Seis días han pasado desde las elecciones autonómicas de Madrid y aún no se le ha escuchado a Pedro Sánchez ni media palabra en público sobre el asunto. Para haber mitineado tanto y con tanta vehemencia, para haber proclamado que estaba en juego nada menos que la Democracia ---la ultraderecha, el fascismo, el desmantelamiento del estado de bienestar, en fin, todo aquello--- le ha sobrevenido al presidente un enmudecimiento sospechoso. Ni pío, con lo que a él le gusta hablar y escucharse hablando.
Diecisiete días después seguimos sin saber quién remitió las cartas amenazantes con balas dentro
Diecisiete días han pasado desde que el ministerio del Interior recibiera unas cartas amenazantes con balas dentro y seguimos sin saber quién o quiénes las remitieron. Ni las que iban dirigidas a Marlaska, Gámez e Iglesias ni la que se detectó después en Correos, dirigida a Isabel Díaz Ayuso. Como seguimos sin saber quién dio instrucciones para que la existencia de esas cartas se comunicara a la opinión pública, rompiendo la tradición de no difundir esta clase de amenazas.
Con el final de la competición electoral llegó este hábito de pasar página sobre asuntos que hace sólo dos semanas parecían lo más urgente y lo más grave que tenía entre manos la sociedad española. Los partidos políticos corren un tupido velo y los medios de comunicación que compraron con entusiasmo la idea de que la estabilidad de España estaba en juego intentan desentrañar ahora cómo ha sido posible que a Ayuso la hayan votado en los barrios obreros, ¡y en Vallecas! Han asumido el reto de explicárselo a sí mismos como si fuera el cuarto secreto de Fátima. Qué votantes tan raros estos madrileños.
"Celebran que ya no hay toque de queda como si fuera el Día de la Victoria"
Terminada la batalla entre el fascismo y el comunismo, se abren paso ya otros asuntos. Cuánto, y qué pronto, ha cambiado el cuento.
El debate con el que arranca la semana es otro viejo conocido: si las concentraciones de jóvenes ansiosos por salir de farra nocturna que se produjeron este fin de semana en algunas plazas, algunas calles y algunas playas de las grandes ciudades, terminado el estado de alarma, han sido una bomba irresponsable de contagios que amenaza con provocar, a la vuelta de dos semanas, una nueva ola.
Mucha sorpresa no ha podido ser que, al cabo de seis meses y medio de reclusión nocturna ---treinta fines de semana sin poder salir de copas---, los más jóvenes celebraran el final de esto que para ellos ha sido una prisión domiciliaria cruzando en aluvión el portal de casa para tomar la calle y vocear consignas exageradas.
Corean libertad olvidando que no hay libertad sin responsabilidad
‘Libertad, libertad’ y ‘alcohol, alcohol’ con idéntico fervor. Hace un añoSánchez nos convencía cada fin de semana de que estábamos librado una guerra; un año después varios miles de jóvenes repartidos por plazas mayores, paseos marítimos y barrios de copas, se han puesto a celebrar que ya no hay toque de queda como si fuera el Día de la Victoria. No parece que lo sea, o no todavía. Epidemia sigue habiendo.Y número máximo de personas que pueden juntarse en la calle, también.
Con poco éxito se ocuparon las policías municipales de recordar este sábado a los jóvenes que hay restricciones que siguen vigentes. Seguramente el mejor resumen del estado de ánimo de los participantes en las concentraciones multitudinarias sea éste testimonio que recogió Álvaro Berro en Telecinco: "Esto es nuestra responsabilidad, yo no estoy de acuerdo con esto, pero estoy aquí ahora mismo porque se me permite".
No estoy de acuerdo con esto, pero porque se me permite. Prohíbamelo usted, gobernante. Prohíbame ser un irresponsable. Corean libertad olvidando que no hay libertad sin responsabilidad.
"El Gobierno está sacudiéndose una responsabilidad que es suya"
En ausencia ya de estado de alarma, el gobierno le pide al Supremo (llámelo pedir para no llamarlo presionar) que bendiga todas las restricciones que planteen los gobiernos autonómicos.
Avalen, señores jueces, todo lo que les llegue. Y así desactivamos a los Tribunales Superiores de Justicia que están emitiendo criterios diversos. Lo que al Tribunal Superior de Baleares le parece perfectamente legal, toque de queda autonómico aunque ya no haya estado de alarma, al Tribunal Superior de Canarias le parece inasumible. Lo que el Tribunal Superior de la Comunidad Valenciana bendice, el Tribunal Superior del País Vasco lo tumba.
El gobierno podía haber hecho una de estas tres cosas:
• Reformar la legislación para dotar a los gobiernos autonómicos de instrumentos que hoy no tienen.
• Pedir al Parlamento la prórroga del estado de alarma.
• Convertir al Tribunal Supremo en el último decisor, el Decisor Supremo.
Las dos primeras requerían que el gobierno (poder ejecutivo) asumiera la responsabilidad de acudir al Parlamento (poder legislativo). La tercera consiste en trasladarle la responsabilidad al Supremo (poder judicial), y ésa es la que elegido. Que sea el Tribunal quien establezca cuánto se puede limitar la movilidad de los ciudadanos.
Ha calado la idea, entre los magistrados del Supremo, de que el gobierno está utilizándoles para descargar sobre ellos una responsabilidad que no tienen
La reticencia de los magistrados del Supremo es comprensible. Si en octubre el gobierno acudió al Parlamento a que le bendijera un estado excepcional de medio año fue porque no había otra manera ---legal--- de recluir a la población en su casa y de impedir que se moviera de una región a otra. Sólo declarando el estado de alarma (es decir, la emergencia sanitaria) y recabando la bendición del Parlamento era posible limitar de manera tan grave, y tan prolongada, el derecho a la libre circulación que tenemos todos los ciudadanos. Si en octubre era necesario proceder así para no incumplir la ley, con qué argumento se defiende hoy que, en realidad, se puede hacer lo mismo sin declarar emergencia alguna y sin vulnerar la ley. Ha calado la idea, entre los magistrados del Supremo, de que el gobierno está utilizándoles para descargar sobre ellos una responsabilidad que no tienen.O dicho de otro modo, sacudiéndose una responsabilidad que es suya.