En la Historia de la Literatura Universal hay un concepto que se repite mucho: el regreso de Ulises a Ítaca. El guerrero tras múltiples enredos acaba tardando veinte años en volver a su casa. Tras los primeros diez el protagonista se plantea volver, pero un Poseidón enrabietado con el héroe por dejar ciego al cíclope Polifemo lo castiga con diez años de vicisitudes hasta que consigue regresar.
La historia ha servido de metáfora cientos de veces: la han usado miles de escritores a lo largo de la historia y aquí va una más: la Unión Deportiva Las Palmas, habiendo llegado a Ítaca -la Primera División- no ha sabido o no ha podido o no ha llegado a poder controlar su propio poder, su propia inercia y ha ensuciado de una manera melancólica una temporada que pintaba a piedra preciosa. No se puede decir que no hayan querido, claro que no, pero es cierto que teniendo el objetivo inicial al alcance de los dedos desde hace meses el equipo ha bajado o le han cogido la matrícula o se ha quedado sin gasolina el núcleo duro de la idea.
Llegando a Ítaca, caminando por la ciudad, no se ha sabido amoldar tras tantos años en el barco, como un marinero en tierra que no sabe vivir sin el bamboleo del mar tras tanto tiempo sintiéndolo bajo sus pies
La Unión Deportiva ha destrozado un lienzo, pero no lo ha tirado por la ventana; lo ha afeado, lo ha manchado, y con él, Pimienta, claro, la flores para él por el viaje, pero también los enfados por no saber parar el golpe con una mayor precisión y seguridad. Diez partidos sin ganar manchan un currículum rutilante desde que pisó Gran Canaria y ahora ya no es tan intocable en el imaginario colectivo porque los mismos resultados que lo auparon ahora lo hieren.
Es ley de vida, por supuesto, haría bien la UD en tratar de mirar más allá de este drama en el desierto, bendito drama con un saco de puntos que hacen que esto no nos esté abocando a un descenso seguro, haría bien en plantearse qué sucedería si estas dudas se dieran en unos meses, en septiembre, y qué se haría entonces. Si sigue, debe ser con todo, con toda la confianza; si no, un aplauso grande, grandísimo, y a seguir, pero hay que medir bien cada zancada porque nunca sabes en qué baldosa está el agujero que mande todo el proyecto al sumidero, otra vez. La senda esta clara, lo trazado ahí queda, la trayectoria, la manera, los jugadores, la plantilla futura, hay tantos interrogantes y tanta tristeza viendo a los mismos jugadores que nos hacían soñar hace nada que cuesta creer esta deriva. Una cosa es la tierra de nadie, no pasar agobios y otra es esta agonía cada partido. El aprendizaje también es esto.