La carta de Ónega a los percebeiros: "Os jugáis la vida para vivir"
Fernando Ónega dirige su carta en La Brújula a los percebeiros. En Galicia ya se ha iniciado la captura de estos moluscos tan preciado en Navidad.
Madrid |
Quiero escribir a los percebeiros de mi tierra. De mis mares gallegos, que son muchos, porque son los mares de las Rías. Y de la Costa da Morte. Y de las playas de leyenda. Y de los acantilados donde nace la Capelada. Y de las rocas donde nace el percebe. Decía Manuel Alcántara que el mejor antidepresivo, mucho mejor que el Prozac, es el percebe, y no se vende en la farmacia.
Esta semana comenzó con una de esas noticias que fuera de Galicia apenas se publican: el lunes, un percebeiro, Francisco Lema, 59 años de edad, bajó con siete compañeros a uno de los mares, el de Laxe, y no volvió a salir. A las dos horas fue avistado por el helicóptero y rescatado por una lancha de Cruz Roja. El concello decretó luto oficial. Otro percebeiro tragado por el mar. El oficio más peligroso del mundo. Fue el día que se abría la veda después de ocho meses y las olas en el mar de Laxe y de Corme eran violentas e imponentes, dicen que de siete metros. A Francisco Lema, que deja viuda y dos hijas, no le dio tiempo a recoger el beneficio de su trabajo. El día que bajó al mar para no volver, el quilo de percebe andaba por los 60 euros. Hoy, en el comercio electrónico se me ofrecía por precios que oscilaban entre los 160 y los 260, según la tienda.
El mundo se divide en tres: el que en estas fiestas sueña con probar el fruto de vuestro esfuerzo; el de las trampas y fraudes que cuela percebes de otros lugares entre los vuestros, y vosotros, que os jugáis la vida para vivir. Esta carta, percebeiros, no pretende otra cosa que recordaros en estas fechas sobre el nombre de Francisco Lema. Solo quiere decirle a la sociedad que detrás de los placeres de la mesa hay unas personas que silenciosamente, a veces milagrosamente, los hacen posibles.
Colgados de una cuerda en el acantilado. Escapando de la ola cuando llega, aprovechando el remanso cuando baja, entendiendo el lenguaje del mar, que tiene fama de traicionero, pero hay que saberlo entender. Y poniendo en manos del intermediario lo que al intermediario enriquece. Buen trabajo, percebeiros. Sobre el recuerdo a vuestro último caído, un reconocimiento: si hay milagros en este mundo, uno de ellos es el del percebeiro que consigue sobrevivir.