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Fernando Ónega, sobre Ábalos y Sánchez: "El poder es un juego de intereses y conveniencias; eres amigo mientras resultas útil o estás en el tráfico de favores"

Fernando Ónega reflexiona en Más de uno sobre la despedida del ministro destituido José Luis Ábalos. ¿Es Ábalos la prueba de que en política no se hacen amigos?

Fernando Ónega

Madrid | 13.07.2021 07:33

A mi juicio, Ábalos es, sobre todo, la prueba de cómo el aroma del poder atrae a las moscas y de cómo la pérdida de ese aroma las espanta. Donde las moscas intuyen futuro, allá van. La toma de posesión de Félix Bolaños, señalado en los barómetros como el hijo muy amado en que el jefe “tiene puestas sus complacencias”, se convirtió en el panal de rica miel de Samaniego al que “cien mil moscas acudieron”.

La despedida de José Luis Ábalos, el hombre del núcleo duro, el enlace con el partido, el poderoso número tres del PSOE, el muñidor de la moción de censura, parecía un funeral de tercera sin ministros ni plañideras. Las moscas no sintieron el olor de la miel. Ábalos era un caído y el símbolo de todos los caídos. Era el poder perdido a borbotones, por la mañana el ministerio, por la tarde el mando del partido, cuando el sábado ya se habían roto los vínculos con la nave nodriza de Moncloa. Y, a poder perdido, amarga presencia de la soledad y la tristura.

Tú me preguntas, Carlos Alsina, si en política no se hacen amigos. A lo mejor sí, siempre hay excepciones. Pero el poder no es una relación de amistad. El poder es un combate permanente. El poder es un juego de intereses y conveniencias. Eres amigo mientras resultas útil o estás en el tráfico de favores. El poder es el arte de usar y tirar en beneficio del ser supremo, identificado con el bien general. Y el público, intuitivo y práctico, se especializó en acudir en auxilio del ganador.