EL BLOG DE TERRITORIO NEGRO

Los crímenes de Ioana y Johan David

Un niño de tres años y una mujer de 28. Johan David y Ioana. Él, nacido en España, hijo de emigrantes bolivianos; ella, una emigrante rumana con dos hijos… Los dos acabaron sus vidas aquí, en España, en la Comunidad Valenciana, de forma muy desgraciada. Hoy, en Territorio Negro contamos dos vidas y dos muertes muy tristes.

ondacero.es

Madrid | 11.06.2012 18:38

Agentes de policía examinan el vertedero de Dos Aguas (Valencia)
Agentes de policía examinan el vertedero de Dos Aguas (Valencia) | Agencia EFE

Empezamos por la historia de Ioana, una historia de la que nos alertó un oyente, José Antonio López, y que ha pasado inadvertida entre todos esos crímenes por violencia machista que hay cada año en España –Ioana hizo la número 19 en esta lista negra–, pero que es, especialmente dramática.

Ioana Elisabeta Toflea era una mujer rumana de 28 años, madre de dos niños, de cinco y siete años. Vivía en Alicante y trabajaba en un salón de juegos recreativos. Era una mujer muy guapa, preciosa, aunque, como contaron muchos vecinos a los compañeros del diario Información, “tenía una mirada muy triste”.

Ioana estaba casada con Lucian Manuel Cosma, también rumano y padre de sus hijos. Las relaciones entre los dos eran muy tensas y estaban marcadas por los celos. Lucian pensaba que su esposa le iba dejar y la había amenazado muchas veces con matarla si la veía con otro hombre. Los vecinos del barrio de las Carolinas, donde vivían, recuerdan broncas, gritos y peleas casi a todas horas.

La pareja llevaba dos años separándose. Lucian iba y venía de casa, incluso en sus perfiles de Facebook ambos figuraban como separados, pero la ruptura no acababa de materializarse, al parecer, por el miedo que Ioana tenía a su marido. Y finalmente el pasado 7 de mayo, la mujer no pudo más.

Ioana fue a comisaría. Contó a los agentes que Lucian la había insultado, vejado, la había amenazado con arrojarle ácido a la cara y le había propinado un fuerte empujón. Dijo tener mucho miedo por su vida y por la de sus hijos. La policía y el juzgado hicieron lo que establece la Ley de Violencia de Género.

Tomaron declaración a Ioana y a Lucian, que fue detenido y sobre el que se dictaron medidas urgentes: no podía acercarse a menos de 500 metros de la mujer y no podía comunicarse con ella. El juzgado señaló juicio rápido para el próximo 22 de mayo, pero el día antes, Ioana hizo algo que muchas mujeres hacen: retiró la denuncia y renunció a cualquier acción penal.

Ahora, la Fiscalía está intentando averiguar por qué. Al parecer, Lucian quebrantó esa orden de alejamiento y tanto él como su familia amenazaron a Ioana para que retirara la denuncia. Aunque ella lo hizo, la Fiscalía mantuvo la acusación –pedía veinte meses de cárcel por amenazas y malos tratos– y el juicio se celebró el 23 de mayo. Ni Ioana ni Lucian declararon, no había partes de lesiones, ni testigos… Así que pasó lo que era inevitable que pasase…

Y ese tipo fue absuelto, claro…. Y es que la Justicia, en este caso, no podía hacer otra cosa. La sentencia absolutoria dice textualmente: “El acusado tiene derecho a no ser condenado mientas contra él no se haya practicado una mínima prueba acreditativa de los hechos motivadores de la acusación y desarrollada en el juicio oral. Debe procederse a la absolución del acusado al considerarse insuficiente la actividad probatoria practicada en orden a su inculpación”.

El presidente de la Audiencia Provincial de Alicante, Vicente Magro, envió la semana pasada al Ministerio de Justicia un documento en el que propone una reforma legislativa: que la primera declaración de una víctima de malos tratos se considere como prueba preconstituida, lo que permitiría mantener la acusación en el juicio, aunque la mujer se eche a atrás por miedo, por lástima hacia su pareja, por lo que fuere, y se acoja a su derecho a no declarar. Si esa reforma hubiese estado vigente, probablemente el destino de Ioana habría sido otro.

