El presidente francés ha demostrado que se puede combinar ser contundente con los que alteran la vida democrática y la paciencia para no convertir en mártir a quien busca precisamente eso. El integrismo es un mal a extinguir. Pero si las sociedades occidentales no distinguen entre los que son radicales y los que no, sólo alimentarán a aquellos que buscan excusas para sus locuras.