En Austria ha ganado la ultraderecha. Y esta vez espero que estemos todos de acuerdo en decir ultraderecha. Podríamos también llamar al Partido de la Libertad de Austria, el FPO, partido anti-establishment y anti-inmigración, por el empeño de tildar a los extranjeros de parásitos y criminales. ¿Es esto suficiente para llamar a un partido de ultraderecha?
El FPO también es pro-Putin, bastante antisemita y muy euroescéptico. Ah, y neo-nazi también. No es un decir. Fue fundado por ex miembros de las SS y veteranos nazis en los 50. Su líder actual, Herbert Kickl, prometió a los votantes que serviría como su “canciller del pueblo”, el apodo que le gustaba a Hitler. También usan, para más señas, la estética del Tercer Reich, reivindican la ‘sangre vienesa’ y Occidente para los cristianos.
¿Podemos ya por fin llamar ultraderecha a la ultraderecha? Por cierto, que el modelo a seguir del FPÓ austriaco es el húngaro Viktor Orban. Y a su vez Orban y el FPO son el modelo a seguir de Vox en España. Abascal es su socio en Europa y está encantado con la victoria: no ha dudado en darle la enhorabuena a la extrema derecha austriaca.
Aunque no está claro que la ultraderecha austriaca pueda formar gobierno. Podrían impedirlo si socialistas, liberales y conservadores lograsen unirse en un tripartito inestable. Eso convertiría a la FPO en la única alternativa. Y si ese tripartito fracasa, en cinco años la ultraderecha tendría el camino libre.
¿Moraleja?
En Europa avanza la ultraderecha, el retroceso en derechos acecha.