Pues seguramente, porque como imaginarán los oyentes, el destino de Ioana fue el peor posible. El pasado lunes, 4 de junio. Ioana y Lucian amanecieron en la misma casa. Dos días antes, la mujer le había dejado dormir en su domicilio, para que la separación no fuese traumática y porque, según dijo Lucian, el viernes 1 de junio, él se intentó suicidar tomándose un cóctel de vodka y pastillas. La hermana de Ioana contó a la policía que la mujer acogió al padre de sus hijos en casa, aunque dormían en habitaciones separadas. Esa mañana, la del 4 de junio, Lucian llevó a sus hijos al colegio y al regresar, se sentó en la cocina a tomar un café con su pareja. A partir de ese momento, solo sabemos lo que ocurrió por boca del asesino.

 

Lucian ha contado que Ioana le anunció que él se tenía que marchar de casa, que ella estaba con otro hombre y que, además, los que él creía que eran sus hijos no eran de él, esto último algo increíble. En ese momento, él agarró un cuchillo de cocina y, según él, se lo clavó una vez a Ioana. La policía cree que Lucian se ha inventado la historia para ir preparando una defensa basada en un arrebato. Además, Ioana no tenía una, sino una docena de cuchilladas, muchas de ellas de las llamadas heridas de defensa, en las manos y en los brazos.

Salió de casa y se presentó en una comisaría de policía, donde dijo que había matado a su pareja. Los agentes le acompañaron hasta el domicilio y comprobaron que era verdad lo que decía.

Los hijos de la pareja, se han quedado a cargo de la hermana de la víctima, Mariana Corina, una mujer en paro, que ha abierto una cuenta corriente para recaudar dinero con el que poder mandar a Rumania el cuerpo de Ioana.

Centrémonos ahora en la historia que el pasado lunes Ferrán Monegal nos pedía que tratásemos, la del pequeño Johan David, ese niño de tres años que la policía encontró precisamente el pasado lunes en un vertedero de basuras de Valencia. ¿

 

Johan David nació ya en España hace tres años. Sus padres son emigrantes bolivianos, Lohammy y Cristian Mauricio. Lohammy llegó a España cuando apenas tenía 16 años, junto a su madre y a sus hermanos. Su primer destino fue Madrid, donde cuidó ancianos y fregó escaleras. En Madrid fue también donde conoció al padre de Johan David, que la dejó embarazada cuando apenas tenía veinte años.

Y nació Johan David y en la vida de Lohammy comenzaron a darse toda serie de desgracias consecutivas… En primer lugar, el anciano al que cuidaba en Madrid murió, así que la joven boliviana se fue trabajar a Valencia, donde unas monjas le encontraron un trabajo, también cuidando ancianos. El padre del pequeño se marchó a Bolivia cuando se quedó en situación ilegal, pero además por los problemas de pareja que tenían. Para colmo, la madre de Lohammy regresó a Bolivia después de sufrir un derrame cerebral. Así que Lohammy se quedó sola y sin ayuda para cuidar del pequeño Johan David, ya que el resto de su familia vivía en Madrid.

Recurrió a Vanessa y a Pura Ángela, dos amigas de la niñez, de su mismo barrio en Bolivia y que ahora vivían en Valencia. Pura, madre de dos niños que vivían en Bolivia, cuidaba a una anciana inválida y con alzheimer; y Vanessa estaba en paro, así que parecía la ayuda perfecta para Lohammy. Las tres vivieron durante un tiempo en la casa de la anciana.

Y así estaban las cosas cuando a Lohammy le surgió una oferta de trabajo. Poco antes de las pasadas Navidades, a Lohammy le ofrecieron un contrato de seis meses en una empresa de limpieza en París. La joven boliviana, que tenía serios problemas económicos, pensó que era una buena oportunidad y que su hijo podría quedarse con Vanessa y Pura, sus dos íntimas amigas.

Lo cierto es que entre Lohammy y, especialmente Vanessa, había una intimísima relación, que algunos dicen que iba más allá de la amistad. A su vez, Vanessa y Pura también mantenían una relación sentimental, eran una pareja de hecho. Además, no tenía muchas más opciones: el padre del niño seguía en Bolivia y ella no quería enviar allí al crío, prefería que se quedase en España. En París, la mujer trabajaba de lunes a viernes limpiando una casa y los fines de semana limpiaba unas oficinas. Ganaba algo más de 1.200 euros y conseguía enviar 600 euros mensuales para el mantenimiento de su pequeño.

Y todo, aparentemente, va bien hasta hace unos días. Lohammy ha contado a la policía que hablaba con su hijo todos los días, que el crío estaba contento, que le contaba todas las noches cómo transcurrían sus días. En mayo, cuando el pequeño cumplió tres años, Lohammy viajó desde París a Valencia para celebrar el cumpleaños, pero el martes, 29 de mayo, el crío ya no habló con su madre.

