EN LA BRÚJULA

La carta de Ónega: "Eres tú, Greta"

Y buenas noches a Greta Thunberg, que lo mismo mañana está ahí, donde estás tú, director. Llegarás, Greta, a la Cumbre del Clima y habrá hecho bien Pedro Sánchez en hablar esta mañana. Porque si dijera su discurso a partir de mañana, quedaría eclipsado por tu presencia.

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Madrid |

Es que desde que se anunció esta Cumbre, todas las miradas se han dirigido hacia ti. Los grandes interrogantes de esta Asamblea se dividen en dos: unos, los grandilocuentes, que se preguntan cuánto le queda por sufrir a la especie humana o cuál es el punto de no retorno. Y otros, los que se preguntaron a qué altura del Atlántico te encontrabas y cuándo llegarías a Madrid.

Pocos se interesaron por el momento de la llegada de jefes de Estado y de gobierno. En cambio, tu periplo creo que fue seguido hasta por satélite. Supimos a qué altura de la mar océana estabas; cuánto medían las olas a tu paso; cuál era la velocidad del viento y no me interné mucho en tus crónicas, pero seguro que alguna que contó cómo te alimentabas y cómo hacías tus necesidades en el catamarán. Como si fueses una diosa. ¡Qué digo! Seguramente eres una diosa; la nueva diosa de la defensa del medio ambiente, que suscitas las envidias de Greenpeace y de todos los ecologistas, que llevan años predicando lo mismo que tú, llevando la bandera del ecologismo, denunciando la destrucción de los mares y de la fauna y de los paisajes. Y llega, perdóname, es solamente un diminutivo muy español, llega, digo, una mocosa de Estocolmo, se planta ante el Parlamento de Suecia, convoca una huelga de estudiantes y se convierte en un mito.

Y esa mocosa, sígueme perdonando, eres tú, Greta. Conseguiste dividir al mundo entre quienes piensan que deberías estar en la escuela y quienes te glorifican por estar en la protesta. Convocaste con éxito una marcha mundial. Lograste hablar en una Asamblea General de la ONU. Les has dicho a los personajes más poderosos que solo pensaban en el dinero y despreciaban el interés general. Les has reprochado que no hacían nada por miedo a no ser populares. Y les has maldecido: “Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que yo siento todos los días”. El miedo de una niña. El miedo, Greta, de la gente con sentido común.