Jorge Freire es una persona productiva y aprovecha cualquier momento para escribir sus reflexiones. Según el filósofo, de Más de uno existen dos tipos de personas: "las que escriben sentados y los lo hacen andando". Freire se ha catalogado dentro del segundo grupo: "Hace tres o cuatro años que escribo todas mis columnas en el móvil".
Antes de contestar a los oyentes Alsina le ha recordado que existe una norma estricta en el programa: no se pueden hablar ni escuchar temas navideños hasta el día de la Lotería de Navidad, 22 de diciembre, por lo que espera que el dilema de esta semana no tenga un motivo madrileño. Lo envía un caballero refinado, llamado Aureliano, que dice así.
Querido Jorge:
Mi nombre es Aureliano y me atrevo a exponerle un conflicto que me tiene en un estado de zozobra, estremecimiento y ligera taquicardia. Soy, digámoslo así, un caballero delicado, formado en ciertos refinamientos que hoy parecen extinguirse. Últimamente siento que me rodea la vulgaridad y la chabacanería como si viviera en un after.
El primer foco de contaminación, y me tiemblan los perendengues solo de recordarlo, es mi propio hijo adolescente. El otro día, mientras yo degustaba mi infusión, soltó: "¡Papá, este móvil es una 'M' pinchada en un palo!". No puedo repetir la palabra exacta: al intentarlo noto cómo se me arrugan los alveolos. Le sugerí alternativas nobles como "excremento" o "deposición", pero el muy burro me miró con hostilidad.
En mi puesto de trabajo es todavía peor. Mis compañeros —gente estupenda, pero ya sabe, de otra extracción— destilan cada lunes, enardecidos por el fútbol, un reguero de exabruptos que me hacen sudar bajo el chaleco. El último día, uno gritó: "¡Ese árbitro es un pedazo de inútil!". Yo, muy comedido, propuse “caballero de criterio discutible”. Desde entonces creo que se ríen de mí.
Ya no sé qué pensar, Jorge, porque hasta mi santa esposa empieza a deslizarse por la pendiente de la procacidad. El otro día, mientras buscaba infructuosamente un tupper, exclamó: “¡Leches!” Tuve que sentarme ipso facto porque me temblaron las rodillas.
Y luego están los medios de comunicación. ¡Ustedes, señoritos, que también tienen su porción de culpa! El otro día, en plena emisión matutina, en horario infantil —¡Jorge, infantil!— un periodista pronunció "prostituta". Así, en crudo, sin un pudoroso "señorita de compañía" o el más delicado "persona dedicada a servicios de índole crepuscular". Estuve a punto de apagar el aparato y mudarme a un monasterio cartujo.
Quedo a la espera de su orientación, no sin antes implorar disculpas si alguna de las palabras reproducidas ha herido la sensibilidad de los oyentes.
Un saludo escrupuloso,
Aureliano
Para Freire, el oyente se trata de un hombre de oído delicado, no obstante, ha afirmado que la mayor elegancia es la que no se ve y una cosa es ser elegante y otra ser puritano, por lo que le ha recomendado entonar el 'mea culpa' y abrirse a ser algo más permisivo. "Hay palabras procaces que a veces son pertinentes, no se puede ir por la vida hablando como un notario o catedrático", ha comentado.
Para ejemplificarlo ha recordado una frase de Cambronne, un general del ejército de Napoleón que al ser presionado para rendirse en una batalla que estaba perdiendo de manera clara exclamó: "Un guardia muere, pero no se rinde, mierda", si esa frase hubiera finalizado en recórcholis o cáspita habría perdido mucho poder.
Ha hablado también 'Historia de dos ciudades' de Charles Dickens, en la que el verdugo de la ciudad paseaba siempre por la ciudad vestidO de punta en blanco y de la misma manera acudía a las ejecuciones públicas que tenía que realizar. También ha lamentado la represión bajo la que tiene que vivir el hijo de este caballero, "ya me imagino sus calcetines de rombos y jersey con pelotillas".
Begoña le ha recomendado a probar, que algún día a decir una palabrota, y de ahí ir avanzando poco a poco. "Con el docto docto, con el santo santo, y creo que ahí está todo dicho", ha sentenciado Freire para finalizar.