Le dijeron que el niño había sido secuestrado cuando estaban en un parque… Una versión que recuerda mucho a los que habían oído sobre José Bretón y sus dos hijos en Córdoba. En este caso, las mujeres le dijeron a la madre de Johan David que unos hombres que dijeron ser policías se lo llevaron, pero que ellas no lo habían denunciado. Así que fue la propia Lohammy la que llamó desde Francia a la Policía. Luego viajó a Valencia y comenzó a pegar carteles, con la ayuda de sus dos amigas.

 

La policía pensaba que estaban ante un secuestro, de hecho hasta Valencia se desplazaron los mejores especialistas que hay en España en este tipo de delitos, los agentes de la sección de secuestros de la UDEV Central, unos verdaderos cirujanos de esta materia, expertos en mediación, negociación y resolución de secuestros. El asunto parecía que podía corresponder a un secuestro parental: el padre vivía fuera, había tenido cierto conflicto con su pareja…

Los agentes de la sección de secuestros interrogaron por separado a Vanessa y a Pura, las últimas personas que habían visto al pequeño. Las dos contaron en un principio una historia parecida: unos hombres que dijeron ser policías españoles –remarcaron lo de españoles– se llevaron a Johan David cuando paseaban por un parque. Dijeron que no habían denunciado los hechos a la policía porque tenían miedo: ellas no tenían papeles en regla y no podrían demostrar su vínculo con el crío.

Los policías empezaron a ver lagunas y las apretaron. Estuvieron declarando durante varias horas, hasta que Pura se vino abajo y derrotó: contó que Johan David se cayó en un sofá de casa, que se puso muy malo, que comenzó a sangrar por la nariz y la boca. Vanessa, cuando se enteró de la confesión de su amiga, dio una versión parecida, aunque no idéntica: dijo que el pequeño había tenido un accidente en el cuarto de baño cuando estaba subido a una silla.

 

Ellas se agarran en todo momento al miedo que tenían, a que temían que las detuviesen, apelan a su situación de ilegales. Pero esa situación, desde luego, no justifica lo que hicieron después con el cuerpo del pequeño.

Las mujeres han contado –y lo ha podido comprobar la policía– que cuando constataron que Johan David no respiraba bajaron a un restaurante de kebab cercano a su casa y pidieron a los dueños dos bolsas de basura grande, de las de uso industrial, con capacidad de cien litros. A los dueños del kebab, las mujeres dijeron que tenían que tirar mucha ropa a la basura.

Y en esas bolsas metieron el cuerpo del niño. Le desnudaron, introdujeron el cadáver en esas bolsas y lo metieron en un carrito de supermercado. Le arrojaron a un contenedor de basura situado a unos dos kilómetros de su casa. Volvieron al domicilio –donde, hay que recordar, estaba la mujer de 95 años de la que se ocupaban–, limpiaron los rastros de su delito –pese a ello, la policía encontró en la casa restos de sangre en una toalla– y prepararon la coartada. Además, pasaron varios días acompañando a Lohammy en la búsqueda de su hijo.

La policía, esta vez sí, dio con el cadáver del pequeño en el vertedero la tarde del pasado lunes. Durante tres días, agentes de la policía científica revisaron unas cuatrocientas toneladas de basura, ya prensada, en el vertedero Dos Aguas, en medio de un sofocante calor. Los agentes, con la ayuda de operarios y bomberos, tenían que desmenuzar los bloques de basura y rebuscar, con la ayuda de perros especializados en encontrar cadáveres. El lunes hallaron el cuerpo de Johan David en muy malas condiciones.

El cuerpo había pasado por la prensa que comprime la basura, así que le faltaba un brazo y estaba lleno de heridas. Los estudios forenses deben determinar si las heridas son ante o post mortem para comprobar si la versión de las detenidas cuadra o no cuadra. Y, además, parece que el pequeño tenía síntomas de estar desnutrido, de no haber estado bien atendido durante sus últimos meses de vida.

Pura y Vanessa fueron enviadas a la cárcel, acusadas de homicidio y de simulación de delito. Si se demuestra que lo que dicen es cierto, que todo fue un accidente, la Justicia será benévola con ellas –pueden tener una condena que no llegue a diez años–. Porque, como ya hemos dicho aquí alguna vez, les va a salir gratis el haber tirado al pequeño a la basura, algo inconcebible, pero que es así.

En España recibe el mismo castigo quien mata a una persona que quien la mata y luego la descuartiza, por ejemplo, o tira el cadáver a la basura –como este caso–. Los jueces entienden que los asesinos no esconden o tiran el cuerpo para hacer daño a las familias sino para no ser descubiertos y entienden -y comprenden- esa acción, por lo que no dan una sanción mayor a esas conductas.