OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Pasó el susto"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre los resultados de las elecciones francesas, en las que, a pesar de haber sido reelegido Emmanuel Macron, la candidata ultraderechista Marine Le Pen ha obtenido más del 40% de los votos.

Carlos Alsina

Madrid | 25.04.2022 08:51

Ya pasó el susto. La extrema derecha francesa ha obtenido el mayor respaldo popular obtenido nunca en unas presidenciales, pero no suficiente como para hacerse con la presidencia de la República.

Ya pasó el susto, ganó Macron

O traducido a efectos de la Unión Europea que compartimos con Francia, no suficiente como para impugnar, y empezar a desmontar, el proyecto europeo tal como hoy está planteado. Ya pasó el susto para quienes abogan por seguir reforzando las instituciones, y las decisiones, comunes para que las naciones europeas vayamos de la mano en lugar de ir cada una por su cuenta. Ganó Macron.

Ganó Macron. Con una ventaja holgada. 58-42. De cada diez franceses en edad de votar, tres han pasado de ir a las urnas. Cuatro han intentado tener de presidenta a Le Pen y casi seis han dado la victoria a Macron.

Dos de cada diez votantes de Melenchon prefirieron a Le Pen. Para ellos, si el presidente no puede ser de extrema izquierda lo mejor es que sea de extrema derecha

Ventaja holgada, 58-42, que se parece poco a la enorme ventaja que le sacó Macron a Le Pen hace cinco años: entonces fue un 66-33, mucho mejor él, mucho peor ella. Si la llave la tenían quienes en la primera vuelta votaron por el líder de la extrema izquierda, Melenchon -quedó tercero-, cabe subrayar hoy que uno de cada cuatro votantes de Melenchon se quedó en su casa ayer, cuatro votaron por Macron y casi dos prefirieron a Le Pen.

Para estos dos de cada diez, si el presidente no puede ser de extrema izquierda lo mejor es que sea de extrema derecha.

Le Pen se presentó como portavoz de la gente común

Le Pen presume, con razón, de haber llevado su proyecto nacionalista, euroescéptico, divisorio e intervencionista, a la cota más alta que hasta ahora había alcanzado. Presentándose como la portavoz de la gente común, de los empobrecidos, de los enfadados, cuestionando el sistema y cuestionando la cesión de soberanía ha conseguido que la Unión Europea con sus políticas de integración y de acogida sea vista como un problema por más franceses que nunca.

Esta señora -conviene no olvidarlo- ganó las elecciones europeas en Francia hace tres años. Las elecciones en las que rige no la segunda vuelta sino el sistema proporcional.

Próxima estación, las elecciones generales de junio

Próxima estación, las elecciones generales de junio. Les toca a los franceses, ahora que ya han escogido presidente del país, renovar a los casi seiscientos diputados del Parlamento.

Melenchon aspira a que una victoria apabullante obligue a Macron a escoger un primer ministro muy a la izquierda

Esto que Melenchon está llamando la tercera vuelta en el intento de obtener ahí la fuerza política que en las presidenciales le ha faltado. Y de aspirar a que una victoria apabullante obligue a Macron a escoger un primer ministro muy a la izquierda. Es el presidente quien designa al jefe de gobierno, otra cosa es que tenga luego respado parlamentario suficiente para sacar adelante sus proyectos.

Francia como gigantesco laboratorio político

Macron inicia su segundo y último mandato con los partidos tradicionales practicamente desaparecidos y los extremos más fuertes que nunca. Está por ver si la plataforma política que él creó le sobrevive cuando, en cinco años, agarre la puerta. Para entonces seguirá habiendo Reagrupamiento Nacional y seguirá habiendo dinastía Le Pen. No habrá Macron y, al paso que van, no habrá ni Partido Socialista ni Partido Conservador. Francia como gigantesco laboratorio político.

