De todas las cosas que van a sorprendernos, dentro de unos años, cuando miremos atrás a esta época tan interesante que estamos viviendo, hay una que seguro va a estar. No sé cómo recordaremos la ley de amnistía, pero apuesto que hay algo que nos sorprenderá sobre todo por lo poco que hablábamos de ello.
Cuando miremos atrás y recordemos estos años 20 apuesto a que una de las cosas que más va a darnos que pensar en el futuro es que tuviéramos a los adolescentes dejados a su suerte en aplicaciones. Llevan ya más de una década con nosotros, algunas plataformas incluso dos, y ya sabemos que Facebook, Instagram, TikTok y demás, aumentan la ansiedad, los trastornos alimentarios y el riesgo de acoso. Son también muy divertidas y llenas de oportunidades. Pero qué poco hablamos de sus riesgos.
Ayer un comité del Senado de EEUU interrogaba a Mark Zuckerberg, de Meta, y otros mandamases de la tecnología sobre la cantidad de material de explotación sexual infantil que circula en sus plataformas. Y por el acoso y las autolesiones y, sobre todo, la falta de responsabilidad que tienen las grandes empresas ante lo que pasa en sus plataformas.
Desde que hace poco más de una década llegó el botón de ‘Me gusta’ a los móviles, la salud mental de los jóvenes ha ido decayendo. Las cifras de los niños, y sobre todo las niñas, que declara sentirse triste o incluso haber pensado en el suicidio, está en máximos.
Y a veces reducimos al debate de si móviles sí o no y a qué edades. ¿Pero no habría que poner más el foco en la responsabilidad de las empresas que se forran con esto? ¿Están invirtiendo suficiente en prevenir los riesgos?
A medida que vamos siendo conscientes de los peligros, más sorprendente resulta la falta de regulación en esta industria y lo desprotegidos que dejamos a los menores. Y creo que eso va a sorprendernos mucho, mucho, cuando en el futuro miremos atrás.
¿Moraleja?
Aún no sabemos cómo regular las plataformas, pero urge exigirles una reforma.