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Guillermo Fesser: ¿Qué pintaban los navíos españoles y franceses en la guerra de Independencia de Estados Unidos?

Guillermo Fesser nos explica qué hacían los navíos españoles y franceses en la guerra de Independencia de Estados Unidos a raíz de la publicación en España, de un libro fundamental para conocer y disfrutar de una parte muy importante de la historia común que compartimos con Estados Unidos, la esperada traducción a nuestro idioma del libro de Larrie Ferreiro, profesor de historia naval en la universidad de George Town, en Virginia, 'Brothers at Arms', (Hermanos de Armas), que llegó merecido a finalista del premio Pulitzer de ensayo.

ondacero.es

Madrid | 08.11.2019 12:31

Este es el principio: "A finales de 1776, apenas seis meses después de la histórica Declaración de Independencia, la Revolución americana agonizaba. Nueva York había caído y el Ejército Continental de George Washington se batía en retirada. Filadelfia, sede del Congreso Continental, parecía tener las horas contadas. La nación recién nacida carecía de marina, de artillería, de preparación militar, de pólvora… y de posibilidades reales de derrotar a Gran Bretaña; al menos por sí sola".

Larrie cayó en la cuenta de que había libro pendiente, la historia de cómo la acción combinada de las flotas francesa y española motivó que Gran Bretaña tuviera que sentarse a negociar la paz con los colonos americanos.

Hasta el siglo XVIII los barcos se construían por mandato real. El astillero recibía la orden de construir un navío con tal número de cañones, pero no existía un estándar y cada armador lo construía a su manera. Esto resultaba muy ineficaz para las batallas. Las guerras navales se luchaban en línea. En hileras de hasta 30 barcos que hacían frente a la línea enemiga. Navíos que tenían que, para aplicar tácticas y ganar, debían de actuar en conjunto pero, con cada cascarón de un padre y de una madre, resultaba muy difícil, barra imposible, para los almirantes dar ordenes adecuadas a los capitanes de navío sin poder intuir la maniobrabilidad particular de cada uno de los buques.

Así que, aprovechando el siglo de las luces, España y Francia recogieron los últimos adelantos científicos para crear un modelo único. Surgió el Apollo XI de aquella época.

Los navíos de línea del 18 eran las maquinas más avanzadas de su época. Podían tener 10.000 piezas movibles, albergar una tripulación de mil hombres durante 6 meses, e ir armados por más de 100 cañones, todo en un espacio del tamaño de una iglesia de pueblo.

Con 6 o 7 cubiertas, donde vivía la gente hacinada, en un fiel reflejo de la división social de la época. Los oficiales no se mezclaban con los marineros. Y, muchos de estos, eran reclutados sin experiencia porque se necesitaban "cuerpos humanos" para rellenar los puestos. Al contrario que los ingleses, la mayoría del ejército español era de tierra.

Vivir en un barco tenia sus ventajas porque estaban bien aprovisionados. Carne, verduras, pan… Aunque con frecuencia estuviera fría o mohosa, te garantizaban una buena ración y sabías que no pasarías hambre.

El ritmo de trabajos era brutal, en turnos de cuatro horas. Cuatro de trabajo, cuatro de descanso, y, para soportarlo, un marinero consumía unas 5000 calorías al día, el doble de lo que consume un adulto normal hoy día.

Pero ¿qué pintaban estos navíos españoles y franceses en la guerra de Independencia de Estados Unidos?Porque el único momento en todo el conflicto bélico que los estadounidenses asocian con el agua es el que quedó reflejado en la pintura al óleo, que sale cada 4 de julio en las noticias, del general Washington cruzando en una barcaza el río Delaware. Los manuales de historia sólo hacen hincapié en las batallas terrestres. Que si Saratoga, que si York Town, y además, batallas lidiadas siempre dentro de los límites geográficos de las antiguas trece colonias. Pero lo cierto es que se peleó en muchos otros escenarios.

Las batallas se extendieron desde Ohio y la costa este de Estados Unidos, hasta Canadá, por el Caribe, en aguas europeas (recordemos que España recuperó Menorca), bajando por las costas de África y hasta llegar a la India.

Francia y España intentaron evitar a toda costa enfrentamientos en tierra europea.

No hubo batallas a excepción de una: el cerco a Gibraltar para intentar recuperarlo. Pero no tuvimos éxito. Un gran chasco porque, por decirlo rápido y claro, los patriotas americanos al rey Carlos III no le importaban. Los reyes dialogaban con otros reyes y no con rebeldes. Por eso el Borbón le tuvo frito al pobre John Jay, el enviado especial del Congreso Continental de Filadelfia que vino a recabar el apoyo de España. Carlos III, que no llegó nunca a recibirle, le daba largas y le tuvo dos años siguiendo a la corte de ciudad en ciudad, teniendo que pedir Jay préstamos a comerciantes españoles amigos para mantener ese ritmo de vida.

La guerra de independencia de Estados Unidos empezó como una guerra civil y eso es exactamente lo que no les convenía a los americanos que pensaran los europeos.

Si se aceptaba la narrativa de los británicos, de que aquello era un "civil unrest", una revuelta civil. Los patriotas se quedarían sin el apoyo de las otras dos grandes potencias de Europa y sin nada que hacer.

El marketing de los americanos, para convencer a las coronas francesa y española de que aquello era un conflicto entre dos naciones soberanas, fue declarar la independencia. Entonces sí. Con tal de derrotar a Inglaterra, entraron en el conflicto; primero Francia y después España.

Lo que hasta entonces Gran Bretaña consideraba un asunto interno a solucionar con policía, se le convirtió de pronto en una guerra marítima en toda regla.

El activo más importante de los británicos era la armada. Tenían una infantería buena, pero en marina eran insuperables. Recuerdas su lema; pretende que gobiernas las olas.

La razón por la cual la intervención de España fue el acontecimiento más importante del conflicto, es porque su flota combinada con la de Francia, superaba en número a la británica. Por vez primera Gran Bretaña se vio en el otro extremo. Era la potencia más débil.

El plan tramado entre los primos Borbones, Carlos III y Luis XVI era invadir Inglaterra. Mandaron 150 navíos y 30.000 hombres. Pero no contaban con un enemigo invencible. ¿los ingleses? No. La disentería. En los navíos vivían hacinados y, cuando surgía una enfermedad, se contagiaba como la pólvora.

Que los barcos se transformaran en hospitales resultaba bastante habitual. Las enfermedades golpeaban con frecuencia y diezmaban tropas y navíos más que los propios combates.

Olvidada la idea de la invasión, la armada franco-española, empezó a atacar posiciones británicas en el Caribe. En la India, en la Florida del oeste… por todas partes.

Todas estas batallas ocurrieron a la vez. Su armada estaba desplegada alrededor del mundo. No podían concentrar todas sus fuerzas en un punto y empezaron a perder rápidamente el comercio y el intercambio de mercancías que les había convertido en imperio.

Mucho Washington cruzando el Delaware, pero más que los americanos ganar la contienda, fueron los ingleses los que decidieron dar las colonias por perdidas. Con España y Francia atacando en tantos flancos, no les quedó más remedio que valorar pérdidas: Norteamérica, realmente suponía sólo una pequeña parte de la economía imperial británica. Las verdaderas ganancias se producían en el Caribe y en la India, territorios que, por culpa de la que habían liado los rebeldes americanos, se arriesgaban a perder a manos de sus enemigos europeos. Así que los británicos optaron por sentarse a negociar un tratado de paz.