La mentira forma parte de la vida cotidiana y, en muchos casos, se emplea como un recurso social para evitar conflictos o proteger a otros. Sin embargo, cuando mentir deja de ser algo puntual y se convierte en una conducta repetida e incontrolable, puede transformarse en un problema serio. Así lo explica la psicóloga María Orosan durante una entrevista en Onda Cero, donde analiza qué hay detrás de la mentira compulsiva y por qué resulta tan difícil abandonarla.
"Muchas veces mentimos de manera piadosa, algunas veces de forma consciente", explica. "En otros casos llega a ser un trastorno, donde la persona miente compulsivamente y llega a un punto en el que ya no sabe lo que es mentira y lo que es verdad".
¿Se puede salir de la mentira?
Para la psicóloga, abandonar este patrón en el que la persona se ve inmersa cuando empieza a mentir es complicado porque la mentira tiene un componente adictivo. "Es difícil, pues genera adicción. Es supercomplicado, no solo para la persona engañada, sino también para el mentiroso", afirma. "Se hace difícil mantener todas las mentiras y mantener esas otras vidas generadas por la mentira. Es un universo complejo".
Orosan señala que las motivaciones para mentir son variadas. "Muchas veces se hace para protegerse, mejorar la autoestima, etc.", explica. En otros casos, la mentira responde a un interés más práctico, como "obtener algunas ventajas o evitar consecuencias negativas". Sin embargo, advierte de que este mecanismo no es una solución a largo plazo, ya que "para adaptarse al mundo no es lo más adecuado".
Lenguaje no verbal y mentiras por omisión
Más allá de las palabras, la psicóloga recuerda que el cuerpo también emite mensajes. "El lenguaje no verbal es muy importante, al igual que las omisiones", señala. Advierte de que callar información de forma deliberada también es mentir: "Las omisiones también son mentiras. No valen como excusa. Ocultar la información a propósito, es mentir".
Además, ciertos gestos pueden delatar incomodidad o engaño. "Hay estudios que dicen que si nos rascamos la nariz es porque ahí se acumulan terminaciones nerviosas", explica, al igual que evitar la mirada: "Cuando no nos queremos enfrentar a algo, evitamos la mirada".
