Estamos a vueltas estos días con las palabras, no sé si por que nos gusta enredar, por aburrimiento, por ignorancia o porque nos la trae todo al pairo.
“Gripalizar” es la nueva patada al diccionario de moda. Convertir en verbo cualquier sustantivo, adjetivo o preposición es una tendencia bastante común en nuestra forma de hablar, será por falta de vocabulario.
Desde hace tiempo se lleva mucho acercar el ascua de las palabras a nuestra sardina hasta lograr que ésta pierda su verdadero significado y enterrarla. Será también por falta de insultos en el diccionario.
Insultar usando un término que semánticamente no es lo que era, hace que las personas pasen a ser lo que en realidad no son. Y cuando todo el mundo es facha, bobo, negacionista, rojo o vaya usted a saber, los insultos como tales y las palabras en sí, dejan de imprimir carácter por más que las rotulen.
Sergio del Molino podría firmar seguro un ensayo bajo el título “La palabra vacía” o “la palabra vaciada” (manque le pese) y además lo explicaría mejor que yo.
Pasa lo mismo como cuando aprendemos un nuevo vocablo, que somos capaces de repetirlo hasta el agotamiento. Léase: fajana, tremor o ciclogénesis explosiva.
Somos como los malos estudiantes de bachillerato que si además de suspender no tienen claro su futuro, tienden a repetir.
No usemos las palabras como arma arrojadiza ni las maltratemos, que el lenguaje es lo poco que nos distingue ya del resto de los animales.
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Porque, de pensar, ni hablamos.