitat de Cataluña nunca fue una institución soberanista, mucho menos independentista

Se resistían entonces los Montilla del PSC a asumir que el 155 no sepultaba la Generalitat sino al contrario, la rescataba. La liberaba de las manos de quienes se habían apropiado de ella indebidamente para convertirla en lo que nunca fue.

La Generalitat de Cataluña fue ideada, y bautizada así, por el gobierno de la República en el año 31. Gobierno de España. Fue recuperada, y restablecida, por el decreto de Suárez en septiembre de 1977 avalado por las Cortes Generales. Las Cortes de España. Nunca fue una institución soberanista, mucho menos independentista, y mucho menos una catapulta para enterrar en piedras a las Cortes Generales, el Gobierno de la nación y la Constitución española.

Puigdemont y Junqueras convirtieron a la Generalitat en un instrumento destructivo

Y justo eso, apropiarse de la institución y convertirla en un instrumento destructivo, fue lo que hizo el gobierno de Puigdemont y Junqueras con la complicidad del rodillo independentista en el Parlament y de la señora Forcadell. La aplicación del 155, hace hoy cinco años, llegó inmediatamente después de la proclamación de la independencia que leyó, con histórica torpeza, la presidenta de la Cámara.

Cinco años después, Puigdemont es un jarrón chino al que nadie rinde honores como verdadero presidente en el exilio

El resto de la historia seguro que usted lo recuerda. Los estados de Europa ignoraron la proclamación. El presunto gobierno de la República catalana, en lugar de reunirse de inmediato para empezar a ejercer como tal, se fue de fin de semana. El martes siguiente el fiscal general del Estado presentó su querella por rebelión y sedición. Veinticuatro horas antes, Puigdemont estaba saliendo de extranjis camino de Bruselas.

Cinco años después, Puigdemont es un jarrón chino al que nadie rinde honores como verdadero presidente en el exilio y todas aquellas bobadas que se dijeron entonces. Esquerra Republicana gobierna la comunidad autónoma y ejerce, gustosa, de costalera del PSOE para aprobar, por ejemplo, los Presupuestos Generales del Estado… español.

De haber gobernado Sánchez no habría habido independencia

Sánchez le preguntó la semana pasada a Feijóo en el Senado qué Cataluña prefiere, si la de 2017 o la de 2022.

Es un hecho que el gobierno independentista de hoy tiene aparcado, a diferencia de aquel, el famoso choque de trenes, la embestida contra el Estado. Es sabido que el presidente Sánchez atribuye el desfondamiento del movimiento independentista catalán a sus indultos. Acostumbra a obviar que para que él pudiera indultar, alguien antes tuvo que denunciar, instruir, documentar, juzgar y condenar.

Sánchez atribuye el desfondamiento del movimiento independentista catalán a sus indultos

Y en el fondo de su razonamiento pervive su tesis de siempre: que si en 2017 la arremetida llegó hasta donde llegó fue por la negligencia de Rajoy más que por el desprecio soberano de Junqueras y Puigdemont a las más elementales reglas democráticas. Es decir, que de haber estado gobernando él nunca habría habido ni referéndum ni proclamación de la independencia. Y nunca habría sido necesario aplicar el 155.

"Y si somos los mejores, bueno y qué"

De autoestima es verdad que va sobrado el actual Gobierno de España. Anteayer les proponía asumir como lema ‘somos la caña’ y es evidente que me quedé muy corto.

Y si somos los mejores, bueno y qué. Ya tenemos observado que lo primero que hace nuestro Gobierno cada día, incluso lo único que no deja de hacer un solo día, es hablar bien de sí mismo. Cultiva el autoelogio con la misma soltura con que el presidente Sánchez plantó ayer un árbol en Kenia. El árbol lo plantó ayer y hoy ya mide siete metros, creáselo, es infinitamente más alto que cualquier otro árbol que haya plantado cualquier otro gobernante del mundo entero.

Eso es. Qué recesión ni qué recesión, técnica o como se llame. La ministra Montero subió ayer a la tribuna del Congreso a proclamar que somos líderes, los mejores, los números uno.

Que España crezca más que Alemania no significa que ahora seamos el motor económico de la Unión Europea. Somos la cuarta economía

Esto de los ránkings es una cosa fabulosa. Porque permiten generar esta idea tan engañosa de que somos el país líder de Europa. A ver, el indicador de crecimiento lo que mide es cuánto has mejorado en proporción a lo que eras el año pasado. Que España crezca más que Alemania no significa que en términos absolutos ahora seamos nosotros el motor económico de la Unión Europea. Somos la cuarta economía, y creciendo un 2% el año que viene seguiremos siendo la cuarta, como Alemania decreciendo un 0,4% seguirá siendo la primera.

La ministra airea el ránking más favorable para las tesis del Gobierno, ciñéndose a la zona euro y no a toda la Unión Europea y fijándose en el porcentaje de crecimiento y no en el PIB absoluto. Tal como el PP prefiere fijarse en cómo estábamos antes de la pandemia para predicar que somos de los pocos que aún no ha recuperado lo que entonces teníamos. Con los números uno puede hacer casi cualquier cosa, como bien sabe Tezanos.