Un precio psicológico hace lo mismo que hacemos todos: se camufla para parecer más atractivo de lo que es. Y funciona. Funciona muy bien. La perversa mercadotecnia nos ha enseñado que no sabemos redondear, que un mísero céntimo puede condicionar el impulso de compra, que por otra parte no es tan racional como creemos.
Hoy emitimos nuestro programa número 299. Estamos en las puertas de una cifra redonda. Pero la diferencia entre el 299 y el 300 no es de una unidad. Es de un abismo. De un mundo. De un universo. Cambiamos de centena. Nos hacemos mayores: hoy nos preparamos para pasar de un ‘precio de oferta’ a un ‘precio de prestigio’.
Texto e idea: Tatiana Tereshkova