con javier cancho

Historia de Garrincha, que tenía 6 cm una pierna más corta que la otra

Su pierna derecha era seis centímetros más corta que la izquierda. Había tenido la polio. Fue adicto al tabaco desde los diez años. Y, a pesar de todos esos grandes inconvenientes, muchos le consideran el mejor regateador que se haya visto en un campo de fútbol.

Javier Cancho

Madrid | 14.05.2020 11:13

Es la voz de Garrincha, aquel futbolista que decía que era él quien vivía la vida para que la vida no le viviera a él. Consideraba que los futbolistas no son reyes de nada. Si acaso, matizaba, somos más parecidos a los payasos del circo.

Florencia, Italia. Año 1958. Garrincha entra en el área dejando sentado a un defensa con uno de sus amagues, y evitando al siguiente moviendo la cintura sin perder el control del balón, regatea al portero y cuando se dispone a chutar, levanta la cabeza y ve a un lateral que se precipita hacia la línea de gol, él amaga el disparo, mientras el defensor se lanza en plancha para evitar el golpeo que Garrincha le hizo creer que haría, golpeándose ese defensa contra el poste. En esas, aparece de nuevo el guardameta, Garrincha tiene la portería está a cuatro metros, y con sutileza sin aspavientos mirando a la grada mete el balón entre las piernas al portero -que no sabe dónde mirar- rebasando el esférico la línea de gol con esa cadencia de lo artístico sin violencia con elegancia.

Después, él mismo entra en la portería, se agacha, lo recoge y con el balón bajo el brazo, se dirige hacia el punto de partida del centro del campo. Camina mirando el suelo, andando se parece Chaplin, su gesto es como de pedir disculpas por el mal rato que ha hecho pasar a los defensas por ese gol que puso de pie a toda la ciudad de Florencia.

Brasil tocó el cielo en el 58. En aquel mundial su selección empezó ganando a Austria, después empató con Inglaterra, de modo que para clasificarse los brasileños tenían que vencer a la Unión Soviética.

La noche antes de aquel partido, Vavá y Nilton Santos pidieron hablar con su entrenador. Verá, don Vicente, le dijeron: sólo hay una salida, consiste en que usted ponga de titulares a los dos muchachitos que tiene en el banco, a Pelé y Garrincha. No hay otra. Pero, don Vicente, alegó que Pelé tenía los pies planos, mientras que Garrincha era un flojo de mente. Pero Vavá y Nilton Santos insistieron: si juegan ellos, quizá, ganemos la Copa, si no juegan, no jugamos nosotros. Eso fue lo que le dijeron.

Al día siguiente, 15 de junio de 1958, los brasileños escucharon solamente el himno de la URSS, en aquella formación estaban el de los pies planos y el flojo de cabeza. Después, de los himnos Pelé y Garrincha hicieron trizas la defensa soviética. En los siguientes partidos, con Garrincha y Pelé, Brasil venció a Gales, Francia y Suecia y fue campeona del mundo por primera vez en su historia.

De Garrincha se decía que lo parió una de sus hermanas después de que fuera violada por su padre. Creció en las favelas de Pau Grande. Favelas de siete niños en la misma habitación. De niño trabajó en una fábrica. Tanta pobreza y tanta fábrica le alejaron de la vanidad. Decía que en las favelas aprendió tres cosas: a ser humilde, a coser y a jugar al fútbol. En Brasil, se cuenta que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo. Sin miedo fue como creció Garrincha, medio retorcido en sí mismo pero sin miedo a atreverse. Y nadie se atrevió a tanto sobre la hierva. Tenía las piernas arqueadas la columna vertebral con forma de ese.

Aunque luego los seseos los hacían las caderas de los defensas a su paso. Dijo Galeano que Garrincha no fue nunca un ganador de los que hay ahora. Fue un perdedor con buena suerte. Pero, la buena suerte no dura. Hace unos meses sus descendientes le sacaron de su tumba para meter a un muerto más reciente y los huesos retorcidos de Garrincha fueron a parar a quién sabe dónde. La suerte no dura. Lo que perdura es la alegría de verle manejar el balón. De qué planeta vino Garrincha se preguntaban en las páginas de El Mercurio chileno durante el mundial del 62. Aquel mundial que Brasil volvió a ganar y no por Pelé, sino por Garrincha, por aquel muchacho cojo y zambo que tuvo nombre de pájaro.