O sea, que volvemos a hablar de Cataluña. Cataluña como primer problema español, quiero decir. Y tú, director, me hablas del sueño de cambio de guion. Ese fue el sueño de Illa y Sánchez, y el papel de Illa nos va a recordar muchísimo al de Inés Arrimadas, que ganó las elecciones, pero de nada le sirvió.
Gane quien gane en Cataluña, como la mayoría absoluta es imposible y no hay constitucionalistas suficientes, siempre estará rodeado por los independentistas que lo atan como a Gulliver y lo inhabilitan desde el primer día. Es más: los independentistas llegan a las elecciones enfrentados como enemigos; pero cuando hay que formar gobierno se vuelven a querer como hermanos, aunque se desdeñen como cuñados. La nación catalana es lo primero, aunque no la sepan gobernar. La identidad es sagrada, aunque lleven años de ruina y desilusión creativa.
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Ahora, la gran cuestión catalana no es el empleo, ni resucitar la economía, ni atender a los inversores de Volkswagen. La gran cuestión es discutir si se espera a la mayoría social que busca Junqueras o se acelera la declaración unilateral de independencia, que le parece corta a la CUP, pero tanto gusta a Laura Borrás, la presidenta imputada, nueva aportación al victimismo. Sí, Alsina, se acabó el sueño de cambio de guion. Cambian algo los actores del drama, pero la Cataluña parlamentaria y la gobernante hicieron un alto, cogieron impulso y ahí están, lamento el tópico, como el dinosaurio que seguía allí.