CON RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta a San Vladimir: "Putin inauguró en Moscú la estatua colosal de San Vladimir"

Rubén Amón indulta en 'Más de uno' a San Vladimir, y nos cuenta que tiene sentido evocar ahora más que nunca aquella jornada de noviembre de 2016 en la que Putin inauguró en Moscú la estatua colosal de San Vladimir.

Rubén Amón

Madrid | 07.03.2022 13:02

Tiene sentido evocar ahora más que nunca aquella jornada de noviembre de 2016 en la que Putin inauguró en Moscú la estatua colosal de San Vladimir. Y no parece casual que el patronímico del santo coincidiera con el suyo, ni hasta el sospechoso parecido físico de la escultura y el presidente ruso.

De Vladimir a Vladimir tanto pretendía exhibirse la redundante idolatría como quería constatarse a la figura histórica y esotérica que formalizó la conversión al cristianismo en el siglo X.

No en Moscú, que ni siquiera existía, sino en el mismo territorio que Putin se está anexionando apelando a los orígenes mismos de Rusia. O sea, Rus de Kiev, la federación de tribus eslavas que conformaron en torno a la capitalidad de Kiev.

Es un buen pretexto histórico para recuperarla con los tanques. Y para justificar los criterios identitarios y hasta religiosos que condujeron a la erección de una estatua de 11 metros que Putin, en realidad, se dedicaba a sí mismo.

San Vladimir el Grande, como se le llamaba al santo. O el Gran Príncipe. De las tinieblas, añadimos nosotros, entre otras razones porque la reputación de Vladimir como unificador de las tierras rusas no se explica sin la fama de señor de la guerra y sin el rastro de sus dificultades familiares.

Mató a su padre y a su hermano. Y violó a la hermana del príncipe de Rogneda para luego casarse con ella, aunque estos contratiempos, por lo que se ve, no contradijeron su proceso de canonización. Y sí explican la dimensión sanguinaria de San Vladimir Putin.