En cinco años no habrá Macron y, al paso que van, no habrá ni Partido Socialista ni Partido Conservador

No pudo resistir, por cierto, la tentación el portavoz del Partido Socialista, Felipe Sicilia, de hacer un eslogancito a cuento de Francia y de Feijóo.

Y dos huevos duros. Clavadito, Felipe, clavadito. En la media melena, sobre todo.

El ministro Bolaños, el ministro apagafuegos

El ministro Bolaños se enfundó ayer el traje de bombero y se fue para Barcelona con la manguera a intentar sofocar este incendio político que se llama Pegasus. El espionaje, presuntamente ilegal, con teléfonos infectados por un virus, que llevó al presidente de la Generalitat a proclamar la semana pasada que congelaba las relaciones con el Estado hasta que Sánchez no depurara responsabilidades.

Congelar es un verbo vacío, ya lo dijimos aquí. Para estar congelada la relación, bastó que el ministro apagafuegos levantara el teléfono para que de inmediato le recibiera, con cara de enfado pero sin más demora, la consejera del gobierno catalán Vilagrà i Pons.

Esto va de otra cosa. De que Sánchez admita que ministros socialistas (nunca de Podemos, naturalmente) estaban al tanto del uso ilegal de Pegasus y se los cargue

Con la que estuvo Bolaños un rato largo para ver qué se puede hacer para evitar que los diputados de Esquerra vuelvan a dejar tirado al Gobierno en una votación importante (por ejemplo, esta misma semana, la convalidación de los descuentos de la gasolina en el Congreso) pero sin llegar a admitir nunca ni que el CNI haya espiado ilegalmente a nadie ni que el gobierno socialista lo encargara o lo bendijera.

La exigencia independentista al gobierno de Sánchez

A la exigencia independentista de que Sánchez levante el velo del CNI y le corte la cabeza a quien les haya espiado, respondió el ministro con este surtido de ideas que está lejos de satisfacer a su compadre Junqueras: que si constituir ya la comisión de secretos oficiales del Congreso con presencia de todos los grupos, que si desclasificar los documentos que reclame la justicia, que si encargarle al CNI que se investigue a sí mismo, que si confiarle también esto a Gabilondo, el Defensor del Pueblo.

Y la señora Vilagrà i Pons le vino a responder que va a ser que no. Que esto va de otra cosa. ¿De qué? Pues de que Sánchez admita que ministros socialistas (nunca de Podemos, naturalmente) estaban al tanto del uso ilegal de Pegasus y se los cargue. ¡Dimisiones ya!, apremia el gobierno de Cataluña.

La señora Vilagrà escogió para recibir al ministro la mesa más larga que tiene y le sentó en el otro extremo. A lo Putin pero con sólo metro y medio de mesa

Para que se viera bien lo congelados que están, la señora Vilagrà escogió para recibir al ministro la mesa más larga que tiene y le sentó en el otro extremo. A lo Putin pero con sólo metro y medio de mesa.

Los socios parlamentarios de siempre amagarán con votar en contra de cualquier cosa

Y entonces, ¿ahora qué pasa? Pues en concreto, nada. Que los socios parlamentarios de siempre, Esquerra y Bildu, amagarán con votar en contra de cualquier cosa que el Gobierno lleve a la Cámara, que el PNVapretará al Gobierno en la sesión de control del miércoles y que tendremos cuatro días de intriga y emoción hasta que el jueves se vote la convalidación del decreto.

Con el Partido Popular, por cierto, insistiéndole a Sánchez en que le compre alguna de sus propuestas fiscales para poder justificar que le dé oxígeno en el Parlamento y sin que se haya escuchado a los populares, desde que reina Feijóo, ni una sola alusión a lo que sucedió en la reforma laboral con el diputado Casero.

Aquel escándalo enorme, decía el PP de antes, que había atropellado los derechos de un sufrido diputado víctima de los errores informáticos. Era lo más grave que había sucedido en España hasta que cambió la dirección del partido y dejó de serlo.