El primer sello fue el Brexit. El segundo, los colombianos diciendo que quieren más guerra, y el tercero lo esperan algunos esta noche, según dice mi vecina la bruja, que no se le escapa un sello. A Trump no le hace falta ganar para que el mundo cruja. Si saca un buen resultado y se acerca un poco a Hillary, la onda expansiva se notará en las provincias más alejadas del imperio, como esta en la que vivimos. Y nos daremos cuenta del triunfo porque no faltarán palmeros que saldrán a celebrarlo con confeti y matasuegras, en plan danza de la muerte.
Confíen en mí, que me paso el día chapoteando en las cuadras de las redes sociales, y estoy cansado de ver a extremos izquierda y extremos derecha rezar con el mismo fervor por el advenimiento del mesías del tupé. Los extremos izquierda citan a Lenin y gritan aquello de cuanto peor, mejor. Trump sería para ellos un Nerón incendiario que acabaría desde dentro con el mal americano. Los extremos derecha, simplemente, jalean a su corredor.
Es curioso que ambos extremos se soben y compadreen tantas veces en España. Esto se debe a que el espectro político es circular y la extrema derecha queda al lado de la izquierda, a la distancia de un saltito. Los demás observamos desde el sillón, divertidos. No hay razón para alarmarse, que quedan cuatro sellos por gastar y esto es como el carné por puntos, ya los recuperaremos con un cursillo de educación vial. También tendremos tiempo de citar a George Orwell, cuando escribió aquello de: "O vivimos todos en un mundo decente, o nadie vive en él". Pero aún no estamos ahí.