Hace un año que nos levantamos escuchando cómo conectabas desde aquí con Kiev para que escuchásemos las primeras sirenas antiaéreas que anunciaban el comienzo de los bombardeos rusos. Recuerdo a Xavier Colás contándote que la gente con la que se cruzaba esa mañana, a medida que despertaba la ciudad, se dividían entre los que corrían no sabían muy bien adónde para huir del país, conscientes de que empezaba la guerra, y los que entraban en el metro o se subían al coche para ir a trabajar como si fuera un día normal.
¿Y tú qué harías si empezara la guerra? No tú, Alsina, que sé exactamente lo que harías. Contárnoslo. Digo tú, oyente, qué harías si nada más levantarte, como le pasó hace un año a los ucranianos, empezase una guerra a la puerta de tu casa que hasta ese momento considerabas imposible. ¿Qué harías con esa reunión tan importante que tienes a las 11h? ¿Con ese examen al que no puedes faltar? ¿Qué harías con los filetes empanados de la nevera? ¿Irías al trabajo o al aeropuerto?
Pienso en esa gente que el día que empezaron los bombardeos hizo como que no y se aferró a su rutina, de los que fueron a clase para que no les pusieran falta y no faltaron a su reunión de las 11h. La rutina en medio de una guerra seguramente sea un acto heroico de resistencia y a la vez el más ingenuo. Qué sería de la heroicidad sin los ingenuos.
No solo hubo muchos ucranianos siguieron, o al menos lo intentaron, como si la guerra no hubiera llegado para quedarse a vivir no sabemos hasta cuándo. El resto de Europa también, aunque todo hubiera cambiado para siempre. Todavía no están claras todas las repercusiones que va a tener esta guerra en el orden mundial, o mejor dicho, en su desorden.
Sí sabemos que se han perdido decenas de miles de vidas, que cinco millones de ucranianos han huido de sus casas y de su país, que ha creado una crisis alimentaria, energética y económica global. Y sabemos también lo mucho que todos los ucranianos añoran aquella rutina, cuando lo que les preocupaba era la reunión de las 11.
¿Moraleja?
Hoy la guerra cumple un año y aún no sabemos cómo parar a Putin de hacer daño.